Las menudencias

19. febrero 2010 | Por | Categoria: Reflexiones

Ahora que ya hemos avanzado bastante con nuestro programa, me he cuestionado: Pero, ¿qué vamos a hacer? ¿Vale la pena un programa tan sencillo, tan breve, tan sin pretensiones, porque no es más que una menudencia?… Y esta palabra menudencia me ha causado una impresión inesperada. ¡Si de esto se trata! De unos minutitos cada día para llevar un mensaje al corazón. Pero, me he dicho con plena convicción: Quien escuche cada día esta reflexión, al cabo de un tiempo habrá notado cómo sus criterios se ajustan cada vez más a la verdad cristiana. ¿Me doy cuenta de lo que significa esta menudencia?…

Me viene a la mente lo que ocurrió con aquella buena mujer que se acercó al almacén, y le dijo al dueño:
– Señor, ¿me puede regalar sólo una bolsita de arroz? Para usted, que es muy rico, no vale nada,  pero yo no llevo dinero y mis niños tienen hambre.
El señor se sonrió, y, buen corazón como era, le regaló a la pobrecita el kilo de arroz que pedía. Pero le dijo antes:
– ¿Que no vale nada esa bolsita de arroz? Pues, mire: todo mi dinero no es más que bolsitas de arroz, pero vendida una después de otra. Entre todas juntas han hecho todo ese capital que usted dice que tengo…

No sé si damos a las cosas menudas la importancia que tienen en la vida. Pensamos siempre en cosas grandes, sin percatarnos de que la vida se compone de cosas pequeñas. Y soñamos en hacer cosas imposibles, mientras que dejamos de cumplir bien lo simple de cada día…

Recuerdo a este fin lo que nos pasó a un grupo que trabajábamos en la Parroquia. Necesitábamos realizar una remodelación seria y no teníamos el dinero suficiente, ni mucho menos. Todo eran planes para recaudar aquella cantidad superior a nuestras posibilidades, cuando intervino una de las señoras más comprometidas y también la más sensata. Buena negociante en su tienda, que había comenzado de nada, sabía bien lo que se decía. Y nos aconsejó a todos:
– Vamos a conseguir ese dinero realizando muchas actividades sencillas, que están al alcance de cualquiera. En cada una de ellas entrará poco dinero, pero al cabo de un año habremos recaudado todo lo necesario. No olviden que los grandes capitales se hacen a base de pequeñas ganancias.
Seguimos su parecer, y antes de dos años estaba completada la obra y sin deber un centavo.
Y esto es la vida: en lo pequeño se da la grandeza mayor.     

La perfección humana se consigue con actos simples de educación.
Guardando en la mesa modales finos…
Mordiéndose la lengua y apretando los labios cuando queremos salirnos de tono en un enfado.
Sonriendo a quien nos saluda.
Trabajando con naturalidad, constancia y alegría en cada uno de nuestros deberes.
Total, con menudencias…

La perfección cristiana sigue la misma ley. En eso mismo que hacemos como hombres y mujeres hay que saber poner amor, mucho amor.
Y añadir siempre la menudencia de una oración chiquita, que no es más que una palabra salida de los labios, o bien una simple mirada dirigida al Cielo…
Nos hemos figurado muchas veces que esos grandes Santos que la Iglesia pone ante nuestros ojos para nuestro estímulo e imitación, fueron seres extraterrestres o poco menos, y que realizaron prodigios sorprendentes. Esto es una equivocación total, que padecemos con mucha frecuencia. Hicieron exactamente lo mismo que nosotros. Pero, en cada menudencia que hacían ponían una cantidad inmensa de amor.

El mayor apostolado es a veces algo insignificante. Hace el bien sin meter ningún ruido, y no lo puede meter de pequeño que es, porque no es más que una menudencia.
Unos hombres de nuestro grupo iban a Misa cada domingo y se guardaban la hoja para distribuirla después. Total, una menudencia. Y con un cigarrillo de sus ahorros, y la hoja del Evangelio, han realizado maravillas entre presos, entre drogadictos, entre familias que estaban al punto de la quiebra… Menudencias en una obra tan grande, tan importante, como es el apostolado para llevar muchas almas a Dios…

Las menudencias de la vida, aunadas, forman los grandes capitales del espíritu.
Como las bolsitas de arroz del comerciante.
Una letra es muy pequeña; pero muchas letras, ordenadas con paciencia por el pensamiento y la pluma, nos dan un libro magnífico…
Un ladrillo o un bloc valen muy poco; pero muchos ladrillos o blocs, ¡vaya casa que nos brindan!…
¿Y nuestras charlas? ¿Qué decir de las charlas de nuestro Programa? Son muy sencillas. Cada una de por sí es una menudencia, sin pretensión. Nosotros las lanzamos con fe y ustedes las escuchan con fe también, pensando siempre en Dios… ¿A que al fin habrán ido formando y robusteciendo nuestro criterio cristiano?…

Hacerse grandes a base de hacerse pequeños y de hacer cosas pequeñas es el colmo de la sabiduría humana y evangélica.
La escuela de esta sabiduría tan alta está en el hogar, en la tienda, en la escuela, en la oficina, en el taller, o en un programa de radio…  ¡Oh, el valor de las menudencias!…

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