El optimismo prudente
14. febrero 2014 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: ReflexionesUn viajero norteamericano llegó a una ciudad alemana con curiosidad insaciable de ver cosas nuevas. Su acompañante, buen conocedor de la ciudad, le invita: -¿Quiere ver ahora a una mujer bonita de verdad? Ni “Miss Mundo” es más bella. Por algo la llamamos aquí la “Señora Mundo”.
Picado de la curiosidad, el turista entra en la iglesia que guarda una estatua singular. No está en el fondo de un altar, porque no se trata de ninguna santa. En un rincón escogido, sabiamente iluminado, aparece la estatua en toda su hermosura: -¿Qué le parece?…
Y el americano: -¡Qué belleza! Mujer encantadora de verdad. Con esa diadema de brillantes, con ese collar de perlas, y esas flores hechizadoras en sus manos…
El guía continúa preguntando: -Le gusta, ¿verdad? Pues, sígame…
Dan los dos la vuelta en aquella especie de capilla, y el visitante exclama de repente: -Pero, ¡qué horror! ¿Qué tienen ustedes aquí?¡Este esqueleto espantable, y esas culebras que serpentean por entre los huesos podridos!… ¿Cómo aguantan aquí esto?…
El acompañante sonríe: -¿Y no se da cuenta de que es la misma “Señora Mundo” que usted acaba de ver?… Antes la ha visto de frente, ahora la ve por su espalda… (Estatua en San Lorenzo, de Nuremberg)
Aquí tenemos la imagen exacta de lo que es el mundo en que vivimos. Siendo el mismo mundo para todos, unos lo manifiestan con encanto seductor, y otros ofrecen de él un aspecto horripilante.
Mirado a la luz de la fe, tal como nos lo muestra y enseña Jesucristo, el mundo está lleno de encantos, porque salió bello, bellísimo de las manos de Dios, y fue salvado por Jesucristo. Es la señora de la estatua vista por delante.
Pero, por otra parte, el mundo es perverso, que no acepta ni la obra ni la Persona misma de Jesucristo, al que se enfrenta de manera sistemática y constante, de tal modo que Jesucristo ni quiso rezar por él (Juan 17,9). Ese es el mundo malo, el de las serpientes y los sapos asquerosos.
La vida se presenta entonces de doble manera: o como la mujer encantadora o como el mundo mentiroso y traidor. Nosotros, guiados por la fe, admiramos, amamos y seguimos con optimismo al mundo bueno querido por Dios; pero, al mismo tiempo, lo vivimos bajo la guía de una prudencia inteligente y salvadora.
Un filósofo hindú recibió dos enormes diamantes de un discípulo, buen muchacho, que venía en busca de sabiduría: -Maestro, guárdamelos, que en tu mano están más seguros. El profesor los acepta, pero al día siguiente los había vendido, y del mucho dinero de la venta no tenía un centavo, pues todo lo había repartido entre los parias más miserables. Cuando el muchacho, recibidas las clases y dispuesto a marchar, quiere recuperar sus diamantes, se encuentra con esta respuesta del sabio profesor: -Hijo mío, la vida virtuosa vale más que el mundo entero. No lo olvides.
El muchacho le contesta: -Sí, maestro; nos lo has repetido hasta la saciedad en todo este tiempo.
Y el profesor: -La única seguridad de la vida la encontrarás sólo en Dios.
El discípulo replica: -También lo he aprendido muy bien. Tu piedad, gran Maestro, ha sido la lección más provechosa que me has enseñado. Y ahora, al marchar, ¿me puedes devolver mis diamantes?
Concluye el profesor: -Hijo mío, si la vida virtuosa que has aprendido vale más que el mundo entero, y si sabes que Dios es tu fuerza, ¿para qué quieres otros diamantes? De aquí te llevas brillantes de más valía, a la vez que el estuche más seguro o la caja más fuerte para guardar tus joyas…
Así enseñaba un sabio oriental, con mensajes que esparcen muchas centellitas de Evangelio… Porque una lección como ésa concuerda profundamente con la palabra de Jesús: -¿Qué le aprovecha al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma, si se pierde a sí mismo?…
Lo interesante es poseer el diamante de más valía, como es el mundo bueno que Dios pone en nuestras manos, con dones de naturaleza y gracia defendidos por el mismo Dios.
Hoy la Naturaleza entera se nos hace más cercana, más atractiva, más seductora con los adelantos modernos, que nos sirven en bandeja las maravillas que Dios ha creado para nosotros.
Hoy, igual que siempre, ¿quién dice que no es bello el amor, la sonrisa del niño, la intimidad de la familia, o la diversión sana después del trabajo noble, creativo y formador?
Hoy, como desde hace dos mil años, Jesucristo, la Virgen María, la Iglesia, la Vida Eterna que se nos promete y se nos da, todo eso, ¿no es la mayor dicha en que se puede soñar?…
Desde luego, todos estaremos acordes en decir que sí, que todos estos bienes son un puñado de brillantes de más valía que los atesorados por la Corona de Inglaterra.
Pero, sabemos estar al tanto. El mundo engañador; la sociedad secularizada que nos rodea; el ambiente moral en quiebra que nos toca respirar; el conjunto de personas, de ideas y costumbres que se oponen al Evangelio —y que Jesucristo llamó misteriosamente “el mundo”, el mundo malo—, son un ladrón de formas finas y elegantes, el ladrón de guante blanco, que sabe robar y roba tantos tesoros como Dios depositó en nuestras manos con el mundo bueno y con el beneficio inmenso de la Salvación.
Ser prudentes no se opone a ser optimistas. Disfrutamos del mundo y disfrutamos de la vida. pero sin caer en la trampa que el mundo malo nos coloca bajo los pies. Preferimos pasar, porque somos listos, de un mundo bueno a otro mucho mejor, a ese que Dios nos tiene preparado con amor tan grande…