La gloria de los héroes

19. abril 2019 | Por | Categoria: Narraciones Bíblicas

Los libros de los Macabeos forman una parte apasionante de la Biblia. ¡Hay que ver cuántos heroísmos por defender la Ley de Dios, las tradiciones santas del pueblo, la integridad y soberanía de la patria!…

En esos libros encontramos la valentía y perenne juventud de un Eleazar, aquel hombre que, a sus noventa años, muere antes que apostatar de la fe de Israel, sin ceder al disimulo que le proponen para salvar su vida: -¿Cómo? ¿A mis años, disimular yo mi fidelidad a Dios? Jamás consentiré el que los jóvenes se vean inducidos a error por mi mal ejemplo. ¡Yo no echo semejante vergüenza sobre mi vejez!… Y muere con la intrepidez de un muchacho en medio de los tormentos.

Vemos también la valentía sin igual de aquella madre, a quien le arrebatan los siete hijos, uno por uno, y los matan ante sus propios ojos en medio de suplicios atroces, mientras ella, desafiando al rey, los va animando con fortaleza sobrehumana: -Hijos míos, yo no sé cómo habéis aparecido en mi seno, pues no he sido yo quien os ha dado la vida ni ha formado los miembros de vuestro cuerpo. Dios, creador del universo, os devolverá bondadosamente la vida, pues la despreciáis por defender sus santas leyes.
Todo esto ocurría cuando ya no faltaba más que siglo y medio para que al mundo viniera, por medio de Israel, el Salvador prometido por Dios.

Tanto heroísmo como describen los libros de los Macabeos, arrancaba de aquel hombre sin igual, Matatías, que al ver cómo el pueblo iba apostatando de la fe de Israel, se alzó contra los cobardes y castigaba sin piedad a los que abandonaban a Dios y se paganizaban. Pero, sobre todo, animó a sus hijos a ponerse al frente del pueblo para liberarlo la apostasía:
– Hijos míos, defended con coraje la ley de Dios y ofreced vuestra vida por la alianza de vuestros antepasados… Sed hombres y combatid valerosamente para defender la ley, pues en ella encontraréis vuestra gloria.
Y antes de morir, rodeado de sus formidables hijos, les manifiesta su voluntad decidida:
– Vuestro hermano Judas Macabeo, valeroso desde su juventud, será vuestro jefe en el combate y dirigirá la guerra contra los paganos. ¡Ganaos a todos los que observan la ley, y guardad vosotros todos sus preceptos!

Desde este momento, Judas Macabeo se pone al frente de los valientes de Israel. Su vida es una epopeya, y pronto se empieza a hacer famoso entre las naciones vecinas. Su fuerza está en Dios, más que en su estrategia de general y en las armas, como lo declara él mismo a sus tropas, cuando las ve desfallecer:
-¿Me preguntan que cómo vamos a luchar contra una multitud tan poderosa siendo nosotros tan pocos? No es imposible que muchos caigan en manos de pocos, pues Dios igual puede salvar con pocos que con muchos, ya que la victoria no depende del número de tropas, sino de la fuerza que viene del cielo.
Así, con esta fe, Judas Macabeo va de victoria en victoria. Aunque muchas veces sufre traiciones y ve acobardarse a los suyos. Pero él no se rinde nunca.
Hasta que le llega el último día. Un judío apóstata, Alcimo, y un general del rey Demetrio, reciben el encargo de derrotar a Judas Macabeo y de matarlo. Vienen sobre Jerusalén con un ejército de veinte mil hombres, a los cuales se enfrenta Judas Macabeo con sólo tres mil combatientes, muchos de los cuales se acobardan, y al fin no quedan más que ochocientos, a los que anima Judas con ardor:
-Yo jamás huiré delante de ellos. Si ha llegado nuestra hora, muramos valientemente por nuestros hermanos sin manchar nuestro honor.
Se entabla la batalla por la mañana, y Judas se va haciendo con la victoria. Cuando al fin del día ya la tiene en la mano, se le echa encima por la espalda una parte del enemigo, y Judas cae muerto en medio de los suyos. En Israel se levantó un clamor grande, y todos le lloraban:
-¡Cómo ha caído el valiente, el salvador de Israel!
Primero su hermano Jonatán, y después el otro hermano Simón, recogen la herencia de Judas Macabeo y siguen la lucha en pro de la Patria y de la Ley santa del Dios de Israel (1Macabeos 1,2-9; 2Macabeos 6-7)

En estos hechos que nos narra la Biblia, aprendemos a valorar el mérito de nuestros héroes, cuando saben luchar y morir por la patria, por sus tradiciones, y, sobre todo, por su fe en Dios.

Hoy el mundo, al venderse a un materialismo ateo y a un bienestar enervante, va perdiendo la ilusión de la lucha por los grandes ideales de la Religión y de la Patria. Nuestros pueblos americanos, valientes y generosos, no se escapan de esta crisis que padece el resto del mundo. Nosotros queremos reaccionar contra un espíritu de cobardía que nos podría acarrear consecuencias desagradables.

La formación de nuestros niños y de los jóvenes en el espíritu patrio debería ser una prioridad en las escuelas. Imbuidos por ese espíritu, los hombres y mujeres del día de mañana no caerán fácilmente en los contravalores que a nuestra independencia política y a nuestra civilización cristiana le pueden venir de fuera.

La Biblia se desata en elogios a los héroes de Israel, e invita a todos a tributarles la alabanza debida: “Hagamos el elogio de los hombres ilustres…, cuya sabiduría proclaman los pueblos” (Eclesiástico 44, 1 y 15)

Pueblo que no recuerda ni honra a sus héroes es un pueblo que deja morir su historia. Mientras que el recuerdo de los héroes se convierte en semilla de nuevos heroísmos. Lo decimos igual de la Patria que de la Religión. Dios no muere nunca en los pueblos que viven conforme a las gestas de fe que heredaron de sus mayores. Religión y Patria, unidos, son el ideal más apasionante que puede vivir un pueblo…

 

Deje su comentario

Nota: MinisterioPMO.org se reserva el derecho de publicación de los comentarios según su contenido y tenor. Para más información, visite: Términos de Uso