El espíritu de Elías
9. agosto 2019 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: Narraciones BíblicasLa subida de Elías hacia el cielo en un carro de fuego tirado por unos caballos blancos ha excitado vivamente nuestra imaginación desde que éramos niños, y es uno de los hechos más espectaculares entre todos los que leemos de los profetas de Israel (2Reyes 2,1-17)
Elías había sido un celador y defensor de la Ley como ningún otro. Fue el prototipo de los profetas: valiente, lo mismo se enfrentaba a los reyes que hacía degollar a cuatrocientos predicadores del dios Baal.
Al ver que terminaba su misión, se quiere ir solo hasta Betel, pero su discípulo Eliseo se le pone terco desde un principio:
– ¡Por el Señor y por tu vida, ten presente que yo no te dejo!
Eliseo se sospecha todo, y así se lo dice el grupo de discípulos de profetas que les salen al encuentro:
– ¿Ya sabes que el Señor va a arrebatar hoy a tu maestro, y no lo vas a ver más?
Y Eliseo, con cara mohína: -¡Claro que lo sé! Y a callarse todos…
Prosiguen los dos profetas el viaje, y Elías insiste:
– Quédate aquí, por favor, pues yo tengo que ir hasta Jericó por orden del Señor.
De nuevo Eliseo: -¡Te digo y te repito, que yo no te dejo solo!
Elías, una tercera vez:
– Por orden del Señor he pasar el Jordán. ¡Te ordeno que te quedes aquí!
Y Eliseo, cada vez más obstinado:
– ¡Te he dicho que hoy no me suelto de tu lado! Y no insistas.
Un grupo de unos cincuenta discípulos de los profetas los ve junto a la orilla del Jordán, y contemplan cómo Elías se quita el manto, lo pliega, golpea con él las aguas del río, que se dividen y dejan pasar a los dos grandes profetas de Israel. Ya en la otra parte, Elías se dirige a su discípulo y compañero:
– Pídeme lo que quieras antes de que sea arrebatado de tu presencia.
Y Eliseo, que admira a su formidable maestro, le pide, ni corto ni perezoso:
– Dame como herencia dos terceras partes de tu espíritu.
Como si le dijera: Valiente, como tú; celador de Dios y de la Ley, como tú; obrador de milagros, como tú; dirigente de Israel, como tú. En una palabra: en todo igual que tú.
Elías se sonríe, y le contesta:
– Mucho pides. Pero, te voy a dar una señal: si me ves cuando yo sea arrebatado, te será concedido. Si no me ves, no se te dará nada.
Iban caminando y charlando amigablemente, cuando un carro de fuego, uncido a caballos que echaban también fuego por sus fauces, pasó al lado de Elías, lo arrebató y encerró como en un torbellino, y empezó a subir velozmente hacia el cielo, mientras el pobre Eliseo le seguía con la vista y gritaba desaforado:
– ¡Padre mío, padre mío Elías, carro y auriga de Israel!…
No había nada que hacer. Elías se iba al cielo, después de haber luchado como un titán por Dios y por la Ley. Eliseo no se desanima. Agarra el manto que se le había desprendido a Elías, ¡y a comenzar ahora su propia misión! ¡A ser digno sucesor de su maestro Elías! ¡A defender como un héroe los derechos del Señor y a servir al pueblo humilde contra la tiranía de los poderosos!…
¿Acaba aquí la historia de Elías? No. Porque Malaquías, en una profecía célebre, dirá de parte de Dios:
– Yo os enviaré al profeta Elías, antes que llegue el día del Señor, grande y terrible… de modo que, cuando yo venga, no me vea obligado a entregar esta tierra al exterminio (Malaquías 3, 23-24)
Con este vaticinio de Malaquías, Elías entra en la historia del pueblo como la gran esperanza y como el signo de la pronta venida del Cristo. Cuando venga el Mesías prometido a Israel, se le adelantará Elías para prepararle el camino, para disponer los corazones, para que todos acepten al Salvador de Dios.
Pero, ¿de veras que vino Elías antes de Jesús? Elías en persona, no; vino Juan el Bautista, con el espíritu y el ardor de Elías, que señaló a Jesús como el Mesías que Dios enviaba al mundo, como el Cristo Salvador. El mismo Jesús lo dijo de manera inequívoca, para acabar con todos los malos entendidos:
– ¿Saben todos quién es Juan el Bautista, lo quieran aceptar o no? Juan es el Elías que tenía que venir. Quien quiera entenderlo, que lo entienda (Mateo 11,14-15)
Es magnífica la lección que nos enseña este pasaje de la Biblia.
Elías, por una parte, se nos presenta como el defensor imbatible de los derechos de Dios en el pueblo.
Eliseo, a su vez, como el heredero del espíritu de su maestro y padre.
Muchas veces, casi continuamente, hemos dicho y repetimos en nuestro Programa que, en grandes sectores de la sociedad moderna, Dios está siendo arrinconado porque no interesa. Y peor aún, que es combatido ferozmente por los adoradores de los falsos dioses que hoy se fabrican los hombres.
Pero, por obra del Espíritu que siempre actúa en la Iglesia y en el mundo, no faltan ni faltarán Elías valientes que alzarán su voz autorizada para condenar, avisar, exigir y estimular en el pueblo los derechos conculcados de Dios. ¿Qué otra cosa, si no, hacen el Papa y nuestros Obispos?…
A nosotros nos toca, como a Eliseo, recoger el espíritu que nos van legando, uno tras otro, esos Elías de nuestros Pastores. Como verdaderos discípulos de los grandes profetas de Dios, nosotros hacemos lo de Eliseo:
– ¡Santo Padre, no te dejamos solo! ¡Querido Obispo nuestro, a tu lado estamos! Que el Espíritu Santo —¡ése es vuestro Espíritu, el Espíritu que nosotros queremos también!— nos invada y nos penetre para hacer algo nosotros con vosotros por nuestro Dios.
Y como Elías, como Juan el Bautista, por donde quiera que vayamos, iremos preparando caminos para Jesucristo. Ésta, y no otra, es nuestra misión. Cuando vengan los caballos de fuego para llevarnos al Cielo, nos encontrarán con la satisfacción de haber hecho algo por el bien del Reino…