¿Dioses?… ¡UNO solo!
10. junio 2020 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: DiosMuchas veces confesamos la verdad fundamental de nuestra fe: Creo en un solo Dios. Pero, ¿medimos bien las consecuencias de esta nuestra fe? ¿Nos damos cuenta de lo que esto nos exige?… (Catecismo I. C., 199-202)
Al decir que no hay más que un solo Dios, hoy se valora mucho esta expresión.
No hablamos precisamente de ese punto fundamental de la fe —Dios no hay ni puede haber más que uno—, sino de un valor moral: no admitimos nada que nos supla en la vida a Dios.
Antiguamente, al decir un judío que no había más que un solo Dios, equivalía a negar que fueran dios los ídolos que se fabricaba el hombre con oro, plata, piedra o madera…; o que fuesen dioses también esa multitud de personajes de la mitología griega, como Júpiter, Venus o Baco..; o que hubiera que adorar al divino emperador de Roma…
Todo esto fue para los judíos primero, y para los cristianos después, causa de tanta muerte heroica con la que dieron testimonio del Dios verdadero, de nuestro Dios.
Hoy, nadie de nosotros pierde un minuto en atender a esas divinidades tan divertidas y tan ridículas. Y, sin embargo, reforzamos nuestra fe en UN SOLO DIOS porque vemos las desviaciones de muchos, que se olvidan de Dios por inclinarse ante otros dioses modernos que se inventa su pasión o su imaginación alocada.
Hoy se ha caído en la idolatría del dinero, y aquel becerro de oro que se hizo Israel al pie del Sinaí sigue siendo fabricado, tiene muchos adoradores, y faltan Moisés valientes que lo pulvericen…
Hoy se idolatra el horóscopo;
se exalta el placer sexual como valor supremo;
se bromea peligrosamente con la ouija;
se acude a brujos y espiritistas astutos;
se forman hasta iglesias satánicas;
y, en el mejor de los casos, se prefieren creencias y prácticas religiosas exóticas al Dios que se revela a Israel y que Jesucristo nos enseña en forma definitiva e insustituible.
No podemos negar que para muchos es hoy más importante el horóscopo que la Providencia de Dios; el yoga, más que la oración cristiana y los Sacramentos; el dinero y el placer, más que el culto de un Dios que ya no interesa…
Por eso, la fórmula de fe Creo en UN SOLO DIOS, para nosotros no ha pasado ni queremos que pase moda, y menos en nuestros días, cuando se ha hecho más actual e imprescindible que nunca.
Como se ve en seguida, el DIOS UNICO de que hablamos tiene una doble dimensión, religiosa y social o moral. Una y otra son de suma importancia y están muy entrelazadas las dos. Nuestra salvación está dependiendo de esta doble dimensión.
¿Negamos al único Dios? Entonces no nos podemos salvar, es evidente.
¿Creemos en el único Dios, pero admitimos a su lado otros valores sociales o morales que desbancan de nuestras vidas a Dios? Tampoco nos salvaríamos, al colocarnos en oposición a su voluntad.
Es famosa la inscripción sobre la puerta de un convento italiano de Franciscanos, y que dice:
– ¡Un solo Dios! Si es enemigo mío, ¿quién me librará? ¡Una sola alma! Si la pierdo, ¿qué es lo que me queda todavía? (Convento de Fiésole)
La moraleja de esta sentencia radica en ese Un sólo Dios.
Porque, si hubiera dos dioses, cabría la posibilidad de escaparse de uno y refugiarse en el otro. Igual que si se tuviera dos almas.
Pero la única alma que se tiene cae en la mano de un único Dios, y entonces no hay recuperación posible…
Y éste es el caso de la cultura social moderna. Muchos están jugando con el Dios verdadero y único porque lo niegan o prescinden de Él, ya que no les interesa. Y, si es que creen en Dios, se empeñan no obstante en dar la vida a esos dioses de moda que se han formado para sí mismos, pero veremos cómo se van a escapar de ellos…
Hoy nos enfrentamos a la nueva idolatría, que hace dioses de valores humanos que más bien degradan en vez de divinizar.
Por eso, hay que tener la valentía de aquel mártir de la Roma politeísta, al que intima el Juez:
– Ofrece sacrificios a nuestras divinidades.
– ¿Qué divinidades? ¿Las del Imperio? Yo no conozco más que una Divinidad, el solo y único Dios al que ofrezco mis sacrificios.
Un golpe de espada hizo rodar por el suelo la cabeza del valiente confesor de la fe. Y no sólo la de éste, sino la de tantos mártires más (El mártir Procopio)
Un diálogo como ése lo encontramos en las actas de muchos mártires. Negar la divinidad del emperador o negarse a ofrecer incienso a los dioses del Imperio, era firmar la propia sentencia de muerte.
Por algo le decimos a Dios las palabras de un Santo: Señor, Tú eres para mí suficientísimo (S. Antonio Ma. Claret)
El que es UN SOLO DIOS, es también para nosotros el único Dios que necesitamos y nos basta. El Dios con el que somos felices en la tierra, el Dios que nos colmará de felicidad en la vida futura…