La Virgen que nos visita
29. junio 2020 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: MariaEn una de aquellas peregrinaciones de la Virgen de Fátima por los países de Europa, acabada la Segunda Guerra Mundial, llega la bendita imagen a una gran capital. Conversiones sin cuento, muchos milagros también, y llamadas de la Virgen desconcertantes. Una entre tantas.
Aquella chica, buena cristiana, le dice contenta a su novio: -¡Vamos, vamos, no nos la perdamos! Pero el joven orgulloso, contesta con desdén:
– ¿Ir yo a visitar a la Virgen? Si quiere, que venga Ella a visitarme a mí.
Sale de la iglesia la Virgen peregrina y empieza la procesión interminable. Durante su recorrido se encapota el cielo, empieza a llover, los portadores detienen las andas, y las acercan a la casa más próxima para guarecer de la lluvia pertinaz la bendita imagen, ¡casualmente en la entrada de la casa del muchacho petulante!… La Virgen siguió callada. Pero dicen que mientras la novia reía en sus adentros, el novio oía una voz que subía desde la puerta de abajo: -Aquí estoy. He venido por ti. ¿Me querrás abrir?… El joven le abrió el alma, desde luego, para ser después, él y la Virgen, muy buenos amigos…
¿No adivinamos en un incidente como éste lo que la Virgen María ha hecho con el mundo en nuestros días? Estaba muy reciente aún lo de Lourdes, cuando la Virgen puso un dique de contención al Racionalismo que amenazaba con extirpar la fe en Francia, en Europa, en todas partes…
Se echa más tarde el Comunismo implacable sobre Rusia, que hace temblar al mundo entero. Entre tanto, en un rinconcito de Portugal, la Virgen nos alerta:
– Rusia va a esparcir sus errores. Muchos creyentes sufrirán persecución. Pero al fin triunfará mi Corazón Inmaculado, porque Rusia se convertirá… A la vista está el Muro de Berlín hecho polvo, mientras que Rusia va volviendo con paso seguro a Dios.
Nosotros dejamos ahora estos acontecimientos para pensar en otra visita de la Virgen a la Iglesia.
Cuando hablamos tanto del Concilio, ¿pensamos lo que fue el Concilio respecto de la Virgen María? Nunca el Magisterio de la Iglesia había enseñado tan extensa y profundamente el papel de María en el plan salvador de Dios. Y nunca ⎯de manera oficial, como es un Concilio⎯, había exhortado a la Iglesia a mirar a María tan estrechamente unida a Jesucristo y a poner en Ella sus esperanzas, como la mejor colaboradora de Jesucristo a favor de nuestra salvación.
Era la visita moderna de la Virgen, que se detenía a las puertas de la Iglesia y del mundo entero, diciéndoles: -¿Me abres?… No importa que el mal se desate sobre el mundo como una tempestad furiosa: la Virgen ⎯instrumento el más eficaz en la mano de Dios y de Jesucristo su enviado⎯ viene a traerle la salvación tan esperada.
Lo sabía muy bien el famoso rabino de Roma, al que se le pregunta después de su clamorosa conversión: -¿Qué dice de María, un judío como usted?
Y él, con aquella su ponderación, contesta sobre la hija más privilegiada de su raza: -Yo, que soy un elegido de Jesús, he llegado a ser profundamente mariano. ¿Será necesario decir que el culto y el amor a María me ha hecho muy feliz, felicísimo de verdad?… (Israel Zolli)
María había visitado con su inspiración al piadoso judío, y éste supo abrirle la puerta…
La iniciativa de la salvación es toda de Dios Padre, que le dice a su Hijo divino: -Vete al mundo, y sálvalo. El Espíritu Santo toma el asunto como cosa propia suya, y prepara a María para que sea una Madre digna de Dios. “Y fue concebido por obra del Espíritu Santo”, confesamos en el Credo.
María, libremente, acepta humilde y dócil la misión que Dios le confía, y se convierte en la primera salvada y en el principio de la salvación para los demás.
Por ser la Madre ⎯madre verdadera⎯ de Jesucristo, queda ligada estrechamente a la obra salvadora de su Hijo. Al permanecer firme junto a la Cruz, se asocia libremente también a la obra redentora de Jesucristo, el cual le confía en aquel instante supremo toda la Iglesia cuando le dice, señalando a Juan y en él a todos nosotros: -Ahí está tu hijo… Y a Juan: -Ahí tienes a tu madre.
Esto es lo que Dios nos ha revelado sobre María y lo que la Iglesia ha creído siempre desde un principio. ¿Es entonces extraño que la Virgen visite a sus hijos, y mire por la Iglesia cuando más la necesitan?…
Los Pastores de la Iglesia, reunidos en Concilio, lo dijeron con unas palabras inolvidables:
– María, al aceptar el mensaje divino, se convirtió en Madre de Jesús, y al abrazar de todo corazón y sin estorbo de pecado alguno la voluntad salvífica de Dios, se consagró totalmente a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo con diligencia al misterio de la redención con Él y bajo Él, con la gracia de Dios omnipotente (LG 56)
¿Entendemos el papel de María?… El Evangelio nos lo dice de una manera deliciosa. Apenas María ha quedado convertida en la Madre de Dios, emprende el camino a casa de Isabel, que estalla a gritos: -¿Cómo es esto? Sólo con tu saludo, la criatura que llevo en mi seno está dando saltos de alegría.
Así era. Jesús, que viene encerrado en el seno de su Madre, empieza su obra salvadora santificando al Bautista el Precursor antes ya de que vea la luz. Porque esto es la visita de María: un llevar consigo a Jesucristo adondequiera que vaya, y un darlo a todos para su salvación.
Vale la pena abrir a María la puerta del corazón. Para cuando nosotros vamos a visitarla, Ella nos ha tomado la delantera y nos pregunta cariñosa como al muchacho: -¿Me querrás abrir?… Y como nosotros le abrimos de par en par la puerta, ¡hay que ver cómo nos llena la casa de la gracia de Jesucristo!…