Los signos de la Iglesia
18. junio 2020 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: IglesiaHablamos muchas veces de la Iglesia, de nuestra Iglesia Católica, dejada por Jesucristo en el mundo como signo y como instrumento universal de salvación. ¿Merece la Iglesia ser creída?…
Hay en el Evangelio un hecho singular entre Juan el Bautista y Jesús. El pobre Juan ha parado como todos los profetas: preso, fracasado, y a punto de morir a manos de Herodes. Ha anunciado la llegada de Jesús, el Cristo esperado, y teme no haya sido todo una ilusión suya. Por eso manda a preguntar al mismo Jesús:
– ¿Eres tú el Cristo que esperamos, o es otro el que ha de venir?
Y Jesús, que estaba realizando milagros entre las turbas, responde:
– Volved a Juan, y decidle lo que habéis visto: los ciegos ven, los sordos oyen, los leprosos quedan limpios, los muertos resucitan… (Mateo 11,2-06)
Es decir, Jesús apela a los milagros como signos, como señales, como pruebas, y es como si nos dijera:
– Esto que yo hago, ¿lo puede hacer alguien fuera de Dios? ¿Yo lo hago en nombre de mi Padre?…
Juan entendió. Jesús era forzosamente el Cristo…
Hoy nos encontramos nosotros frente a la Iglesia en las mismas circunstancias que Juan. La vemos admirada por unos, perseguida por otros, blanco de contradicción para todos. Y nos preguntamos:
– Esta nuestra Iglesia Católica, ¿es la Iglesia verdadera de Cristo ¿o hemos de mirar hacia otra parte?…
Y la Iglesia no tiene otra respuesta que decir:
– Quienquiera ver, que mire lo que yo hago. ¿Se cumplen en mí o no se cumplen en mí los signos y señales que Jesucristo dejó como manifestación del Reino? ¿Hay alguna otra institución que siga realizando lo que Jesucristo mandó y aconsejó? Entonces, si no me creéis a mí, creed a las obras que yo hago en nombre de Jesucristo.
Por eso, miramos el Evangelio en algunos de sus pasajes más significativos sobre lo que Jesucristo determinó sobre su Iglesia, y vemos entonces cómo en la Iglesia Católica se siguen realizando esas notas que le asignó su divino Fundador.
Por ejemplo, Jesús les dijo a los apóstoles antes de irse al Cielo:
– En mi nombre expulsarán a los demonios, hablarán nuevas lenguas, agarrarán con la mano las serpientes y beberán veneno sin que nada les pase, impondrán las manos a los enfermos y los curarán (Marcos 16,17-18)
Preguntamos ahora:
– ¿Hay milagros en la Iglesia Católica?
A quienes duden, se les puede invitar a que pidan los expedientes de los milagros que se realizan para beatificar y canonizar a los Santos. La Iglesia no declara la santidad de nadie si no lleva la firma de Dios, que es el milagro. Y el milagro debe ser claro, patente, curación repentina de una enfermedad grave e incurable, y examinado y comprobado por médicos competentes, católicos y no católicos, para quitar toda sospecha de parcialidad. Sin esos milagros, el Papa no eleva a nadie a los altares.
O como pasa en Lourdes o Fátima. Se realizan muchos, muchos milagros. Aunque la Iglesia es tan rigurosa que, después de serios procesos médicos, sólo se aceptan muy pocos.
Sabido es el caso famoso de Alexis Carrel, Premio Nobel de Medicina. Incrédulo total, pero hubo de diagnosticar sobre un milagro de Lourdes. Como honesto y riguroso profesional, lo examinó todo, y acabó con amargura:
– ¡No creo en nada! Pero esto es inexplicable, y aquí hay eso que llaman milagro.
Aquí le esperaba también Dios al ilustre Médico, pues no tuvo más remedio que convertirse en hijo fiel de la Iglesia Católica.
Jesús dio otras señales. Por ejemplo, la perduración del Pontificado de Pedro a pesar de todos los ataques del infierno. ¿Se ha cumplido y se cumple la promesa del Señor? Aquí podríamos traer testimonios abundantes. Baste, uno entre tantos, el del gran poeta judío alemán, que ha de confesar:
– Hace tiempo que he renunciado a luchar contra la Iglesia Católica. Conozco bien la medida de mi fuerza espiritual para saber que nunca, ni siquiera con el más vehemente de mis ataques, sería capaz de abrir brecha en ese coloso sin igual que es la Iglesia de San Pedro (Heine)
Es cierto. Los enemigos de la Iglesia, desde Herodes y el Imperio hasta el comunismo, el nazismo y las sociedades secretas, ya no saben qué inventar para acabar con el Papa y la Iglesia. Llevan dos mil años de pruebas, y nada les sale bien. A ver qué harán en el Tercer Milenio y en los siguientes…
Y no hablamos del milagro moral —mucho más grande— el de la santidad que florece en la Iglesia Católica. No se ha acabado la generación de los santos, sino que cada vez se agranda más.
Podemos mencionar también en nuestros días la opción decidida por los pobres y los enfermos, atendidos por esos religiosos y religiosas, que han renunciado al amor más querido, para darse a los más necesitados, sin otra recompensa que la alegría de servir a Jesucristo en sus miembros dolientes.
Una Madre Teresa de Calcuta vale por mil libros…
Hoy la Iglesia presenta estos signos, que descubren solamente los que no cierran los ojos a la luz, sino que tienen la mirada limpia…