Metiéndonos en la Trinidad

23. diciembre 2020 | Por | Categoria: Dios

Cuando vamos a la Misa, el sólo saludo del sacerdote es una catequesis incomparable sobre el primer misterio cristiano, sobre la verdad más profunda, sobre la realidad más grande que vivimos los creyentes.
Efectivamente, nos dice con palabras del apóstol San Pablo: La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con vosotros. ¡Como quien no dice nada!…

¿Recordamos todos lo que se nos enseñaba cuando aprendíamos el catecismo? La primera lección era la más importante, desde luego: No hay más que un solo Dios, y en Dios hay tres Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y venían las explicaciones y comparaciones para hacernos entender lo que no se puede entender. Era difícil, pero había que hacerlo, porque teníamos que saber lo más importante que Dios nos ha revelado.

Todo eso estaba muy bien. Pero ahora hemos vuelto a lo de los primeros cristianos: queremos vivir la realidad de la presencia de Dios en nosotros; nos contentamos con saber lo que cada una de las Tres Divinas Personas ha hecho en nosotros; suspiramos por la gloria que se nos va a revelar cuando entremos a ver a Dios en el Cielo… Y así, preferimos vivir la realidad de la Santísima Trinidad en la vida de la Iglesia, lo cual vale mucho más que discutir sobre el misterio de los misterios. ¡Allá los teólogos en sus clases!…

¿Y qué pensamos nosotros de la Santísima Trinidad? ¿Qué ha hecho la Santísima Trinidad por nosotros? ¿Cómo nos ha revelado el Evangelio el misterio de la Santísima Trinidad?

La primera cristiana en saberlo, aunque fuera todavía en misterio, fue la Virgen María. En el anuncio del Angel vino la primera revelación: El Espíritu Santo vendrá sobre ti…, y el hijo que vas a concebir será el Hijo del Altísimo…
María, puesta a pensar, ve que ese su Hijo tiene por Padre a Dios, que el Hijo que va a tener es Hijo de Dios, y que todo lo va a realizar —porque allí no entra varón— el Espíritu Santo de Dios?
¿Cuántas vueltas no daría la Virgen a estas palabras misteriosas? ¿Y cómo no se llenaría su mente de pensamientos tan altos? ¿Y cómo no las viviría en su corazón?… Desde este momento, María es la imagen de la Iglesia en la vivencia del primer misterio cristiano.

Llega el Jordán, y salido Jesús del agua, ven Juan y todos los circunstantes cómo al rasgarse los cielos aparece el Espíritu Santo en forma de paloma, se posa sobre Jesús, y se oye la palabra imponente y tierna del Padre: ¡Este es mi hijo queridísimo!…
Los que quisieran discurrir, hubieran empezado a darse cuenta de que el Dios único de Israel no era un Dios solitario y unipersonal, sino que vivía en el amor de Tres Personas distintas.
Los judíos de entonces no lo entendían, pero Dios empezaba a manifestarse a todos tal como es Él en su vida íntima.
Otras manifestaciones hará Jesús a lo largo de tres años. Pero la palabra definitiva la pronunciará antes de irse al Cielo: Id, y predicad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

Al llegar el día de Pentecostés, disipadas todas las dudas e iluminadas las mentes por la luz del Espíritu, que venía para enseñar a la Iglesia toda la verdad, los creyentes sabrían —como lo sabemos nosotros hoy—―que Dios es Padre, es Hijo y es Espíritu Santo. ¡El Dios que nos ha salvado! ¡El Dios que vive en nosotros! ¡El Dios que nos espera! ¡El Dios que será nuestra felicidad eterna!…

Hoy la Iglesia, en su catequesis conciliar, nos mete de buenas a primeras en la vivencia de este misterio adorable.
¿Quién es Dios? El Dios que nos ama, y porque nos ama se nos revela, nos salva y se nos da.
¿Quién es Dios? El Dios en Tres Personas, cada una de las cuales realiza nuestra salvación.
¿Quién es Dios? El Dios cuya acción nos manifiesta quién es cada una de las divinas Personas.

– ¿Quién es Dios? Es un Dios Padre, que ama tanto al mundo hasta enviar su Hijo único para que el mundo se salve y no se pierda para siempre.
– ¿Quién es Dios? Es un Hijo, que acepta la voluntad de su Padre y se hace hombre para pagar la deuda inmensa que nosotros teníamos contraida con Dios. Jesucristo es Dios perfecto y es Hombre perfecto. Murió por nuestra salvación, y ahora está glorificado en lo más alto de los cielos. Es el Señor, el único Altísimo, el Rey inmortal de los siglos.
– ¿Quién es Dios? Es un Dios Espíritu Santo, que en el seno de la Trinidad impulsó el amor del Padre y del Hijo para que se llevara a cabo la obra de nuestra salvación. A impulsos también del Espíritu, Jesús se abrazó con la cruz, y, resucitado el Señor, es ahora el Espíritu Santo el enviado por Jesús a la Iglesia para santificarla, guiarla y llevarla a su consumación final.

¿Quién es Dios? Es un Dios Padre e Hijo y Espíritu Santo, que, a pesar de llenar el Universo entero con su presencia y su poder, se hace al parecer tan pequeño que se esconde entero en el corazón de cada uno de nosotros, pues el Espíritu Santo se derrama en nuestros corazones, y el Padre y el Hijo vienen y hacen en nosotros su morada…

Cuando así se nos presenta hoy el misterio de la Santísima Trinidad, nos sentimos más satisfechos con nuestra fe. Y cada uno le dice al Dios Uno y Trino, como le debía decir la primera agraciada con el conocimiento de esta verdad: ¡Quédate conmigo, Señor! Sé Tú mi verdadero gozo…
La Virgen diría o no diría estas mismas palabras. Pero eran la realidad de lo que a María le llenaba el corazón…

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