Bautizados

23. febrero 2021 | Por | Categoria: Nuestra Fe

No es la primera vez ni será la última que, en nuestro Programa de Evangelización, tocamos un tema muy entrañado en nuestras mentes cristianas, como es el del Bautismo. Porque somos conscientes de la grandeza del mismo y de la carga, fuerte pero sublime, que nos ha echado encima. Nos invita a esta consideración el gran Catecismo de la Iglesia Católica, que nos dice:
– “Los bautizados, por su nuevo nacimiento como hijos de Dios, están obligados a confesar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios por medio de la Iglesia, y a participar en la actividad apostólica y misionera del Pueblo de Dios” (1270)

En unos Ejercicios Espirituales para Jóvenes, chicos y chicas, en que me tocó tomar parte, el Director nos habló de este punto vital de la vida cristiana. Al final, el Sacerdote nos leyó, guardando el anonimato, el escrito de uno de los participantes y que después nos repartió fotocopiado a todos como fruto de aquellos días benditos. Con el desparpajo y el desenfado propio de un muchacho apasionado, el escrito aquel decía, con preguntas punzantes que se hacía a sí mismo:

No me ha gustado nada la frase de  Ghandi, eso de Me gusta Cristo, pero no me gustan los cristianos. Desgraciadamente, el héroe de la independencia de la India decía la verdad. Es cierto que él hablaba de los cristianos protestantes de Inglaterra, que eran los que él conocía. Pero, ¿puedo asegurar que no hubiera dicho lo mismo de los cristianos católicos de nuestras tierras, si nos hubiera observado?
Yo soy un cristiano de aquí, de mi tierra, de mi país concreto, de mi pueblo, de mi parroquia, de mi familia, de mi grupo, de mi Universidad. ¿Podrán un día señalarme a mí con el dedo, y decir por causa mía que Cristo está muy bien, pero esos sus cristianos están muy mal?…
Mi vida de ahora, ¿es de un cristiano, si o no?
Quien me ve, ¿se encuentra en mí con Cristo, sí o no?
¿Vivo la amistad divina a la que me elevó mi Bautismo, sí o no?
¿Pacto con los enemigos a los que declaré guerra sin cuartel cuando recibí el Bautismo, sí o no?
¿Permanezco en la fe que profesé en el Bautismo, sí o no?
¿Cumplo el mandamiento del amor al que me comprometí cuando me bautizaron, sí o no?
¿Hago algo por la Iglesia, de la que el Bautismo me hizo miembro, sí o no?
En resumidas cuentas, ¿vivo como bautizado, sí o no?
El reproche de Ghandi, Cristiano que no manifiestas a Cristo, ¿va contra mí, sí o no?
¿Seré en adelante lo que he sido hasta ahora, un cristiano a medias, de esos que ni fa ni fui, o voy a cambiar radicalmente, sí o no?”…

La verdad es que este escrito de aquel compañero, y que he guardado siempre, nos cuestiona a todos los bautizados. No nos basta ser cristianos, hemos de actuar como cristianos.
Con la rudeza franca de las preguntas anteriores, ninguno de nosotros se coloca en una postura hierática de acusador, sino de persona reflexiva que discurre, que medita, que resuelve.
Ni ponemos cara de pesimistas. Muy al contrario. Sentimos que cuando tenemos la lealtad de enfrentarnos con nuestros fallos, entonces es cuando somos hombres y mujeres valientes y libres, que no transigimos con la hipocresías de estar bautizados y no vivir las realidades grandiosas de nuestro Bautismo.

Me viene ahora a la mente el caso de aquel príncipe real de China, cuando a mitad del siglo dieciocho se desató la gran persecución contra los cristianos.
El joven príncipe es puesto entre cadenas a causa de su fe católica. Las cadenas pesaban setenta libras ⎯tormento típicamente oriental, que destroza sin matar⎯, y tan enorme peso le produce llagas sangrientas y dolores vivísimos. Un lacayo fiel que antes le servía en su palacio, le quiere poner tela de lino bajo las cadenas. Rehusa con decisión, pronunciando unas palabras que sintetizan todo el Evangelio:
– ¿Has oído jamás que nuestro Señor en la noche de su Pasión procurara librarse de las cadenas o mitigar sus padecimientos?

Cuando el Evangelio se entiende así, sabe llevar a las últimas consecuencias las exigencias del Bautismo. El darnos lecciones semejantes es propio de los más valientes, como son los mártires que derraman su sangre en testimonio de su fe.

Pero esto no quiere decir que los demás bautizados no estén llamados a profesar la fe de manera semejante. Aunque parezca poca cosa, es también de muy valientes la fidelidad a los deberes más elementales del cristiano.
Si analizamos las exigencias a que nos someten tantas veces nuestros sacerdotes en las celebraciones de la Palabra, veremos que siempre nos repiten lo mismo, y no como pobre recurso oratorio, sino como la verdad más elemental de nuestra vida de bautizados. Y así, nos dicen continuamente:

Vivir con constancia y fidelidad inquebrantable el deber de la Misa dominical; cumplir con las leyes más sagradas del propio estado; trabajar cada día con la humildad y sentido del deber del mismo Jesús en Nazaret; ser perseverantes en la oración de cada día; hacer algo, pero con constancia, en algún apostolado de la Iglesia; ir contra corriente ante ciertas costumbres que no dicen con nuestra vocación cristiana…, todo esto, tan fácil al parecer, es nuestra cruz y nuestro testimonio de bautizados.

Con un programa semejante, dejaríamos muy contento a nuestro exigente compañero de los Ejercicios aquellos, porque habríamos dado la vuelta al revés a las palabras de Ghandi: ¡Como me gustan esos cristianos, que así revelan a su Cristo!…

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