Dios es PAZ
7. julio 2021 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: DiosLeemos en la Biblia unas palabras que nos abren de par en par las entrañas misericordiosas de Dios, cuando nos dice Él mismo: “Yo sé los planes que tengo sobre vosotros: planes de paz, y no de angustia, planes que os den la prosperidad y os infundan esperanza” (Jeremías 29,11)
En la iglesia de una pequeña ciudad campesina, había un cuadro grande que los feligreses guardaban con veneración: representaba un altar de piedra, y sobre la losa el Cordero degollado; en el fondo, la Cruz inmensa que abarcaba los espacios; y circundado todo con el arco iris de los días de Noé.
Los campesinos lo enseñaban ufanos a los visitantes, aunque su valor artístico fuera muy escaso. El sacristán daba siempre la misma explicación:
– ¿Ven ustedes? Lo pagó todo el pueblo después de la guerra que duró cien años. Nuestros abuelos lo llamaban “El cuadro de la paz”.
Quizá la pintura aquella escaseaba en arte, pero lo cierto es que abundaba en teología, con las tres grandes señales de la paz de Dios: el arco iris, después del diluvio devastador; el cordero pascual, después de la dura esclavitud; la Cruz de Cristo, esperanza después del gran fracaso de la Humanidad. Y toda la idea, encerrada en una sola palabra: PAZ.
Es ésta una palabra que define al mismo Dios. Dios es Paz, porque dentro e su Trinidad bendita es todo armonía, amor, gozo, felicidad inalterables. Y eso es lo que nos da a los hombres, expresado por su mismo Hijo Jesucristo, que nos dice de parte de su Padre: “La paz os dejo, mi paz os doy” (Juan 14,27)), eco del primer anuncio de la salvación, coreado por los ángeles en los cielos de Belén: “¡Paz a los hombres, que ama el Señor!” (Lucas 2,14). El saludo “¡La paz con vosotros!” del Resucitado (Juan 20,20), encerraba todo el cúmulo de las bendiciones mesiánicas, proclamadas a lo largo de toda la Biblia:
-“Paz en la tierra y paz en los cielos. Paz en nosotros, paz con Dios, paz con los hombres, nuestros hermanos. Paz individual y paz social. Paz de los hombres con los hombres, de razas con razas, de siglos con siglos. Paz que debe consumarse en la definitiva y eterna paz, en la que Dios-Paz se dará en visión pacífica a sus hijos en el lugar de la paz. ¡Paz!” (Cardenal Isidro Goma)
San Pablo, al enterarse de ciertas desavenencias en la Iglesia de Corinto, escribía: “Dios nos ha llamado a un estado de paz”, porque “Dios no es Dios de discordia, sino de paz” (1Corintios 7,17; 14,33). Por eso, “el reino de Dios no consiste sino en la justicia, en la paz y en el gozo del Espíritu Santo” (Romanos 14,17)
Un condenado a largos años de prisión, y que antes había vivido siempre alejado de Dios, nos daba un testimonio conmovedor. Al preguntarle el capellán qué tal estaba, contesta secamente: -Mejor que fuera.
El sacerdote, ante semejante salida, quiere seguir el diálogo iniciado tan extrañamente: -Bien; de seguro que usted tuvo que sufrir una gran miseria.
El detenido, con cierto orgullo: -¿Yo, pasar miseria? Tenía lo que quería para comer y beber, y siempre en compañía bien alegre.
Sigue el sacerdote: -Entonces, ¿por qué está mejor en la prisión que fuera?
El preso toma una actitud serena y grave, con pleno dominio de sí mismo:
– Padre, tengo mucho tiempo para meditar. ¿Sabe usted qué cosa es Dios? Dios es PAZ. Cuanto más alejados estamos de Dios, más lejos nos hallamos de la paz; y la paz interior es la paz verdadera. Usted lo sabe: he puesto orden en mis relaciones personales con Dios, he encontrado a Dios, y disfruto de la paz más grande.
Amigos lectores, les hago ahora una confidencia. El día en que leí este testimonio en un libro muy autorizado, el periódico traía el reporte de una organización mundial sobre el tráfico de armas. Este condenado a prisión nos contaba su felicidad al estar en paz con Dios. Y el periódico nos comunicaba, con la frialdad espantosa de los números, cómo los hombres se empeñan en echar a perder los planes de paz que abriga Dios con el mundo.
Voy al informe aquel. El año 2000, con el que acababa el siglo, alcanzó la compraventa mundial de armas la cifra espantosa de casi treinta y siete mil millones de dólares. Fabrican las armas las naciones más ricas, y las compran por igual los países ricos y los países más pobres. Hay armas poderosas que solamente están en posesión de los ejércitos nacionales; y están las armas pequeñas, las manuales, las que se ponen en manos de cualquiera que legalmente o ilegalmente las quiera comprar (Avvenire, 23-Agosto-2001)
Sabiendo esto, que todo el mundo está armado hasta los dientes, ¿qué se puede esperar apenas estalla un conflicto, aunque no sea más que tribal en el África, o casero en uno de nuestros pueblos, o interpersonal entre dos rivales?…
Aunque el mundo se empeñe en la guerra, Dios no abandona sus planes de paz. Nos ama mucho, y nos brinda siempre el don de su paz.
A nivel personal, desde luego. La tranquilidad de la conciencia es el fruto y el testimonio de la paz que existe entre Dios y cada uno de nosotros. Esa paz, que es un banquete interrumpido del alma con Dios. Por algo decía aquel muchacho del Encuentro Juvenil que la Gracia le resultaba una verdadera “ganga”…
A nivel social, Dios quiere lo mismo. Dios es enemigo de la guerra, con la que perdemos todo; y ama la paz, con la que tenemos todo bien. ¡Por algo en la Iglesia rezamos siempre por la paz!…
Dios es paz. Dios es la paz. PAZ, es un nombre propio de Dios, tan propio como “amor” o “justicia” o “eternidad”. Y así, nos dice continuamente por Jesús: “Mi paz os dejo, mi paz os doy”. ¿Cuesta mucho el aceptarla?…