El “joven” Eleazar
30. mayo 2022 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: Narraciones BíblicasMuchas veces se dice y se repite que la juventud no es patrimonio de los años sino de la frescura y vigor del espíritu. Y que hay ancianos que son una maravilla de muy jóvenes, y jóvenes que son una pena de ancianos.
Mejor que con muchos discursos, lo vemos en un caso precioso que leemos en la Biblia.
Al hojear en el segundo libro de los Macabeos la persecución del rey Antíoco contra los judíos, nos admira y conmueve especialmente el martirio de Eleazar. Será difícil encontrar en toda la Biblia un anciano con espíritu más joven y valiente.
Había leyes en la Biblia que eran meramente disciplinares. Con una interpretación un poco amplia, se podían haber dejado de cumplir, y no por eso se hubiera abandonado la alianza con Dios.
Pero, quebrantarlas era un signo de infidelidad. Y esto no se lo podían tolerar los judíos más fervientes. Era el caso de la carne de cerdo, prohibida por la Ley. Y es con lo que se encuentra Eleazar.
Anciano venerable, escriba o legista respetadísimo, a sus noventa años se enfrenta con la persecución de la manera más heroica. Ante la mesa están las carnes de cerdo sacrificadas sacrílegamente, para hacerlas comer conforme al decreto real. A Eleazar le abren la boca y le meten un bocado a la fuerza. Pero él lo escupe con desprecio a la vista de todos. Los que presiden el sacrificio sacrílego, antiguos compañeros y amigos, lo toman aparte y le proponen la mejor solución, según creen ellos:
– Prepárate tú mismo carnes permitidas, de cordero, de res, de lo que quieras. Las traemos aquí con disimulo, y comes de ellas, y a los ojos de los demás parecerá que comes carne de cerdo. Así te librarás de la muerte, y no habrás quebrantado la Ley.
Pero el viejo valiente responde con dignidad:
– ¿Hacer yo eso?… ¡Jamás! Desde niño he guardado todo lo prescrito por la Ley de Dios. Podéis mandarme al sepulcro cuando queráis. ¡Estaría bien que ahora vinieran los jóvenes y tomaran mal ejemplo de mí! Que empezaran a decir: Eleazar, a sus noventa años, se ha pasado al paganismo; entonces, también nosotros podemos hacer lo mismo.
Insisten los amigos:
– ¡No, hombre, no se trata de eso!…
Pero Eleazar, más firme:
– Sí; eso es lo que pasaría. Con mi mal ejemplo arrastraría a los jóvenes a la apostasía y a la perdición. Además, puedo escaparme del castigo del rey. Pero no me escaparía entonces del castigo de Dios, que me va a juzgar.
Como vemos, el valiente viejo apela a su conciencia, mientras que los amigos acuden a una interpretación amplia de la ley:
– Pero, ¿no ves que se trata solamente de disimular un poco y salvar tu vida?
Eleazar da su última palabra, digna de una epopeya:
– No insistáis. Prefiero mostrarme digno de mis canas, morir por la santa Ley de Dios, y dejar a los jóvenes un ejemplo que seguir.
La compasión de los antiguos amigos se cambia ahora en refinada crueldad. Llevado al suplicio, el santo viejo gime bajo el peso del dolor. Pero se mantiene firme, y exclama, a punto ya de morir:
– El Señor, que lo ve y lo sabe todo, ve y sabe que, pudiendo librarme de la muerte, soporto con gusto en mi alma, y por su amor, los azotes y tantos dolores de mi cuerpo. ¡Bendito sea Dios!
Y acaba el relato bíblico con esta consideración y esta alabanza:
– Así murió, dejando no sólo a los jóvenes, sino a toda la nación, un gran ejemplo de nobleza y de virtud.
Ante un hecho semejante, sobran nuestras palabras. El silencio es el mejor homenaje. Pero las reflexiones se amontonan en nuestra mente.
Ante todo, pensamos en el poder de la conciencia. ¿Le hubiera valido algo al viejo Eleazar el disimulo? ¿Hubiera podido engañar a Dios, y engañarse a sí mismo?…
Se necesita valentía para demostrar por fuera lo que se lleva dentro.
El mundo se nos puede reír, porque no estamos al día con modas muy contrarias al Evangelio de Jesucristo. Pero la Gracia nos hace triunfar de las críticas burlonas, peores que las balas sangrientas.
Es difícil a veces manifestarse católico, sabiendo que se va a chocar con los que piensan lo contrario o disimulan su fe y su piedad…
Después, se manifiesta claro el poder del testimonio, positivo o negativo.
¿Un mal ejemplo?… ¡A qué consecuencias no puede llevar! ¡Las catástrofes que puede causar!…
Por el contrario, ¿un ejemplo de valentía, de fe, de vida cristiana auténtica y generosa?… ¡Cuánto bien que puede producir! ¡La gloria que da a Dios, la vitalidad que proporciona a la Iglesia, y los hermanos que puede salvar!…
Martirio significa testimonio. ¿Pensar que se va a derramar la sangre por Cristo?
No es normal, ni mucho menos. Porque habría que vivir en países de persecución religiosa sangrienta.
Pero, ¿es un imposible el pensar en el testimonio de la propia vida, que, vista por jóvenes y no jóvenes, arrastre a todos a ser fieles a Dios, a Jesucristo y a su Iglesia? No cuesta mucho intentarlo…