Los grandes momentos familiares
25. julio 2023 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: Familia¿Es cierto eso de que la Familia es una “iglesia doméstica”?… Nada más oír la palabra “Iglesia”, nos vienen a la mente el templo, la Misa dominical, el cura, ceremonias religiosas… ¿Es esto, entonces, lo que tenemos que trasladar a la familia? En cierto modo, sí. Porque la familia tiene su templo en la propia casa; sacerdotes son todos sus miembros; la oración es la función primordial que se desarrolla en su recinto; y bautismos, comuniones y bodas son acontecimientos que se celebran a la par en las dos iglesias: la parroquial y la familiar…
¿Qué decimos de estos hechos, tan entrañados en una familia cristiana? Las fiestas que tales actos traen al hogar, se convierten en los grandes momentos familiares. Por eso, mirados con ojos de fe, no hacemos de las fiestas unos encuentros que se desarrollan sólo en la mesa y en el salón de un restaurante.
La Oración es de cada día. Algunos Sacramentos son ocasionales; pero, si ya se celebraron todos los que podían esperarse, nos recuerdan y reavivan los momentos más felices que hemos pasado en el hogar.
¿Qué significa la ORACION en la familia? Cuando todos sus miembros rezan juntos,
– la oración se convierte en la llave para el día y el candado para la noche, porque abre la puerta a todos los bienes de Dios, y nos los guarda celosamente después;
– la oración resuelve de la manera más sencilla las disonancias, y afloja las tensiones, porque, al rezar, se olvidan las diferencias de los caracteres, se liman las asperezas y se perdonan los tropiezos;
– la oración purifica el aire de la casa, en la cual se ha metido insensiblemente, queramos que no, el ambiente malsano de costumbres modernas inaceptables, y en nuestro hogar queremos ambiente de cielo, que conserve sano nuestro organismo espiritual;
– la oración santifica la paz familiar, y la conserva como un don de Dios;
– la oración, finalmente, reviste de dignidad sacerdotal a todos los miembros de la familia, para celebrar juntos el culto más agradable al Cielo (Keppler, ampliado)
Cuanto más se reza en casa, más fuertes son sus muros (Kolping). Casa que reza, casa segura.
Si la oración en el hogar es de cada día, los Sacramentos son ocasionales. Pero, cuando se presentan, ¡hay que ver lo que significan para la familia, lo que la santifican, las bendiciones que le traen de Dios!
Cuando viene al hogar un nuevo retoño, ¿qué es lo que hace el BAUTISMO? Para el recién nacido, es haberse convertido en hijo o hija de Dios. Hijo o hija en toda su espléndida realidad. Ha recibido la cédula, el carnet de identidad, o tarjeta de ciudadanía, nada menos que del Reino de los Cielos. Con esa cédula en la mano, esa criaturita es más rica que el mayor millonario de Estados Unidos…
Los hombres de mayor fe, han mirado el bautizo de sus hijos como el acontecimiento supremo del gozo familiar. Y el bautizo suyo propio lo vieron siempre como la grandeza mayor a la que pudieron aspirar, la suprema gloria, el gozo más cumplido. Uno de los generales más distinguidos del ejército de Napoleón, dijo una vez ante el mismo Emperador y los jefes de su Estado Mayor:
– ¿Saben ustedes cuál es mi mayor aspiración, lo que llenaría todas mis ilusiones? Pues, no les extrañe: mi mayor anhelo, después de estas campañas, es vivir en la misma parroquia en que fui bautizado. El pueblo y la iglesia en que fui hecho hijo de Dios, son para mí la patria espiritual, tanto más querida que nuestra Francia (General Drouet)
El Bautismo, en su celebración o en su recuerdo, es la fiesta suprema de la familia cristiana. La fiesta que adelanta la otra fiesta, la de la entrada definitiva en un Cielo al que el Bautismo dio pleno derecho.
¿Y qué significa la PRIMERA COMUNIÓN en el hogar? Toda una lluvia de gracias y bendiciones sobre la familia entera, cuando la Comunión es esto: una comunicación del niño o de la niña con Jesús, con su amiguito Jesús. La inocencia de esos ángeles del hogar es el tributo más bello que los padres ofrecen a Dios, y Dios, en retorno, obra maravillas.
Como le sucedió a un Ingeniero de París, que vuelve a Dios por el recuerdo de su Primera Comunión. Encuentra un librito pequeño en la calle, perdido por una niña cuando iba al Catecismo. Lo recoge el caballero, lo lleva a la parroquia más cercana, y allí lo deja para su propietaria, si es que aparecía. Sí, la niña lo reconoció: era el suyo.
Pero, la primera hoja en blanco llevaba ahora este escrito: Este catecismo recordó al Ingeniero que lo encontró en la calle el día más hermoso de su vida: el de su Primera Comunión. No conoce a la pequeña propietaria de este librito, pero le desea que pueda recordar con gozo este día durante toda su vida. Firmaba: Un desconocido.
¡Harto conocía Jesucristo al que un día lo había recibido a Él con inocencia de ángel!…
Vendrá, finalmente, al hogar una fiesta de BODAS. El día más soñado de padres e hijos. El que une a todos como ningún otro día del calendario. El que, entre los convidados, mete en la casa al invitado número uno, Jesucristo, con la Madre bendita al lado, para hacer de la fiesta la reproducción, la repetición más fiel, del acontecimiento dichoso de Caná.
¿Exageramos al llamar a la familia la “iglesia doméstica”?… No. Pero, miramos de que no se introduzca en el templo ninguna profanación. Profanación no queremos ninguna. Porque nuestra ilusión es conservar el templo del hogar de tal manera sólido, que no se forme en sus paredes ninguna grieta que pueda causar un derrumbe… Sólo deseamos que de nuestro hogar salga para el Cielo el incienso de un culto sin tacha, del todo agradable a Dios.