Ancianos de enorme valer

8. agosto 2023 | Por | Categoria: Familia

Al leer una Historia de la Iglesia me encontré con un hecho curioso por demás. Era a mitades del siglo dieciocho. Había muerto el Papa, y, naturalmente, había que elegir a otro. Pero aquí estuvo lo difícil. Se reúnen los Cardenales en cónclave, y no había manera de ponerse de acuerdo. Un escrutinio, y otro, y otro…, y todos inútiles. Así durante seis meses. Nunca había pasado una cosa igual. Hasta que un Cardenal llamado Próspero Lambertini, les dice a un grupo de Cardenales bromeando:
– ¿Quieren acabar pronto con esta situación? Yo les doy la solución mejor. Si quieren un Papa santo, elijan al Cardenal Gotti. Si quieren un Papa sabio y de gobierno, elijan al Cardenal Aldobrandini. Y si quieren ustedes un “buen viejo”, elíjanme a mí.
Risas de todos. Pero en la primera reunión, y al primer escrutinio, salía elegido el “buen viejo” Próspero Lambertini, que gobernó la Iglesia durante dieciocho años con el nombre de Benedicto XIV, y ha sido uno de los Papas más grandes de la Historia.

“Si quieren un buen viejo”… Estas palabras humorísticas de aquel gran Papa nos llevan a dedicar hoy nuestro mensaje a esos hombres y mujeres que han pasado con garbo la frontera de la juventud y de los años fuertes, y se han metido dichosamente en la que hoy llaman la “Tercera edad”, la de una madurez en plenitud, cargada de frutos sazonados.

La primera idea que se nos puede ocurrir es la de la Biblia, cuando nos dice a todos: -Ante la cabeza llena de canas, póngase en pie y honre la persona del anciano (Levítico 19,32). Porque lo primero que merece el de mucha edad es también mucho respeto.
El anciano es un monumento del saber. Aunque en su vida no hubiera aprendido a leer, es un verdadero maestro por la experiencia que le dan los años, conforme también a otras palabras de la Biblia: -En los ancianos se halla la sabiduría, y en los muchos años la prudencia (Job 12,12)

En el seno del hogar, cada uno de sus miembros sabe ocupar el puesto que le corresponde, y el más joven da muestras de gran prudencia cuando entiende y se aplica ese otro sensato decir de la Sagrada Escritura, cuando aconseja: -No perder el respeto al hombre en su vejez, puesto que de nosotros los jóvenes se hacen los viejos (Eclesiástico 8,7). Que si el ser fuertes es la gloria de los jóvenes, las canas son la gloria de los ancianos (Proverbios 17,6)
La Biblia se deshace en elogios de las personas mayores. Pero lo hicieron igualmente los pueblos más selectos, aunque paganos, de la antigüedad clásica.

Es famoso el caso de Grecia. Habían acudido al anfiteatro para presenciar los juegos olímpicos los diversos pueblos de la Grecia. Llega un anciano, y pasa por el graderío delante de los diversos grupos nacionales. Nadie se mueve para cederle un sitio, hasta que llega adonde estaban los jóvenes espartanos, que se levantan en bloque disputándose el honor de cederle el puesto. Un aplauso enorme estalla en el estadio, y que hizo exclamar al anciano:
– Todos los griegos conocen la virtud, pero solamente los espartanos la saben practicar.
La sociedad moderna ha dado un viraje demasiado violento respecto de los valores que entrañan y atesoran los ancianos. Las condiciones laborales han impuesto unas normas, necesarias muchas veces, sobre el cuidado que se les puede y se les debe prestar dentro del hogar. Por necesario que sea en algunos casos, no deja de ser muy doloroso el que los ancianos no disfruten de la paz y la acogida a que tienen tanto derecho, después que han gastado su vida en el servicio de la propia familia.

Mientras que es tan bello y tan beneficioso para todos, tanto para los mayores como para los más jóvenes, el guardar en el seno del hogar esos tesoros que Dios les tiene confiados mientras se preparan para ir, en día ya no muy lejano, a la Casa del Padre.

Cuando el Gran Jubileo del 2000, el Papa Juan Pablo II empezó su discurso a los sesenta mil ancianos que se habían congregado en la Plaza del Vaticano, diciendo: -La Iglesia tiene necesidad de vosotros. Se corrige inmediatamente, y repite: -¡Tiene necesidad de NOSOTROS! Un aplauso formidable acogió este “nosotros”, que sustituyó el “vosotros” escrito a lo largo de todo su discurso.

La Iglesia tiene necesidad de los ancianos. Y lo decía un Papa que, con los ochenta años cumplidos, seguía prestando un servicio tan extraordinario a la Iglesia y al mundo.

La Iglesia, efectivamente, valora como nadie lo que significan esos sus hijos que se han formado buenos cristianos a lo largo de su prolongada vida. El Papa les decía que en el mundo de hoy, cuando son elevados a la categoría de mito y hasta divinizados el poder y la fuerza, los ancianos tienen “la misión de testimoniar los valores que cuentan de verdad, más allá de las apariencias, y que permanecen escritos para siempre en el corazón de cada ser humano y están garantizados por la palabra de Dios”.

Hemos empezado con la historia de un gran Papa, hemos seguido con otro Papa, y vamos a acabar —mencionándolo solamente— con otro gran Papa de nuestros días, el queridísimo Beato Juan XXIII. Cuando fue elegido, el comentario unánime en toda la Iglesia y en el mundo entero fue: -¡Bah! Con setenta y ocho años, ¿qué va a ser? Un Papa de transición…
Y era cierto. Pero, ¡vaya buen viejo que resultó también! En sólo cuatro años y medio de pontificado, ¡tremenda revolución que metió en la Iglesia, y qué manera de ganarse los corazones para tenerlos a todos en el puño!…
La lección de Dios para las familias cristianas era patente: ¿Valen o no valen ese ancianito o ancianita, que son una institución en el hogar?…

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