Economía y bienestar
29. agosto 2023 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: Familia¿Sabemos lo que significa esa expresión hoy tan usada: “La sociedad del bienestar”?… El pasarla bien, con toda la comodidad posible, consumiendo todo lo que viene en gusto…, ha llevado a esa situación tan soñada de no pasar ninguna pena y de disfrutar de todo lo que la vida puede ofrecer de placentero.
Las condiciones sociales han cambiado modernamente de tal manera que resulta inútil mirar con nostalgia al pasado. Las realidades son como son y no como nos gustaría que fuesen.
Muchas familias viven en situación de pobreza crónica, dominadas por unas condisiones sociales de injusticia inaceptable. Aquí no valen más que las palabras ahorro, austeridad, sacrificio, mientras se lucha denodadamente por alcanzar un nivel superior de vida, que permita gozar de los bienes de la tierra como los disfrutan los ciudadanos más favorecidos.
Naturalmente, que no se trata aquí de un bienestar que ya es un abuso insostenible del todo. De gastos que no se pueden ni se deben hacer por más dinero que se tenga
Un agudo conferenciante, al explicar este punto a matrimonios —y se trataba de gente acomodada— les contó un caso muy divertido. La esposa se había obstinado en que el marido le comprara un collar de oro y piedras preciosas que había visto en la joyería, y que valía $6.000 dólares!… Ella empeñada en que sí, y el marido empeñado en que no. Pero, antes que poner en peligro las buenas caras en el matrimonio por una negativa, el marido se va al joyero, y le explica la situación, pidiendo que le ayude:
– ¿Acepta usted que le compre el collar, si se compromete a cobrar los seis mil dólares en monedas?
El joyero comprende, acepta la propuesta, va el marido al Banco y trae los dólares en monedas de 5, 10 y 25 centavos. No sabían dónde poner aquel montón. Al llegar la esposa para llevarse el prometido collar, lo primero que grita:
– ¡Qué barbaridad de dinero!…
El esposo entonces, bajo la sonrisita del joyero:
– Es lo que vale tu collar. Te lo puedes llevar y lucirlo bien…
La esposa entró en razón…, ¡y el pobre marido fue a regresar las monedas al Banco!…
Dentro ya de lo que debe ser la vida normal de todos los hogares, se requiere la capacidad de saber llevar la casa. Gastar con discreción. Evitar lujos innecesarios. Ahorrar lo conveniente. Disfrutar con prudencia las ventajas del bienestar…
Esta palabra “bienestar” ha adquirido modernamente un significado que antes no tenía, y se necesita tino para saber acertar en lo que es la aspiración de todos.
“Bienestar” significaba antes una cosa tan sencilla como “sentirse bien”: gozar de tranquilidad, mirar la vida con serenidad, vivir sin preocupaciones…
¿Y qué significa hoy? Dicen que para una familia significa electrodomésticos al último grito, vestidos sin cuento, comidas en el restaurante, viajes frecuentes, una segunda casa en la montaña o en la playa, el automóvil más cómodo y más veloz…
Todo esto estaría y está muy bien, y todos lo queremos. Pero, ¿cuál es el costo de semejante ideal y de un tren de vida así? En muchos casos, trabajo excesivo, porque se requiere mucho dinero; gastos grandes, porque todo eso cuesta; tiempo reducido para las comidas y descanso; cansancio y tensión nerviosa, porque no se puede sostener semejante ritmo. Y a nivel de familia, poco tiempo para compartir, para comunicarse, para disfrutar del amor…
Con estas perspectivas, el ideal que la Biblia nos traza sobre la vida familiar en tantas sentencias suyas, desaparece casi por completo.
Pablo decía convencido: -Mientras tengamos con qué comer y vestidos con qué cubrirnos, estamos contentos (1Timoteo 6,8). Demasiado austero, desde luego. Eso estaba bien para un apóstol como él…
La felicidad de Israel en los tiempos esplendorosos del rey Salomón la describe la Biblia con la imagen del que se siente tranquilo a más no poder a la sombra de la higuera y de la parra (1Reyes 5,5). Desde luego, una vida muy idílica y placentera, aunque hoy contentaría a muy pocos…
Y ni se entiende ya casi el ideal propuesto por la misma Biblia, que dicta esta plegaria: -No me des ni pobreza ni riqueza, dame solamente lo necesario para vivir. (Proverbios 30,8). Esta súplica no se le ocurre hacerla hoy a nadie, a no ser a un santo como Francisco de Asís…
Ya se ve por dónde van estos dichos e imágenes de la Biblia. No se trata de no avanzar ni progresar en el bienestar. Es todo lo contrario. Entonces se buscaba el bienestar con los medios que se tenían al alcance. Hoy, con los que la ciencia y la técnica ponen en nuestras manos. Pero hoy como antes, justipreciando siempre el valor relativo de las cosas.
Porque nadie que tenga un poco de uso de razón hará lo que el tragicómico rey centroafricano de nuestros días, cuando se proclamó Emperador. Para ocasión tan excepcional había de lucir unos zapatos que serían la última ocurrencia que ha tenido un loco: encargados a París, iban incrustados de perlas en oro a un costo de 85.000 dólares (Bocasa, en 1977). En fin, dejemos de lado a ese pobre anormal…
¿Qué es, en realidad, lo que vale en la vida, lo que hay que buscar con todo empeño?… Lo que vale es la paz. Lo que cuenta es la tranquilidad. Lo que no se paga con todo el dinero del mundo es el disfrute del amor en la vida sin preocupaciones, que no está precisamente en el mucho tener, sino en la normalidad del trabajo y en la sencillez del hogar.
Una vez más —y como siempre que se habla de la familia— los ojos se escapan hacia Nazaret. ¿A que no hay nadie que señale un hogar más feliz?…