La oración, vida y vivida

22. mayo 2024 | Por | Categoria: Gracia

Siempre que pronunciamos la palabra RELIGION nos figuramos inmediatamente dos cosas: o vemos templos, altares, procesiones, ministros con vestiduras muy raras, golpes de pecho, incensaciones, y cosas por el estilo…, o bien pensamos en verdades que se nos enseñan, leyes que nos mandan cumplir, obligaciones, promesas, y un poco de miedo ante las cuentas que tendremos que rendir un día…
Esto es lo que nos inspira de buenas a primeras la palabra religión. Pero, ¿estamos en lo cierto al pensar que es esto la religión?

Si juzgáramos así las cosas, nos equivocaríamos de plano. Al menos, la cosa no es así en nuestra religión cristiana y católica. Nuestra religión es una vida. Nuestra religión es todo dinamismo y movimiento, producido por el mismo Dios. Nuestra religión es una comunión y comunicación continua con Dios, nuestro Señor y Padre.

Ponemos una comparación que nos puede ilustrar esta verdad.
La religión nuestra es una máquina magnífica, ideada y fabricada por Dios, movida por unos motores potentes que se alimentan de la gasolina más pura y más fuerte. Pongamos el caso de un avión jet, esa máquina maravillosa fabricada por el hombre.
La máquina fabricada por Dios es cada cristiano, en el que ha metido su propia la Vida Divina.
Los motores son la Fe, la Esperanza y el Amor, regalo espléndido que Dios nos da con la misma Gracia suya.
Y la gasolina o carburante es la Oración, por la cual nos mantenemos en ascensión continua hacia Dios.

Nos encontramos, ante todo, con un Dios al que no hemos escogido nosotros. Ha sido Él quien se nos ha revelado en Jesucristo. Nos ha elegido. Nos ha enseñado verdades. Sobre todo, se nos ha dado de maneras muy manifiestas y profundas. Y nos dice que nos guarda un premio muy grande en la vida futura.
Esto va a exigir de nosotros unos comportamientos con Dios muy especiales.
¿Es Dios el Señor del Cielo, de la Tierra, de todo el Universo, y dependemos de su Providencia?  Entonces, le veneramos, le tememos reverentemente, y acudimos a Él para que nos socorra siempre, como hacen todas las demás religiones.
Pero, ¿es Dios también nuestro Padre? ¿Nos ha hecho hijos en su Hijo Jesucristo? ¿Nos promete un Cielo de dicha sin fin? ¿Se nos ha dado de tal manera que se ha hecho vida de nuestra vida, metiéndonos a nosotros en la misma vida suya?… Esta es, podríamos decir, la máquina que Dios ha fabricado: la Vida de Dios hecha vida del cristiano.

Dios ha dotado a la máquina de tres motores poderosos, que nos impulsan hacia Dios.
Por la Fe, creemos en Dios, nos fiamos de Dios, nos damos a Dios.
Por el Amor, queremos a Dios con todo el corazón, soñamos en llegar a ver a Dios, suspiramos por vivir continuamente unidos con Dios.
Y por la Esperanza, estamos en tensión continua hacia Dios, hasta que logremos hacernos con Dios en su Gloria de modo que no lo perdamos nunca.

Se impone, sin embargo, una reflexión. Podemos tener motores muy potentes, capaces de subirnos a las mayores alturas. Pero es necesario ponerlos en movimiento, prendiendo la chispa y manteniéndolos siempre acelerados con el combustible, que no debe faltar un momento. Este es el papel que juega la Oración con la Fe, la Esperanza y el Amor: es la chispa y el combustible.
Sin oración, la Fe un conjunto de verdades ininteligibles y hasta muertas.
Sin oración, la Esperanza no existe, porque no miramos las cosas de allá arriba sino las de la tierra.
Sin oración, el Amor se entibia y hasta se apaga, al dejar de comunicarnos con el Dios que nos ama, nos busca, nos llama, pero al cual no le prestamos ninguna atención.

Mientras que si somos personas de oración, esas tres virtudes infundidas por Dios en nuestras almas están en actividad constante.
La Oración nos mantiene en comunicación continua con Dios. La oración nos hace pensar en Dios, nos empuja hacia Dios y, como la conversación entre dos amantes, no deja que el fuego del amor se apague nunca. No lo dejará morir en la tierra, porque lo quiere meter muy vivo en el Cielo.

Para esto se nos ha dado el Espíritu Santo. Al meterse en nosotros y derramarse en nuestro corazón, el Espíritu Santo realiza en nosotros lo mismo que hace en el seno de la Santísima Trinidad. El Espíritu Santo es el amor del Padre y del Hijo, y por el Espíritu Santo se comunican el amor y se hablan de modo inefable las Tres Divinas Personas.
Así actúa el Espíritu Santo en nosotros. Nos aspira, nos absorbe, para hacernos hablar a Dios en quien creemos; nos hace suspirar por Dios a quien amamos, y no nos deja parar hasta que alcanzamos a Dios en su Gloria.

Si esto es nuestra Religión cristiana, ¿nos damos cuenta de que la religión es algo más que templos, ceremonias, doctrinas y leyes? ¿Nos damos cuenta de que la religión es vida? ¿Y nos damos cuenta del papel que en nuestra religión juega la Oración, que no es sólo un pedir cosas temporales a Dios —lo cual está muy bien—, sino que es un estar en comunicación continua con Dios?
¡Oración, bendita oración, juego que el Espíritu pone como un don en nuestros labios!…

Comentarios cerrados