Amados como hombre y mujer

23. julio 2024 | Por | Categoria: Familia

Nunca como hoy se ha hablado tanto del matrimonio, y de la mujer en especial. Nos hemos empeñado, gracias a Dios, en elevar a la mujer, sacándola de un segundo puesto en el que nunca debiera haber caído. Y, para conseguir este noble fin, nada mejor que mirar el puesto que corresponde a cada uno dentro del matrimonio, en especial a la mujer. ¿A qué fuente vamos a acudir para aprender la lección? ¿Qué maestro escogemos? Habrá de ser uno que domine bien esta materia. Y no encontraremos a nadie mejor que a Dios mismo, el Creador del hombre y de la mujer, hechos uno y otro en orden a ser una pareja complementaria, cada uno con su dignidad personal intransferible, pero diseñados para necesitarse mutuamente en la vida.  

El Catecismo de la Iglesia Católica (369-372) tiene unos puntos magníficos en los que desarrolla el pensamiento de la Biblia, tal como aparece en la narración de la creación del hombre y de la mujer. Empieza por decirnos que esa palabra: creados por Dios, tiene el significado de amados así por Dios, ya que los ha querido y los ama como varón y como mujer. Porque Dios, con ese dar a uno el ser-hombre y a la otra el ser-mujer, ha diseñado a cada uno para que refleje su sabiduría y su amor. Si en el hombre ha puesto más destellos de inteligencia y poder, en la mujer ha hecho brillar mucho más su bondad y su ternura. La obra de Dios es perfecta. Ahora viene el hombre, después de la caída del paraíso, y empieza a hacer destrozos en la obra de Dios.

La Biblia está llena de casos y casos. Pero escogemos solamente dos: uno de hombre y otro de mujer. Por el hombre, Lamec. Por la mujer, Herodías. El hombre, abusando de su fuerza, sojuzga a la mujer. Y pronto vemos en la Biblia cómo empiezan los disparates. Lamec, el primer polígamo, que se hace con dos mujeres y amenaza a sangre y fuego a quien le prive de ese derecho que se toma contra el plan de Dios:
– El que toque a una de mis hembras se las tendrá que ver conmigo… (Génesis 4,23)
Empiezan con él a existir los harenes, símbolos de la esclavitud de la mujer, que no tendrá más perspectiva que ser objeto de placer para divertir al hombre.

La mujer por su parte, valiéndose del poder de seducción, pronto empezará a ejercer lo que se ha llamado el primer oficio del mundo. Por robar un corazón cometerá hasta los mayores crímenes, ¡la que es tan bella y tan dulce!…. Como Herodías, la mujer de Filipo, que se dice:
– ¿Mi marido? No me interesa. Me interesas tú, Herodes, que vales más y eres un rey más fuerte. Haz el favor de deshacerte cuanto antes de ese profeta molesto.
Y no para la astuta mujer hasta tener sangrante en una bandeja de plata la cabeza de Juan el Bautista, degollado en medio de la orgía de un banquete. Estas son las aberraciones que el hombre y la mujer han cometido cuando se han desviado del plan sabio y amoroso del Creador. Al abusar el uno del poder y la otra del amor, el plan de Dios se va por los suelos…

Pero hemos de volver al pensamiento y al querer de Dios, manifestados en la Biblia. La pretendida supremacía del hombre, concretizada en lo que hoy llamamos machismo, y el poder seductor de la mujer, causa de tantos problemas morales, encuentran su solución en el ordenamiento del hombre y de la mujer dentro de la institución matrimonial.

La Biblia y el Catecismo de la Iglesia Católica son bien claros. Al querer Dios al hombre y a la mujer por igual, ¿qué es lo que busca Dios?
Dios busca la sociedad matrimonial, y así lo expresa en la creación:
– No es bueno que el hombre esté solo.
Dios quiere un apoyo mutuo de los dos, como lo dice claramente:
– Le voy a dar a Adán una ayuda semejante a él.
Dios quiere el amor, y la Biblia lo dice expresamente:
–  Hizo a la mujer de una costilla de Adán, de al lado del corazón.
Todo esto, arranca al hombre un grito de admiración, pues dice Adán al ver la maravilla que Dios le pone delante de los ojos:
– ¡Esto sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos! ¡Ésta y yo no somos más que uno!… (Génesis 2,18-23)

¡Cómo se ha lucido Dios al hacer así al hombre y así a la mujer, uno y otra para la vida del amor!…
Todas estas palabras de la Biblia sugieren muchas preguntas. ¿Es comprensible la frialdad en el matrimonio? ¿Puede el hombre fijarse en otra mujer, y la mujer suspirar por otro hombre? ¿Cabe la superioridad de uno sobre otro, si los dos son iguales, aunque con funciones diferentes?
La admiración que uno y otra se suscitaron un día —con el primer flechazo, con el noviazgo bello, con el SÍ solemne después ante el altar—, ¿esa admiración puede suspenderse y hasta perderse? ¿por qué? Uno y otra pueden preguntarse: ¿Hay mujer como mi mujer, hay marido como mi marido?…

Nos podrán indicar hoy mil medios para solucionar los conflictos matrimoniales. Nos podrán proponer mil ideales para hacer de la unión conyugal la mayor felicidad de la vida. ¿Quién es el sabio y el valiente que le gane a la Palabra de Dios?…

Comentarios cerrados