Los derechos de Jesucristo
9. septiembre 2024 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: JesucristoEn una República suramericana es muy popular esta canción, cantada siempre con ardor por católicos convencidos y ardientes patriotas:
– Cristo Jesús, en Ti la Patria espera, — gloria buscando con intenso ardor. — Guíala Tú, bendice su bandera, — dando a su faz magnífico esplendor.
Estas palabras expresan una realidad cristiana muy profunda: que Jesucristo es el Rey de los pueblos, y que un pueblo será tanto más grande cuanto más responda al llamado de Jesucristo, el cual se ofrece como Soberano para engrandecer a la Patria.
Jesucristo es el Rey del mundo, y en tanto tendremos un mundo nuevo y en paz en cuanto aceptemos esta soberanía del Señor.
Para nosotros los creyentes resulta siempre una novedad el ver a Jesucristo aceptado y amado en el mundo. Es ésta nuestra mayor alegría. Y cuando vemos a Jesucristo y a su Iglesia perseguidos no nos desanimamos en absoluto. Rogamos por los perseguidores para que abran los ojos, se conviertan y, sometiéndose a ese Jesucristo a quien persiguen, alcancen también la salvación.
Ésta es nuestra posición clara e inequívoca. La del optimismo, sabiendo que Jesucristo triunfará.
A poco que abramos los ojos, vemos que las realidades de hoy distan mucho de este ideal. Aunque muchos pueblos acepten la fe en Jesucristo y en su soberanía universal, la legislación y las normas por las cuales se rigen no están nada conformes con los derechos imprescriptibles de la fe cristiana.
Cuando hablamos así, es muy posible que el pensamiento se nos vaya a esas persecuciones sangrientas o descaradas contra la Iglesia Católica del último siglo, y salgan a relucir inevitablemente las revoluciones anticristianas de Méjico o España; las persecuciones inimaginables del nazismo alemán y del comunismo ruso, chino, vietnamita o el de Cuba, la querida Perla de las Antillas, donde se siguió desde el principio lenta pero implacablemente el estrangulamiento de la Iglesia.
No recordemos esas persecuciones, que están vivas en la imaginación de todos. Sino otras de signo muy diferente.
Es la persecución que dirigen contra Jesucristo las legislaciones laicas, promovidas por sociedades secretas bajo capa de humanismo y de libertad.
Es la persecución de los medios de comunicación, que esparcen ideologías y costumbres inmorales porque producen ganancias multimillonarias.
Es la persecución de la enseñanza laica en las escuelas, cuando se excluye expresamente a Dios y la formación moral de los niños y jóvenes.
Es la persecución de la legislación que acepta el aborto, la procreación artificial y vayamos a saber cuántas cosas más que están ya a las puertas…, pues hoy estamos con la clonación, y mañana nos presentarán algo más chocante aún contra la conciencia cristiana y hasta simplemente humana. Una vez pervertido el sentido moral, ya nadie se detiene ante nada, por malo que sea.
Estos hechos son un ¡alerta! para nuestras conciencias, porque en nuestras democracias todos tenemos parte de responsabilidad cuando llega la hora del dar el voto…
Nosotros, que comprobamos esos males, vemos que efectivamente se conculcan los derechos de Jesucristo.
No se tiene en cuenta que esos derechos de Jesucristo son irrenunciables, y Jesucristo, que ha impuesto una ley suprema, un día va a pedir cuentas a los responsables de las naciones.
Se olvidan muchos de que Jesucristo en persona será quien juzgue a todos, y quien, finalmente, pronuncie una sentencia inapelable…
Frente a ese cuadro un poco sombrío se presenta otro cuadro muy luminoso.
Es el de tantos fieles incondicionales de Jesucristo, que se han empeñado en el avance del Reino, por el que trabajan con un ideal y con un tesón dignos de la causa del Señor.
Entre ellos están muchos de nuestros asiduos radioyentes. ¿Nos permitimos poner algunos ejemplos?…
Ahí están los que trabajan en el Movimiento Ecuménico, empeñados en lograr la unión de las Iglesias cristianas. Tardará, pero llegará el día feliz en que todas estarán unidas para mucha gloria de Jesucristo y bien del mundo.
Están los movimientos de apostolado seglar, como los Cursillos de Cristiandad, Renovación Carismática, Focolares, Familiar Cristiano y tantos más que es imposible enumerar.
Han nacido instituciones como el Camino Catecumenal o el Opus Dei, que están significando en la Iglesia moderna lo que Benito, Domingo, Francisco e Ignacio significaron en sus tiempos.
Y hemos visto personas suscitadas por el Espíritu, como el Padre Pío, Teresa de Calcuta o Juan Pablo II, que habrán dejado una estela luminosa e imborrable del todo.
Si mucha parte del mundo conculca los derechos de Jesucristo, el Soberano de las naciones, Jesucristo, sigue contando con muchos generosos que por Él se juegan todo.
Es necesario que Jesucristo reine, como confiesa aquel himno de la República hermana. Nosotros se lo pedimos al Señor con ese otro himno tan popular en nuestras tierras:
– ¡Tú reinarás!, este es el grito — que ardiente exhala nuestra fe. — Tú reinarás, oh Rey bendito, — pues Tú dijiste ¡Reinaré!…