En la noche callada

10. diciembre 2024 | Por | Categoria: Familia

Cualquiera diría que la noche, al revés que el día, no se iba a llevar entre los poetas, cantores y artistas sino improperios y lamentaciones. ¡Con lo bella que es la luz! ¡Con lo triste que es la oscuridad!… Y, sin embargo, la noche callada se la llevado piropos a montones. ¡Encierra tanta poesía la noche! ¡Hace crecer tanto el amor! ¡Eleva tanto la mente!…

Pero, bien. Vamos a dejarnos ahora nosotros de requiebros, para hablar de la prosa de la noche, y precisamente en lo que se refiere a la vida de la familia. Porque al mirar hoy a la familia y comprobar algunos males que la aquejan, nos preguntamos curiosos: ¿Y no tendrá alguna culpa la noche? ¿Y no podrá la noche remediar algunos de los desequilibrios familiares?…

Un canto que hizo fortuna en nuestras  asambleas cristianas, fue aquel tan sentido: Junto a ti al caer de la tarde — y cansados de nuestra labor, — te ofrecemos con todos los hombres — el trabajo, el descanso, el amor. Es un canto bello de verdad, y que nos introduce en nuestra reflexión de hoy. Dios se esconde en la noche y se descubre de modo especial en la intimidad de la familia.

Al leer la Biblia nos encontramos con palos muy fuertes dados a la oscuridad de la noche como tiempo propicio para el desorden, el vicio, el crimen. Por ejemplo, cuando Pedro habla el día de Pentecostés y quiere defender a sus compañeros los apóstoles porque dicen que están tomados, da esta razón: No, no están borrachos, contra lo que piensan algunos, pues son las nueve de la mañana… (Hechos 2,15). Es natural, porque nadie se emborracha a esa hora, pues, como dice Pablo a los de Tesalónica, los que se emborrachan, se emborrachan de noche. Igualmente, la Biblia dice por Job (24,15) que los ojos del adúltero están acechando la oscuridad de la noche como el tiempo más propicio para sus aventuras…

Hoy no han cambiado mucho las cosas. Los centros de diversión nocturnos, incluidas las discotecas, no son los lugares más propicios para una vida ordenada y saludable… Pero no miramos ahora nosotros esos males que fustiga la Biblia provenientes de la noche mal aprovechada. Al contrario, miramos los bienes —muy grandes por cierto— que nos proporciona la noche tal como la ha dispuesto la naturaleza, tan sabiamente dirigida por Dios.

* La noche es el tiempo del descanso, de un descanso completo. Ese descanso, que siempre ha sido necesario, lo es hoy mucho más todavía. Porque no hay médico, sicólogo y educador, que no nos avisen del perjuicio que nos trae el ruido de la vida moderna. Ya no son los músculos fatigados los que reclaman el reposo, sino que es la mente la primera en exigir un silencio total para no sentir el desequilibrio de nuestro sistema nervioso. ¿Y se duerme actualmente lo necesario?… La salud, tan importante en la vida familiar, es la primera en decirnos: ¡Duerme más, y déjate de tranquilizantes!…

* La noche es el tiempo del amor. Es muy bello contemplar al atardecer las parejas de los novios que se quieren y requiebran, preparando con ilusión un final que ya se percibe próximo. Es todavía mucho más bello el ver al marido y la mujer esperar la noche para reforzar cada vez más un amor puro tan querido y tan bendecido por Dios. Y es bello sentarse todos alrededor de la misma mesa para compartir con alegría unos manjares ganados con sudor y preparados con amor inefable…

* La noche es el tiempo de la comunicación familiar, en el sentido de que —a la fresca del verano o al calor de la lumbre en el invierno— en conversación amena se transmiten de padres a hijos, y de generación en generación, los recuerdos y las tradiciones de los seres queridos. Eso nos hace recordar los tiempos de la Biblia, la cual se formó así precisamente. Lo que se puso por escrito no fue más que lo que se contaba en los hogares de los clanes familiares, los cuales sabían conservar intactos los hechos antiguos, que se convertían en lazo irrompible de unión dentro del mismo pueblo.

* La noche es el tiempo de la oración, tanto individual como colectiva, que convierte de hecho al hogar en la tan soñada iglesia doméstica. La oración de la noche ha sido la que ha conservado en la familia la piedad cristiana. La noche ha contribuido así a mantener eficazmente la fe en nuestros pueblos.

Me dirán ustedes: ¿no está poetizando demasiado sobre la vida familiar? Hoy todo eso ha pasado de moda. Algunas cosas de esas, sí; algunas las podemos conservar. Pero otras…
Es cierto. Tocamos con los pies en tierra, y vemos que las circunstancias sociales han cambiado mucho y debemos tener la audacia de acomodarnos.

Tenemos reuniones de sociedad. Tenemos reuniones culturales. Tenemos reuniones de vida religiosa y de apostolado. Tenemos reuniones de compromisos políticos. Tenemos todos esos convenios, que no son un mero capricho, sino una exigencia de nuestros deberes cívicos y religiosos.
Como todo esto es verdad, somos nosotros los que organizamos nuestra vida nocturna, a fin de que no nos cause ningún mal y nos traiga, por el contrario, todos esos bienes que la noche —en el plan sabio de Dios, manifestado por la naturaleza— puede y debe traernos a la familia.

El hogar es ciertamente el sitio donde se encuentra la mayor felicidad a que podemos aspirar en este mundo. No hay dicha como la que se disfruta en el seno de la propia familia.

Por eso nos preguntamos: Y si la noche tiene tanta influencia en la vida familiar, ¿por qué no cuidamos mejor la noche?… La noche, regalo del Creador, es el barrunto de un descanso que después no acabará jamás, dentro del seno de una familia nueva, disfrutado eternamente en el pleno día de Dios…

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