Hay que conocer a Jesucristo

2. diciembre 2024 | Por | Categoria: Jesucristo

¿Quién es Jesucristo?… Yo no sé las veces que nos habremos hecho esta pregunta. Modernamente nos la hacemos continuamente en la Iglesia. Nos la hemos hecho más de una vez en nuestros mensajes, y nos la seguiremos haciendo, no hay duda. Y la verdad es que no nos cansa ni el hacérnosla ni el que nos hablen mil veces del mismo tema. Porque a Jesucristo lo queremos de veras, y así no es extraño que nos resulte siempre nuevo todo lo que nos dicen de nuestro querido Señor Jesucristo.

Una escena muy importante del Evangelio va a ser el hilo conductor de nuestra reflexión en este día. Es la escena del Bautismo de Jesús por Juan en el Jordán. Salido Jesús de las aguas, se oye en el cielo la voz del Padre, mientras aparece el Espíritu Santo sobre Jesús en forma de paloma: ¡Este es mi Hijo queridísimo, en quien tengo todas mis delicias!
¿Qué vemos en este hecho, qué misterios descubre nuestra fe?…

Ante todo, Dios nos quiere manifestar que el Verbo, el Hijo eterno de Dios, se ha hecho hombre y que está en medio de nosotros. El mundo, a causa del pecado del paraíso, podía haber sido antes muy pobre, pero desde ahora cuenta con al riqueza mayor, como es Dios que se ha metido en la historia, en la vida de los hombres, para ser nuestro hermano y nuestro amigo; para compartir en todo nuestra suerte; para gozar y disfrutar del amor como nosotros; para compartir nuestras penas y sufrir como nosotros; para tener nuestras mismas preocupaciones; para experimentar nuestros mismos problemas.
Jesús niño jugará con los niños; Jesús joven tendrá las inquietudes y las ilusiones de los muchachos; Jesús hombre sabrá lo que es el trabajo duro, y conocerá por experiencia los afanes del obrero; Jesús será feliz en el hogar, aunque con la muerte de José experimentará lo que son las separaciones dolorosas, aparte de que Él mismo se aterrará ante la muerte que le espera. Así se nos ha hecho de familiar Dios, así Dios se ha puesto a nuestro mismo nivel. Si esto no es amor y condescendencia, ¿dónde estará el amor?…

El presidente mexicano que desató la persecución furiosa contra la Iglesia, decía con un pecho rebosante de odio: Yo tengo un solo enemigo, y se llama Jesucristo. ¡Pobre hombre! El valiente pueblo mexicano pensaba muy al revés, y por su amigo Jesús sabía jugarse la vida con un coraje que admiró al mundo.

Hoy nuestra sociedad, tan sedienta de amor y de amistad verdadera, necesita más que nunca saber que tiene a Dios consigo, pero a Dios como un amigo que se compenetra y se compromete con todos nuestros problemas, con nuestras esperanzas y nuestras alegrías también. Quiere nuestra sociedad un Dios cercano, y Dios no se ha podido dar más vecino de como lo ha hecho con Jesucristo.
Entonces, ¡arriba los corazones!, que, estando en la mano de Jesucristo, están ya en lo alto del Cielo…

El fenómeno del Espíritu Santo, que se posa encima de Jesús en forma de paloma, es muy significativo. Jesucristo es manifestado por Dios al mundo como sacerdote, como profeta y como rey. En adelante, el mundo sabrá que no tiene más que un solo Sacerdote para unirlo con Dios, Cristo Jesús; un solo Profeta que le hablará en nombre de Dios, Cristo Jesús; un solo Rey y dueño de todas las cosas, Cristo Jesús.

Ser el único Sacerdote nuestro ante Dios significa para Jesucristo lo mismo que ser el Redentor. Nos conquista con su Sangre, y por sus Llagas gloriosas —que presenta de continuo al Padre en el Cielo, donde está siempre rogando por nosotros— nos merece el Espíritu Santo. Por Jesucristo quedamos nosotros santificados. ¡Y que lo necesitamos de veras, sobre todo en nuestros días! Al abundar tanto la culpa en el mundo, nos va muy bien saber que contamos con un Jesús que sigue llevando el pecado del mundo. Podemos arrastrar muchas culpas, pero sabemos que quedamos muy limpios delante de Dios, confiados en nuestra salvación, porque acudimos a Jesucristo para que nos penetre de su gracia santificadora.

Ser Jesucristo también el Profeta de Dios. Porque Jesucristo nos ha dicho y nos sigue diciendo Dios su última palabra. ¿Queremos saber lo que nos enseña Dios? ¿Queremos conocer su verdad? ¿Queremos atenernos a sus mandatos? ¿Queremos estar seguros de lo que nos conduce a la salvación?… Sólo Jesucristo tiene la palabra, confiada por Él en su Iglesia.
Entre tanto error como hoy y tanta confusión como corren hoy por el mundo, la Verdad de Jesucristo se impone como la luz del sol, que ilumina allí donde antes no había más que tinieblas. El mismo Jesús lo dice con autoridad plena: Yo soy la luz del mundo… Yo soy la Verdad (Juan 8,12. 14,16. Colosenses 1,16)

Y Cristo se nos presenta además como Rey. No todos lo aceptan, pero nadie es capaz de cambiar el plan de Dios. Las Naciones Unidas, respetando todas las creencias, eliminaron el nombre de Dios al proclamar los Derechos Humanos. Pero si Dios ha creado el mundo para el hombre, al frente de los hombres ha colocado a Jesucristo como Señor y como único destino final, pues todo ha sido creado por Él y para Él, sin que nadie tenga derecho a quitarle este puesto y este honor. En la persecución nazi moría mártir un sacerdote valiente, que gritó ante los secuaces de Hitler: Mi único Führer es Jesucristo (El Beato Bernhard Lichtemberg)

Esto es lo que reconocemos y confesamos nosotros. Somos de Jesucristo y para Jesucristo. Tanto en el hogar, como en el trabajo y en la política —lo mismo a nivel social que individual— nuestra vida entera está orientada hacia Jesucristo, único dueño de todas las cosas. Sabemos quién es Jesucristo: el Dios que vive entre nosotros. Y estando con Jesucristo, nos sentimos seguros. Teniendo a Jesucristo, somos ricos sobremanera. Perteneciendo a Jesucristo, la vida eterna la tenemos ya en la mano…

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