El piropo de los piropos
7. diciembre 2020 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: MariaCuando nos dirigimos a María, ¿cuál es el mayor piropo que le enviamos hasta el Cielo?… No lo pensemos un instante. Es éste: ¡La llena de gracia!
Se lo repetimos en la Iglesia millones de veces cada día, tantas cuantas son las avemarías que rezamos los cristianos. ¡Y son muchas las avemarías que salen diariamente de nuestros labios!…Al llamarle La Llena de Gracia, le decimos que está tan colmada de los dones de Dios, que es imposible buscar un solo favor que Dios haya negado a María. Ella tiene una gracia tan singular, tan única, tan sobresaliente, que es imposible soñar en algo más grande. María está sobre todos los hombres y por encima de los Angeles. Sobre María, solo Dios y solo Jesucristo, el Hijo de Dios e Hijo también de María.
Si ahora nos propusiéramos desentrañar lo que encierra este Llena de gracia del Evangelio, no sabríamos por dónde empezar, ni hasta dónde llegar, ni dónde acabar. Pero, en fin, vamos a reflexionar algo, aunque nos quedemos muy cortitos en nuestros pensamientos… Porque, cuanto más discurrimos, más vastos horizontes de gracia vemos en la elegida por Dios para ser su Madre y la Madre espiritual de todos los hombres, la Imagen de la Iglesia y el Modelo nuestro en la peregrinación de la fe.
María es la primera Elegida en los planes de Dios. Al querer hecho hombre a su Hijo, pensó Dios sin más en una madre, y esta Madre fue María. Para ser hermano nuestro, Jesús no podía ser creado como Adán, independiente del género humano, al que venía a salvar. Como dice San Pablo, Dios envió al mundo su Hijo “nacido de mujer”. Entonces, al pensar Dios en la encarnación de su Hijo, junto con Cristo pensó en María, y fue así María la primera idea en la mente de Dios, que la eligió…
María es Inmaculada, la única sin mancha posible a los ojos de Dios, y esto ya desde el primer instante de su ser en el seno materno. Buscar una belleza como la de María, es un imposible…
María es la Madre de Dios. Grandeza de grandezas. Imposible algo mayor en una mujer. Como hombre, Jesús es tan hijo de María como es tan Hijo del Padre Eterno como Dios… Y Jesús llama ¡Madre! a María igual que llama ¡Padre mío! a Dios. Vemos que María es alguien, ¿verdad?…
María es la Madre nuestra. Madre espiritual de todos los hombres. Jesús en la Cruz la constituyó Madre de todos los redimidos, y no hay mujer en cuyo corazón quepan tantos hijos como en el Corazón de María… No busquemos una mujer tan madre como María: ¡no existe!…
María es Virgen perpetua. Aunque Madre verdadera de Jesús, Dios la quiso Madre-Virgen. Dios no aceptó compartir con un hombre su paternidad sobre Jesucristo. Otro padre fuera de Dios, ¡ninguno!… Una Madre, sí… Y María es también tanto más Madre espiritual nuestra, cuanto más Virgen es. María junta en sí misma los encantos de la flor con la riqueza del fruto. ¡Virgen y Madre!…
María es la Asociada al Redentor, Jesucristo. Al pie de la Cruz, está cooperando a la salvación de todos. Nadie ha hecho por nosotros tanto como María. Por algo María es más amada que nadie…
María es la Madre de la Iglesia, Pueblo y Familia de Dios. Desde la Ascensión de Jesús, Ella está en el centro del grupo de los apóstoles, y asiste como Madre al nacimiento de la Iglesia en la venida del Espíritu Santo. Vive con intensidad el desenvolvimiento de la Iglesia naciente. Ama con ternura sin igual a los Apóstoles de Jesús y a los primeros creyentes. Asiste a la oración y recibe a Jesús en la Fracción del Pan, con una fe y un amor iguales a aquella primera comunión que se realizó en su seno bendito el día de la Encarnación del Hijo de Dios…
María, en su Asunción, sube al Cielo gloriosa en cuerpo y alma, triunfadora total del pecado y de la muerte. Nadie destella en la Gloria tantos esplendores como María, hermosura sin igual… María está allí asociada a Jesucristo como Medianera de las gracias de Dios, merecidas por el mismo Cristo, que ha querido confiar a las manos de María los dones que derrama sobre nosotros. Jesucristo ha distinguido así a su Madre, que se asoció con valentía a la pasión y muerte de su Hijo…
María es nuestra Abogada ante Dios y ante Jesucristo. Porque intercede siempre por nosotros. Porque ruega por la salvación de cada uno de sus hijos. Porque no nos pierde de vista hasta que tiene a todos seguros en la Gloria de Dios. No existe intercesora y abogada más capaz…
María es la Reina del Cielo y de la Tierra, de los Angeles y de los Hombres. Así aparece ante todos: vestida del sol, coronada de estrellas y con la luna bajo sus pies. ¡Reina del Universo!…
María es la Imagen y el modelo de la Iglesia. Todo lo que Dios quiere de la Iglesia y hará con ella en su consumación final, todo lo ha adelantado ya de modo pleno en María. Seguimos a María, la fiel y perfecta discípula de Cristo. Caminamos con María, compañera en la peregrinación de la fe. Por algo le cantamos: ¡Ven con nosotros a caminar, Santa María, ven!…
María nos ama con Corazón de Madre. Tan grande, tan grande como es María, y sigue tan humilde y tan tierna con cada uno de sus hijos.
Encerrados en su Corazón, protegidos con su amor, ¿quién puede temer por la salvación?… Inventemos piropos para la Virgen.
Se nos va a secar pronto la imaginación si queremos ganar a Dios, que quiso piropear a su Madre por medio del Angel, y el mismo Dios no encontró piropo más bello, ni más simpático, ni más grande, ni más verdadero que éste: ¡La Llena de Gracia! Con este Llena de Gracia no falta nada, porque con él está dicho todo…