María, Auxilio nuestro

4. enero 2021 | Por | Categoria: Maria

Cuando asistimos a una lección de Mariología aprendemos muchas cosas sobre la Virgen. Pero, entre tantas lecciones interesantes, una de las más bellas viene a ser la más sencilla de todas. Esta lección es la historia de la protección de la Virgen a la Iglesia través de los siglos. Y en seguida nos damos cuenta de que María ha sido de verdad el Auxilio de los cristianos. Hoy, por otra parte, se ha extendido mucho en todas partes, sobre todo en nuestras tierras, la invocación a la Virgen como María Auxiliadora: la que nos protege y nos guarda a cada uno como ha guardado y defendido siempre a toda la Iglesia.  Por eso resulta grato hablar de la Virgen bajo una advocación tan querida por el pueblo cristiano, como lo vamos a hacer nosotros en este día.

Miremos ahora solamente algunos hechos más destacados en los últimos siglos. Empezamos por el siglo trece, y nos encontramos con la figura grande de Santo Domingo de Guzmán. Tiene que luchar con tenacidad contra los herejes albigenses, que infestan sobre todo el sur de Francia.
Domingo empieza a usar un arma que, dentro de la Iglesia, se va a hacer más famosa, disuasoria y eficaz que la bomba atómica en el siglo veinte: el arma del santo Rosario. No la va a resistir nadie. Parece una honda, esgrimida por cualquier David, cualquier hijo de la Iglesia, que pretende tumbar herido de muerte al Goliat que sea cuando desafíe nuestra fe… Los herejes albigenses, desaparecieron.

Saltamos al siglo dieciséis, y la cosa está complicada para la Cristiandad. La media luna musulmana amenaza seriamente a Europa. Y el Papa, con España y Venecia, forman la liga que presentará batalla al Islam en las aguas de Lepanto. Se encuentran en el mar dos armadas poderosas. ¿Quién ganará la batalla decisiva? Es el 7 de Octubre de 1571. El Papa San Pío V está tratando asuntos con varios Cardenales. Interrumpe repentinamente la conversación, se va a la ventana y fija los ojos en la lejanía… Dios le deja ver lo que pasa a muchos centenares de kilómetros en el mar. Y exclama:
– No es hora de hablar de negocios, sino de dar gracias a Dios por la victoria que ha concedido a los ejércitos cristianos.
Juan de Austria acababa de derrotar a los turcos en el Mediterráneo. El Papa atribuye la victoria a la protección de María, que ha acogido las súplicas de los cofrades del Rosario, rezado y cantado por las calles de Roma. Instituye para ese día la fiesta de la Virgen del Rosario, y manda insertar en las letanías la confiada invocación: Auxilio de los cristianos. Invocación que más tarde popularizarán los hijos de Don Bosco, haciéndola una de las más queridas del Pueblo de Dios en nuestra América.   

El siglo diecinueve es muy complicado en la historia de la Iglesia. Pero es también un siglo de grandes empresas y de grandes signos. El mayor problema es el Racionalismo. El hombre se engríe con los notables inventos que empiezan a aparecer, se enorgullece de su ciencia, rechaza la idea de Dios, y entonces la incredulidad hace estragos. El remedio va a venir directamente del Cielo, con tres manifestaciones especiales de la Virgen. Y precisamente en Francia, donde el Racionalismo es causa de perjuicios muy graves para la Fe. En Nuestra Señora de las Victorias, de París, surge la Archicofradía del Corazón de María, que convierte ruidosamente a tantos pecadores. A Catalina Labouré se le aparece la Virgen y le entrega la Medalla de la  Milagrosa, que tantas almas llevará a Dios. Y en Lourdes, sobre todo, viene la Virgen a dar el golpe de gracia a tanta incredulidad como invade a Europa. Lourdes tapa la boca a todos. Allí el milagro se convierte en una evidencia.

El siglo veinte será el siglo de las grandes guerras y de las persecuciones inmensas del nazismo y del comunismo, causantes de miles y miles de mártires. Pero, en medio de tanta tragedia aparece Fátima, donde la Virgen nos lanza un grito de esperanza: – Finalmente, mi Corazón Inmaculado triunfará.
La caída del Muro de Berlín fue ciertamente un hecho de dimensiones mundiales no soñadas. E inesperadas del todo. La Rusia comunista nos daba un miedo tremendo, y, a la vez, nos inspiraba esperanzas muy grandes. Todo dependía de su conversión, anunciada tan seriamente por la Virgen en Fátima. Y vimos aquella caída del Muro y, con ella, la del partido en los países comunistas del Este sin que se disparase un solo tiro de pistola. ¿Cómo fue esto posible?…
Se piense lo que se quiera, eso es algo inexplicable. Se necesita estar algo ciego para no ver ahí metida a la Virgen María…

Estos son unos hechos que conocemos todo el mundo. A nosotros, católicos, ¿qué nos dicen?…
Que no tenemos que temer nada, por enemigos que se nos echen encima, si tenemos a nuestro lado a María, que nos auxilia con su protección.
Auxilia a la Iglesia en general, como a cada uno de nosotros en particular.
Aquel santo Rey del siglo trece, San Fernando de Castilla, llevaba acuñada en el arzón de su caballo esta súplica, llena de esperanza: Valme, Sancta María, ¡Ayúdame, Virgen María!… Y con esa protección de la Virgen ganó a los moros todas las batallas.
Como ganaremos nosotros todas las batallas de la vida, si acudimos confiados a la Virgen.
Como ganaremos, sobre todo, la batalla última y más decisiva, la batalla de nuestra salvación.
La historia nuestra habrá sido una página más, y bien brillante, de las proezas realizadas por María en pro de sus hijos…

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