Consejo en el Infierno
29. enero 2010 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: ReflexionesSiempre me ha preocupado un tema familiar y social muy importante, y tenía ganas de exponerlo aquí abiertamente.
No sabía cómo hacerlo, y vino en mi ayuda eso que llamamos una casualidad, que a lo mejor no fue tan casual…
No sé si es historia o es un cuento, pero expongo lo que me contaron a mí. Dicen que una vez estaba Satanás en el infierno más furioso que nunca, y convocó una asamblea general extraordinaria para tratar un asunto demasiado importante.
Empezó a gritos:
– ¡No puede ser! ¡Esto no puede seguir así! Son demasiados los hombres y mujeres que se nos escapan para arriba. El Cielo se está poblando de moradores y nuestra casa empieza a quedarse sin inquilinos. ¡Hay que hacer algo, y pronto!…
Un diablejo pequeño, pero más malo que él solo, vino a calmar las iras del Jefe. Era el auténtico diablo que sabía más por viejo que por diablo.
Y dijo el maldito:
– Señores, ¿qué es más fácil, secar la fuente o detener el torrente en que se ha convertido al correr el agua por los campos?… Señores, ¿qué es más fácil, sacar de un tirón una planta que empieza a brotar en la tierra, o arrancar de cuajo un árbol muy robusto?… Señores, ¿qué es más fácil, curar una enfermedad cuando empieza a incubar el microbio, o sanar al paciente cuando el mal se ha hecho crónico?…
Todos callaban, mientras se decían: ¿Adónde irá a parar éste?… Al fin, se adivinó todo, cuando siguió el diablo aquel:
– Hay que meterse en los hogares y apoderarse del niño antes de que se haga hombre. Después, ya no hay remedio. Propongo a nuestro Jefe que distribuya a los más listos por el mundo y empiecen la faena.
Un aplauso estentóreo, larguísimo, acompañado de rugidos estruendosos, acogieron aquel consejo inaudito. Y empezó la faena de Satanás, que distribuía los cargos:
– Tú te vas a encargar de meter en la cabeza de los padres que no bauticen tan pronto a sus hijos, sino que dejen esa tontería para cuando ellos sean mayores y elijan libremente su destino…
– Tú, a ocuparte de meter pereza en las mamás y que dejen eso de enseñar a rezar a los pequeños. De grandes, ya no rezarán nunca y se olvidarán de Dios.
– Tú —fíjate bien, que esto es importante—, vas a conseguir que los padres se escapen cada domingo de casa a la playa, al fútbol, al club, de modo que sus hijos no tengan tiempo de ir a Misa a escuchar esas bobadas que dicen en la Iglesia ni a recibir eso que les dan… Que tengan prisa en escaparse el sábado, y que el domingo por la tarde esté bien taponada la carretera… Hay que acostumbrar a los niños a no ir al templo.
– Tú te vas a meter en los medios de comunicación. Que en la tele vean desde pequeños todo eso de violencia, drogas, amor libre, infidelidad… Que se vayan haciendo con naturalidad a todo eso, de manera que después lo consideren como lo normal de la vida…
– Tú, a meter miedo a los padres para que no corrijan a los hijos, bajo capa de respeto, para que así formen los propios niños su personalidad, como dicen ellos…
– Tú, que tienes tanta mano izquierda, vas a hacer algo más importante. Debes meterte en Gobiernos, en política, entre gente de influencia…, y vas a conseguir que se destierre de la escuela en absoluto cualquier enseñanza religiosa. Que los alumnos, desde el principio, se declaren en rebeldía. Que los maestros, con el pretexto de enseñanza sexual, se extralimiten un poco, y los chicos y las chicas se formen en demasiada libertad. Y, mejor, mira de que les pongan ya a disposición los medios convenientes para que obren sin miedo a malas consecuencias…
Ya no pude escuchar más, porque empecé a temblar, a sudar, a estremecerme…, y me desperté con un miedo atroz.
– ¡Vah! Un sueño tuyo…, me van a decir ustedes. Sí, les aseguro que aquella noche soñé más de la cuenta, pero les aseguro también que la lección del diablo me la aprendí muy de memoria, para transmitirla antes de que se me olvidara y llegase tarde…
Y, naturalmente, empecé a discurrir sobre todo lo que había escuchado y entendido en medio de aquella algarabía infernal. Toda la filosofía de Satanás se resumía en pocos puntos, pero fundamentales.
Primero, hacer del niño un rebelde. No crear personalidad con la libertad, sino deformar la persona con el libertinaje incontrolado.
Segundo, quitar de su cabeza toda idea de Dios. La fe, el templo, la oración, no deben significar nada para él niño y el joven.
Finalmente, hacer del niño y del joven un ser inmoral, cosa que a Satanás no le preocupa nada, porque si antes ha apartado de Dios al niño, la moral no existe.
Acongojado después de aquella sesión del Infierno a que asistí, me volví a Jesucristo, a ver si me aliviaba en mi angustia. Revivió en mí la esperanza. Vi que hay muchos que hacen el mal a la niñez indefensa. Pero son muchos también los que le hacen todo el bien que está en su mano y les inspira el amor. Entonces me dirigí a Jesucristo, y le dije:
– ¡Señor! Tú dijiste que te lleváramos los niños a ti, y el demonio se ha empeñado en apartarlos de ti. No te vas a dejar vencer por el enemigo, ¿verdad que no?…