La Iglesia y los pobres

20. febrero 2020 | Por | Categoria: Iglesia

Hoy vamos a fijarnos en un hecho que actualmente afecta mucho a nuestra sensibilidad. Se dice que la Iglesia no ha hecho nada por los pobres y los más necesitados, o que, al menos, siempre va retrasada, deja pasar el tren, y después le cuesta reengancharse en la marcha de la sociedad. ¿Es verdad todo esto?… Tal acusación, ¿no incluye mucho de ignorancia, no entraña también en algunos bastante malicia, y no tiene a veces buena dosis de demagogia?…

No olvidamos que la Iglesia manifiesta su misión divina realizando los mismos hechos que Jesús en el Evangelio. Para probar su misión, Jesús respondió a los legados de Juan el Bautista:
– Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la buena nueva.

Hoy la Iglesia realiza esos milagros con el amor de tantos hijos suyos, que se dan sin reserva a los más necesitados.
Por otra parte, las obras sociales más avanzadas, como la clínicas, las escuelas, las universidades…, no nacieron del Estado, sino de la Iglesia, que atendía oportunamente a los pobres, a los enfermos, a los ignorantes, aunque siempre con escasísimos recursos. Con todo, nos felicitamos vivamente de que esas instituciones hayan pasado al Estado todopoderoso, porque el Estado cuenta con todos los medios para llevarlos adelante. El Estado puede hacerlo, la Iglesia no podría. Queremos que se atienda al hombre, sea por quien sea, y ese quien sea debemos ser todos…

¿Y respecto de los obreros? ¿Pensamos que la conciencia social se despertó con el socialismo marxista? Vamos a sacar ahora nombres y más nombres. Algunos nos van a parecer raros. Pero son todos de hijos de la Iglesia Católica, que hicieron tanto por los obreros en los tiempos últimos.
– El reposo festivo, por primera vez, fue obtenido por los católicos franceses, en 1814.
– El Secretariado del Pueblo fue fundado por Federico Ozanam, en 1830.
– El derecho de los obreros a sindicarse fue pedido por el católico Villeneuve, en 1834.
–  La primera ley de protección al trabajo de las mujeres y de los niños fue votada en Francia por proposición del gran líder católico Montalambert, en 1857.
– La idea de una legislación obrera internacional se debe al católico Legrand, en 1857.
– Las Asociaciones Obreras surgieron en Alemania gracias a Monseñor Ketteler, en 1870.
– Los primeros Consejos de Fábricas fueron instituidos por el católico León Harmel, en 1874.
– Las primeras Cajas Rurales y las primeras Cocinas Populares aparecieron en Italia por obra de los católicos, de 1870 a 1880.
– La ley sobre reducción de las horas de trabajo, de doce a ocho horas al día, fue presentada al Parlamento francés por el católico Alberto de Mun, en 1889.
– El Seguro obligatorio contra la invalidez y vejez fue propuesto por el sacerdote Melir, en 1900.

Vale más que nos dejemos de tantos nombres y de tantas fechas. Estamos todos convencidos de que la Iglesia —muy al revés de lo que dicen muchas acusaciones falsas contra ella— ha practicado siempre la caridad y la justicia que le impuso su fundador Jesucristo.

Por ejemplo, el siglo de oro de Francia sufría unas miserias inimaginables, y gracias a un San Vicente de Paúl se llegó a meter la caridad de una manera, podríamos decir institucionalizada, que ha servido después de arranque a tantas organizaciones estatales y no estatales para bien de los más desheredados. Y no decimos nada del Magisterio de los Papas, sobre todo a partir de León XIII con su encíclica Rerum novarum, pieza monumental, reconocida por todos, amigos y enemigos, como lo más grande, adelantado, justo y luminoso en el campo de la sociología.

Se ha dicho muy bien que la palabra caridad se traduce modernamente por la palabra justicia: es preferible dar algo permanente con lo que el pobre se valga por sí mismo y se forme también para la sociedad. O sea, se trata de practicar aquello de la sabiduría china: es mejor poner el anzuelo en la mano del hambriento que alargarle un pescado. Si la Iglesia tuviera medios para poner el anzuelo en todas las manos necesitadas, no habría pobres en el mundo. Por eso la Iglesia levanta la voz y clama contra la injusticia, a la vez que tantos hijos suyos se dan de manera total y de por vida a aliviar a los más desfavorecidos.

La Iglesia sigue abriendo caminos en el campo social, la mayoría de las veces desposeída de medios humanos, allí donde hay más necesidad y adonde el Estado no llega o no puede llegar. Y, si la Iglesia no puede hacer otra cosa, sabe al menos levantar la voz para acusar a quien sea, cuando se mantienen estructuras o costumbres en oposición con la justicia y la caridad.

Para los acusadores, presentamos en nuestro tiempo la obra de una sola hija de la Iglesia Católica: la Madre Teresa de Calcuta. ¿Qué institución, qué otra religión, o qué otra Iglesia, nos presenta una figura que, como ella, se haya dado a los más pobres entre los pobres? Aunque ella ha sido la de la fama. Pero, ¡hay tantos como la Madre Teresa, que hacen lo mismo en total anonimato! La Iglesia, como Iglesia, sabe cumplir lo de Jesús: Que tu mano izquierda no sepa lo que ha hecho tu derecha…

¿Es verdad o no es verdad que la Iglesia sigue haciendo, aunque de diversa manera, los mismos milagros que Jesús?

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