¡Al tanto con el niño!
9. abril 2024 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: FamiliaNadie niega que la delincuencia juvenil es uno de los más graves problemas que tiene planteados hoy nuestra sociedad. Todos los observadores miran para atrás, y descubren que, efectivamente, el problema viene de lejos, desde la misma infancia. ¿Qué ocurre en muchos hogares? Que no se sabe educar al niño desde su primer despertar a la vida. Papás buenos, pero también un poco desaprensivos, no miden las consecuencias de todo lo que hacen con el niño.
No vamos a inventarnos ahora nosotros nada nuevo. Ni, mucho menos, vamos a dar ningún consejo. Vamos a limitarnos a dictar, ligeramente comentados, esos diez consejos que se publican en muchas revistas y folletos de carácter popular, y que no caerán mal tampoco en este escrito.
Uno. ¿Hay que dar al niño desde la infancia todo lo que pide?
– No. Porque el niño crecerá pensando que el mundo entero le debe todo. Querrá ser de todos servido, pero él no servirá a nadie. Y hoy hay que formar en la generosidad, en la camaradería, en el desprendimiento. Niño formado en el egoísmo y en la comodidad, tendrá muy poco porvenir en un mundo que cada vez se abre más a los otros. Al egoísta y comodón no se le tolerará en ninguna parte.
Dos. No reír ni celebrar nunca las groserías que el niño dice.
– Muy al contrario, hay que corregírselas con seriedad. Si no se está al tanto, pronto se darán cuenta de que el niño se vuelve un mal hablado y un deseducado, que usará después un lenguaje muy vulgar. Y hoy pedimos al hombre que sea un caballero y a la mujer que sea una dama.
Tres. Hay que darle, ante todo, educación espiritual.
– Porque si se le priva de Dios desde ahora, crecerá con una conciencia torcida, no respetará ningún derecho humano, y darán miedo los derroteros de su vida moral.
Cuatro. No decirle: ¡Eso no se hace! ¡Eso está mal!.
– Son expresiones que le asustan y le impiden distinguir el mal del bien. Es mejor explicarle dónde está el mal que ha hecho y cómo podía haber hecho el bien. Lo único que se consigue con el miedo y el resentimiento por la dura corrección, es que avance el mal.
Cinco. No escucharle cuando obra el mal. ni excusarle con un ¡Ay, pobrecito, tú no tienes la culpa!.
– Se echará después de encima todas las responsabilidades. Los malos serán los otros; él, nunca será el culpable. Con una falta de lealtad inaceptable, se habrá granjeado la enemistad de todos los demás compañeros o de las amigas.
Seis. No dejarle leer todo lo que quiera y ver todos los programas que le gusten.
– Mientras los padres están esterilizando la vajilla, dejan que el espíritu se nutra de inmundicias. Es duro decirlo, pero la cosa es así. Hoy se impone la educación en las lecturas, en los programas de la pantalla y en la selección de los videos.
Siete. Jamás hay que discutir delante del niño.
– Porque se le deja una herencia fatal para cuando él se case. Y Dios quiera que no se rompa el matrimonio de los papás, que sería lo peor. Niño y niña que presencian luchas familiares, serán ellos el día de mañana los protagonistas de batallas campales en el hogar que van a formar.
Ocho. No darle todo el dinero que pida.
– Si lo tiene todo, nunca valorará lo que cuesta la vida. Será un caprichoso inaguantable. Y mañana, para tener dinero, si es preciso se lanzará hasta el crimen.
Nueve. No satisfacer todos sus deseos en comida, bebida y en todo confort.
– Será un muchacho sin ningún espíritu de sacrificio. No valdrá para nada. Rechazará todo trabajo que cueste esfuerzo. Y esto es hoy muy importante. La solidaridad con los pobres se nos impone a todos. Y nunca apreciará a los no favorecidos por la fortuna el que no conoció lo que es una privación.
Diez. No tomar siempre su partido, dándole siempre la razón.
– ¡Pobres compañeros, pobres profesores, y hasta pobre policía! Incorregible, sólo se creará enemigos. Los tendrá en abundancia…
¿Cuáles serán las peores consecuencias para los papás, si no saben educar sanamente?… Dos consecuencias, de manera especial.
Primera, un lamento tardío de que nunca han podido con el hijo. Y segunda, un dolor muy acerado, cuando vean acumularse los fracasos en la vida de ese hijo, al que no supieron formar bien a tiempo…
Hasta aquí, lo de esa hoja que corre tanto en escritos populares. Nosotros tomamos ahora el Evangelio, y miramos a Jesucristo. Contemplamos su casa de Nazaret, y nos encontramos con un niño y un muchacho de una formación exquisita. María y José supieron hacer las cosas bien con el Hijo que Dios les confió. Jesús, que sabe lo que vale el niño, gritará un día: ¡Dejad que los niños vengan a mí! Es el primer interesado en la buena formación del niño dentro del seno del hogar.
Nosotros queremos atinar en la formación del niño. Y, para no equivocarnos, Dios se encargó de proponernos buenos ejemplares en los que formaron a su Hijo Jesús. María y José no se graduaron de pedagogía en la Universidad, pero lo cierto es que supieron educar muy bien al Hijo que Dios les confió…