Trabajar como Dios

28. mayo 2010 | Por | Categoria: Reflexiones

Una vez más que queremos hablar de un punto tan importante en la vida humana y cristiana como es el trabajo. Pero se me ocurre empezar haciéndole atrevidamente una pregunta nada menos que al mismo Jesús:
– Oye, Señor. Tú nos hablas mucho de tu Padre. ¿Y qué hace tu Padre?
La respuesta de Jesús me deja en el desconcierto más total:
– ¿Mi Padre?… Mi Padre trabaja siempre.

La verdad es que si no leyéramos en el Evangelio de Juan esta afirmación de Jesús, no se la hubiéramos creído a nadie que nos la hubiese dicho. Dios creó el universo, nos creó a nosotros, y nos salvó por Jesucristo.

Y ahora, sin darse descanso, sigue con su Providencia cuidando de todo y de todos, en especial de nosotros, hasta que alcancemos la salvación plenamente en el Cielo. Lo mismo cuida de la estrella más lejana, que del insecto que corre por la tierra, que de la flor del campo, que de nosotros sus hijos queridos…Podríamos decir que sólo cuando haya llegado el final podrá Dios tomarse unas buenas vacaciones…, porque sólo entonces habrá acabado la perfección del universo en todos sus detalles.

Esto nos lleva hoy a hablar del trabajo en este triple aspecto:
nuestro trabajo es de Dios;
es como el del mismo Dios,
y es para Dios.
Podemos detenernos a examinar cada una de estas tres proposiciones, que contienen —vamos a hablar así— toda la teología del trabajo.

* Nuestro trabajo es de Dios, porque Él ha querido unirnos a su propio trabajo para que perfeccionemos el mundo. Cuando trabajamos, somos en verdad manos de Dios. Nos necesita, porque así lo ha querido Él. Dios pone a Adán en el paraíso, y le ordena: ¡A trabajar la tierra!… Yo he hecho ya bastante. Ahora, encárgate tú de acabar mi obra hasta llevarla a su perfección total. Aquel trabajo primero impuesto por Dios hubiera sido placentero. Después del pecado, la ley es la misma, aunque el trabajo pesado no será una delicia precisamente, pero siempre será trabajo de Dios realizado por las manos nuestras.

* Nuestro trabajo es como el de Dios, porque exige de nosotros que lo hagamos todo tan bien, que, al haber acabado de realizar cualquier tarea, podamos alegrarnos al ver que nuestra obra ha quedado bien, muy bien hecha, como vio Dios las obras de aquellos seis días… ¡Y vio Dios que todo lo que había hecho era bueno, muy bueno!… Poder decir esto después de cada trabajo nuestro es un verdadero premio.

* Y nuestro trabajo es para Dios, porque se ordena todo a su gloria, sobre todo en la salvación nuestra y de todos los hombres nuestros hermanos. No sé si podemos aspirar a mayor fruto de nuestro trabajo: nos hace santos porque es obra que hacemos para Dios y para el servicio de los demás. Amor, puro amor… es nuestro trabajo cuando lo realizamos con intenciones tan altas.

Trabajar, es como hacer que el sol brille para todos:
para Dios, porque hacemos resplandecer más la obra de sus manos;
para nosotros, porque nos hacemos y nos aseguramos una vida más feliz;
para los demás, porque les ayudamos a gozar mejor de los bienes de este mundo.

Un cuento chino, de sabiduría muy profunda, nos dice lo que hace nuestro trabajo.
Resulta que aquel buen hombre tenía la casa tan mal orientada, que dos montañas impedían a los rayos del sol entrar por ninguna ventana. De acuerdo con sus hijos, agarran el pico y la pala, únicos medios de que disponían, y empiezan el trabajo demoledor. Los vecinos, sorprendidos, se reían:
– Pero, ¿qué están locos? ¿Cómo quieren allanar el terreno de esta manera? ¿No ven que es un imposible?
Pero el allanador del terreno —¡qué bien si hubiera tenido tractores!— respondía tranquilo a los escépticos y burlones vecinos:
– Eso lo dicen ustedes. Miren, cuando yo muera, mis hijos y mis nietos continuarán el trabajo. Cada día quitamos algo de tierra, hasta que desaparecerá completamente la de las dos montañas. Vale más hacer algo que pasar la vida lamentándonos de que nunca nos da el sol.

Este chino sabía razonar y hablar muy bien. Trabajar es como hacer que el sol brille para todos. El trabajo de todos es la vida del mundo. El trabajo de todos es como la sonrisa de la luz y como la caricia del calor del sol. Quien no trabaja, no sirve para vivir en el mundo entre hombres y mujeres trabajadores…

Mirado así el trabajo, cambia completamente nuestra manera de ser y de vivir.
Porque la existencia entera está llena de optimismo. Y el trabajo, fuente de bienestar personal, familiar y social, nos convierte en seres útiles para el mundo, en vez de ser unos parásitos que lo estropean y lo matan todo.
A más trabajo, mayor bienestar.
A mayor trabajo, mayor perfección.
A más y mejor trabajo, mucha y mayor prosperidad en este mundo, al que todos debemos amar.
A más y mejor trabajo, somos todos una mejor y más acabada estampa de Jesucristo y de Dios, su Padre y Padre nuestro, que, a pesar de ser Dios, trabaja siempre…

¡Trabajo! ¡Bendito sea el trabajo de cada día, bendito nuestro trabajo de hoy!…

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