El León a nuestro lado
27. junio 2024 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: OraciónRepetimos continuamente que la vida es una lucha. La Biblia nos lo recuerda a cada momento. Sobre todo, es lucha la vida cristiana. Si triunfamos en ella es por la gracia de Dios. Pero, ¿y si nosotros le fallamos a Dios, que nos quiere salvar? ¿Si nos rindiéramos al enemigo? ¿Si fuéramos unos imprudentes que nos jugáramos la salvación a cada instante?
En la lucha por la salvación, ¿tenemos algún signo de victoria? Para responder a esta pregunta, quiero traer aquí la historia del martirio de Daría, que daba la sangre en Roma, junto con su esposo, por defender su fe en medio de las persecuciones del Imperio.
¿No han leído nunca la historia de Daría? Los cristianos eran segados como las espigas del trigo. Nosotros diríamos como la caña de azúcar… El pueblo romano, ávido de placer y de sangre, gritaba continuamente:
– ¡Pan y espectáculos, pan y espectáculos!
Comer y divertirse era toda la ilusión de la Roma pagana. Y las arenas del circo absorbían a torrentes la sangre de los cristianos.
El prefecto de la Urbe tiene ahora delante del tribunal a una mujer excepcional, Daría, la esposa de Crisanto, que también será mártir. Le interroga el prefecto:
– ¿Eres tú Daría, la que ha llevado a tantas mujeres de Roma a esa nefanda superstición de los cristianos?
– Sí; yo soy Daría. Llevo al Espíritu Santo dentro de mí, y yo no renuncio a mi fe. Yo no echo de mí al Espíritu Divino.
– Si no echas tú a ese Espíritu Santo, ya te lo haré echar yo. Te mandaré a un prostíbulo y allí te dejará ese Espíritu Santo.
– Estás equivocado. Dios es poderoso para defenderme.
Y Daría fue llevada a la mansión del vicio. Metida en un peligro tan grande para su honor y para su virtud, se puso en fervorosa oración. Entonces apareció sentado a sus pies un león terrible, que espantó a los guardias y a cuantos lo vieron.
Informado de todo el emperador, mandó que Daría, junto con su marido Crisanto, fueran echados los dos en una fosa y sepultados vivos bajo un montón de tierra y piedras pesadas.
Lo del león no es historia, sino una leyenda bonita, pero nos va a meter a nosotros en una reflexión interesante sobre la vida cristiana.
La obra más bella de Dios en la creación es el amor entre el hombre y la mujer. El amor humano es el reflejo del amor de Dios, que es feliz en la intimidad de las Tres Divinas Personas. El demonio, que no perseveró en el amor, sino que se rebeló contra Dios y vive en el odio, hizo que el hombre se rebelara también en el paraíso contra el amor de Dios y contra el amor a sí mismo. Vemos en la Biblia cómo después del pecado original, el enemigo del género humano indujo a Lamec, el primer polígamo, a obrar contra el amor, que reclama la exclusividad del consorte en el matrimonio. Vino después el diluvio como castigo de la inmoralidad extendida por toda la tierra. Sodoma y Gomorra fueron abrasadas por el fuego a causa del homosexualismo de sus habitantes. Y es que el desorden en el amor aleja de la tierra a Dios, porque ataca al amor del mismo Dios.
Pero Dios no tolera que su enemigo se ría de Él y lo venza. Dios promete por el profeta:
– Derramaré sobre vosotros un agua pura y seréis purificados; yo os limpiaré de todas vuestras inmundicias. Os daré un corazón nuevo, meteré dentro de vosotros un espíritu nuevo (Ezequiel 36,25)
¿Cuándo y cómo se realizará esto? El Apocalipsis nos dice de Jesús, el muerto en la cruz y resucitado:
– ¡Ha vencido el león de Judá! (Apocalipsis 5,5)
Y en su primera aparición nos trae el gran regalo que nos ha merecido:
– Recibid el Espíritu Santo (Juan 20,22)
Por lo cual dirá Pablo:
– Sois templos de Dios y el Espíritu de Dios habita dentro de vosotros… Por lo mismo, debéis glorificar a Dios en vuestro cuerpo (1Corintios 3,16; 6,20)
La imagen del León aplicada a Jesucristo es de honda raíz bíblica. En el obelisco de la Plaza del Vaticano en Roma —la conocemos bien por tantas veces como la vemos en televisión— está esculpida como un acto de fe la leyenda sagrada: ¡Huid, enemigos del Señor! Vence el León de la tribu de Judá. En aquella piedra del Vaticano el texto se dirige a toda la Iglesia, que sabrá mantenerse en pie, como el obelisco, a pesar de tanta lucha como ha de sostener contra los enemigos de Jesucristo. Pero nosotros sabemos que es también para cada uno de nosotros.
Con Cristo a nuestro lado, ¿qué miedo vamos a tener?
¡Esta es la victoria del León de Judá!… Daría venció en aquel lugar porque tenía a su lado al León.
Hoy nosotros andamos buscando remedios para el mundo, que se degrada cada vez más, con peligro incluso de enfermedades que nos preocupan mucho, de destrucción de las familias por falta de amor, de perdición de tantos en la presencia de Dios…
La única solución la hallaremos en Jesucristo, en su ley, en su mandamiento de pureza y de amor.
La salvación está únicamente en Jesucristo, el León que es más fuerte que todos sus enemigos…