Lengua…, ¿qué haces?

8. octubre 2010 | Por | Categoria: Reflexiones

Unas palabras de la Biblia van a inspirar hoy nuestro mensaje. Son las del apóstol Santiago, que nos dice con ironía astuta:
– La lengua, uno de nuestros miembros, es fuego que inflama todo el engranaje de nuestra existencia. Con ella alabamos al Señor y Padre, y con ella misma destrozamos a los hombres, creados a imagen de Dios (Santiago 3,1-11).

Dios nos ha dado la palabra como un don para poder comunicarnos los unos con los otros, pero nosotros nos las sabemos arreglar para comunicarnos cosas que no le deben gustar mucho a Dios… Y todo, por la lengua que pronuncia esa palabra… El mismo apóstol nos impone un remedio duro: ponerle a la lengua el freno como a un caballo. Hoy cambiaríamos nosotros “caballo” por “coche”, por “carro”, y diríamos: o frenamos cuando se acelera demasiado, o nos lanza imparablemente en el abismo…

La lengua tiene mucho que ver con la primera virtud cristiana como es la caridad, el amor. La lengua puede hacer crecer el amor intensamente en las almas cuando se habla bien, así como puede destruir el amor cuando se habla mal. ¿Hablamos bien? Estamos echando gasolina al fuego del amor, y el amor crece y crece… ¿Hablamos mal? Echamos agua sobre las llamas del amor y lo apagamos del todo…

Y empezamos a preguntarnos: ¿por qué hablamos mal de otro?… Ese otro de quien se habla mal, es a  lo mejor una bellísima persona. Sin embargo, una palabra nuestra va a echar a perder toda su vida ante los demás. Y, muchas veces, la criticamos precisamente a causa de una buena acción.
Interpretada esa acción por unos, se convierte en un acto de virtud humana y divina admirable.
Interpretada por otros, resulta que es una obra hecha con mala intención y de fatales resultados.
Vienen  todos, entonces, a dar razón al poeta pensador, cuando canta:
– Del más hermoso clavel, — pompa de un jardín ameno,―— el áspid saca veneno, —  la oficiosa abeja, miel (Calderón de la Barca)
Porque la misma persona es una maravilla para unos, y es para otros un ogro de los montes o poco menos.
Pero, lo más curioso es averiguar el origen de nuestros chismes y calumnias. ¿Es cierto que criticamos el mal porque somos celosos del bien? O bien, al contar cuentos de los demás, ¿no tendremos intenciones muy torcidas?… Tal vez dos animalitos nos den la mejor respuesta.

Sucedió en una noche plácida de verano. Arriba, el cielo azul tachonado de estrellas. El suelo, cubierto de césped y hierba mullida, encima de la cual descansaba la luciérnaga, ese amoroso gusanito de luz, que brillaba desafiando a una estrellita lejana. Un sapo gordote, viendo el fulgor del animalito, se le acerca con paso torpe y le escupe con toda su fuerza. La luciérnaga entonces, cubierta de baba, le dice tiernecita:
– Sapo, ¿por qué me escupes?
Y el sapo feote le responde con voz ronca:
– ¡Porque brillas más que yo!…

La persona que habla mal de otro es porque está herida. Y, aunque la víctima de su envidia no pierde nada interiormente, ni ante su conciencia ni ante Dios, puede quedar para siempre deshecha. Así lo cantó nuestro Rubén Darío, el mejor poeta centroamericano:

Puede una gota de lodo
sobre un diamante caer;
puede también de este modo
su fulgor estremecer.
Pero, aunque el diamante todo    
se encuentre de fango lleno,
el valor que lo hace bueno
no perderá ni un instante,
y ha de ser siempre diamante
por más que lo manche el cieno.

La Biblia está llena de exhortaciones respecto de la lengua.
Unas veces, son todo alabanzas para la lengua delicada, incapaz de hacer a otro el mal con una palabra, y llama a esa lengua: plata refinada (Proverbios 10,20)
Otras, son un aviso serio contra el malhablado, porque su lengua es una saeta aguda, capaz de matar a cualquiera (Salmo 56,5)
En muchas ocasiones, nos previene ante esa lengua que es capaz de tanto bien y de tanto mal: La lengua tiene en su poder la muerte y la vida (Proverbios 18,21)

El apóstol Santiago, resumirá tanto pensamiento bíblico en estas palabras:
– La lengua: ¡un miembro tan pequeño, y capaz de cosas tan grandes!
Lengua, ¿por qué te empeñas en hacer tanto mal, si eres capaz de hacer tanto bien?…
Lengua, ¿por qué matas el amor, cuando puedes aumentar tanto la felicidad de los demás?
Lengua, alaba a Dios y bendice siempre a los demás. Y ya verás cómo todos te bendicen y te alaban a ti también…

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