¿Contra las Naciones Unidas?…
21. febrero 2023 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: FamiliaSe me ocurrió un día cualquiera leer el periódico —un periódico de tendencia totalmente católica— para encontrarme con una noticia que se callaban los otros periódicos, como era de esperar.
En la Naciones Unidas se trataba de aprobar o no, a nivel mundial, nuevas normas de conducta sexual entre los adolescentes —no ya jóvenes— para prevenir el peligro de contraer el Sida y para no impedirles practicar el aborto si es que lo deseaban. Quedaban bajo la protección de la ley —que después acomodaría cada Estado— los adolescentes a partir de los quince años.
¿Cómo es posible haber llegado hasta aquí?
Nada extraño, cuando aquel mismo día, un periódico liberal daba la noticia del Ministerio de la Salud en una gran nación europea, según la cual se producía en ella un afectado del Sida cada dos horas.
¡Y qué coincidencia! En el mismo día, y ese mismo periódico liberal, daba una noticia inimaginable. Una niña de doce años, lista por lo que se ve, buena chiquilla y de familia estupenda, que tiene la iniciativa de abrir un consultorio sicológico por teléfono, hasta con el celular —pasmémonos, con la ‘doctora’ de doce años—, la cual responde serena a los reporteros cuando fue sorprendida:
Son bastantes las consultas cada día, varias decenas. Se trata de jovencitos y jovencitas como yo, más mujeres que hombres, a los que hablo con nuestro lenguaje. Yo les digo que no se suiciden por un fracaso, pues la vida es un don. Por fortuna no se suicidan, pero necesitan desahogarse y lo hacen conmigo. Considero muy útil el trabajo que yo hago, porque esos chicos y chicas no dialogan con sus papás. Además, las amigas no les aconsejan bien, sino que les llevan por mal camino. Yo no tengo esos problemas, porque lo consulto todo con mis padres, a los que tengo una confianza absoluta, pues son para mí como unos confesores (Avvenire y Repubblica, 4 Julio 1999)
¡Vamos!, hay para aplaudir y hasta para caer de rodillas ante criatura semejante… Pero dejamos a esta niña formidable, y pasamos al debate de las Naciones Unidas en sus dos puntos.
– Respecto del Sida: para evitar el contagio, educación sexual libre, pero aconsejando y alargando los profilácticos, como el discutido condom. La moralidad o la inmoralidad no cuentan en sus resoluciones.
– Respecto del aborto: para evitar problemas a los padres de familia, libre el aborto de los adolescentes, sin permiso de sus padres, pues esos muchachos y muchachas, a sus quince años, tienen derecho a la comunicación confidencial y a la reserva.
Como esto resulta demasiado descarado, la Conferencia de las Naciones Unidas recurre al argumento de la superpoblación, en el que nadie cree… Eso sí, siguen manteniendo y ampliando todo lo aceptado por la famosa Conferencia de El Cairo, cuando se dio como estadística válida que en el mundo se cometen anualmente sesenta millones de abortos.
Para nosotros, creyentes, todo esto es inaceptable. No sabe uno qué responderán ante el juicio de Dios los fautores de proyectos y proposiciones semejantes. Y, lo que es peor, de resoluciones que votan con toda tranquilidad o por compromiso.
Muy respetables las Naciones Unidas, pero en esto no podemos estar con ellas.
Nosotros, con la doctrina de Jesucristo, pensamos de una manera.
Ellos, opinan de manera muy diferente.
Esperaremos al final a ver quién ha tenido razón…
Ante realidades como éstas del mundo actual, ¿qué hacemos en nuestras familias? Es muy difícil dialogar con los jóvenes cuando ellos no se prestan para ningún diálogo. Pero tampoco hay que darse por vencidos. Los jóvenes de hoy son difíciles, ciertamente, pero no son todos malos, gracias a Dios, y son razonables cuando se les habla con respeto y con amor.
No podemos ocultar asuntos como los que hoy nos ha tocado tratar por esas noticias de los periódicos. Son ocasión magnífica para hablar con los hijos y exponerles nuestro punto de vista, aunque ellos se hayan formado también el suyo. Ellos pueden ver inmediatamente que son males muy graves, y que, por lo mismo, deben tenerlos en consideración para no caer víctimas de los mismos.
Los adolescentes son todavía masa moldeable, y han de crecer con la conciencia bien clara y bien formada. Partiendo siempre de que se les trata con amor, aceptarán una instrucción que les previene contra males muy serios.
Por más que, desde muy jovencitos, saben hoy todas las técnicas para divertirse conculcando los deberes que impone la conciencia.
El mal ha sido demasiado descarado en nuestros días y se ha adelantado a la acción responsable de los padres.
Los padres, en efecto, se dan cuenta enseguida de cuándo las cosas no funcionan bien. Ponen, o quieren poner, el remedio adecuado, y muchas veces llegan tarde. Es preferible adelantarse. Cuando el adolescente se da cuenta de que los papás le tratan ya como persona mayor en asuntos tan delicados, da la confianza con mucha más facilidad y se muestra también mucho más receptivo.
Como siempre, volvemos los ojos a Jesucristo, el del grito Dejad que los niños vengan a mí, y el de la amenaza patética, ¡Ay del mundo por los escándalos!… (Mt.19. Lc.17). Nosotros seguimos nuestro sistema: llevamos los niños y los jóvenes a Jesús, que es el mejor guardador de su inocencia y de su integridad.