La Biblia en el seno familiar
14. marzo 2023 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: FamiliaAquel hombre de negocios entró de visita en la casa y, sin darse cuenta, le vinieron ganas de arrodillarse, porque se figuró que había entrado en una capilla. En un rincón discreto de la sala, casi en la penumbra, había una mesita y sobre ella un atril con un libro grande abierto que le pareció el Misal.
Para completar su despiste, ve allí una lamparita eléctrica prendida y un vasito con el tallo de una flor. Se percata el dueño del apuro de su huésped, y le explica sonriente:
– ¡No, no le dé importancia! Ha sido un capricho nuestro el guardar la Biblia de esta manera. En esta casa le tenemos una gran veneración. Esa Biblia grande es solamente un adorno, muy religioso, eso sí. Para nuestro uso, cada uno de nosotros tiene una Biblia manual. Porque en esta casa se lee la Palabra de Dios cada día.
Dicho todo esto con humilde naturalidad, el visitante quedó más sorprendido aún. Y se dijo para sus adentros: He venido para hablar del negocio y proponer un contrato. No me he equivocado. Aquí no me van a engañar…
Dejemos la anécdota de los dos empresarios y vayamos a la lección magistral que nos dan el uno y el otro. ¿Nos damos cuenta de lo que ha de ser la Biblia en la vida familiar? ¿Nos percatamos de la confianza que inspira quien vive de la Palabra de Dios?…
Ante todo, hoy queremos mirar la Biblia dentro del ambiente de la familia, como elemento principal de la formación cristiana. Es cierto que cada domingo escuchamos en la celebración de la Misa la Palabra de Dios. La Iglesia tiene como tarea principal suya la proclamación de la Palabra, que la lee en público, la interpreta autorizadamente, la transmite en toda su pureza.
Pero no nos queremos contentar con escucharla en la asamblea cristiana.
Queremos algo más, y hacemos que la Biblia ocupe un lugar distinguido en nuestra casa, porque en ella le tributamos verdadero culto. La honramos. La veneramos. La leemos. Desde la juventud hasta la vejez, la Biblia es el libro de todos y cada uno de los miembros que constituimos el hogar. La Biblia nos entretiene y la saboreamos cuando la sabemos leer; la Biblia forma nuestros criterios; la Biblia nos hace encontrar a Dios, y por eso nos hace rezar.
Entregamos la Biblia hasta a los niños más pequeños apenas saber. Porque ponemos en sus manos como primer libro de formación lo que antes se llamaba Historia Sagrada, y hoy, mucho más acertadamente, se la llama La Biblia de los niños. En su viva imaginación se les graban las ilustraciones, y los relatos principales de la Sagrada Escritura constituirán el bagaje más rico de sus primeros recuerdos para toda la vida.
El Papa, al concluir el Gran Jubileo del año 2000, proponía como fruto del mismo y como programa del Tercer Milenio la asidua lectura de la Sagrada Escritura, que se consigue, dice el Papa, “a través de la difusión de la Biblia en las familias”.
Ante estas palabras, un Obispo emprendía antes de un mes la evangelización renovada en su diócesis con métodos audaces.
– ¿Qué pretende, Señor Obispo?
A una pregunta así de directa, respondió también muy directamente:
– Quiero la Biblia en las manos de todos. La Biblia nos enseña la única palabra necesaria: Jesús. Nos enseña a acoger esta Palabra única de Dios, y, acogida con oración, nos empuja a comunicarla a los demás. JESUS y la ORACION, nos van a renovar toda la vida cristiana.
Y establecía, casi como un mandato:
– Quiero la lectura de la Biblia en cada familia y la constitución de uno o varios grupos bíblicos en cada comunidad parroquial.
¡Bien, por el magnífico Obispo!
¿Qué será la Biblia para nosotros cuando hayamos aprendido a gustarla? Un santo de los primeros siglos, escritor delicioso, San Efrén, compara la Biblia a una fuente a la que acudimos sedientos. ¿Y qué nos pasa cuando en ella bebemos el agua de la Palabra de Dios? ¿Agotamos toda su riqueza? ¿Por qué volvemos una y otra vez a las mismas palabras, a los mismos hechos? Escuchemos la explicación encantadora del Santo Doctor:
El que tiene sed se siente feliz al poder beber, pero no se entristece porque no ha podido beber toda el agua de la fuente. Es mejor que la fuente satisfaga toda tu sed, antes de que tu sed deje seca la fuente. Si tu sed queda satisfecha sin que se haya secado la fuente, podrás beber de nuevo cada vez que tengas más sed. Si agotaras toda el agua de la fuente, tu victoria sería la peor derrota. El agua que has bebido y te llevas, es ya cosa tuya; la que queda en la fuente, te queda en herencia.
Esto es la Biblia para nosotros: una fuente inagotable de Verdad, de Gracia, de inspiración para la Oración. No agotaremos nunca toda su riqueza.
Así acogida, venerada, leída y meditada la Biblia en la familia, trae al hogar las verdaderas riquezas del Espíritu. Habrá o no habrá en la casa muchos bienes materiales; pero esa casa abundará ciertamente en riquezas del Cielo.
En el hogar aquel, la Biblia era guardada como en el ambón de la iglesia y señalada con la flor y la lamparita. No deja de ser elocuente semejante lección.