Las ilusiones de los novios
28. marzo 2023 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: FamiliaNo nos empeñemos en buscar una ilusión más grande en un muchacho o una muchacha que el llegar pronto, cuanto antes, mañana mejor que pasado mañana, al colmo de sus aspiraciones, que es el soñado matrimonio. Este es el hecho, tan hermosamente trazado por Dios: así ha sido siempre, así es y así será.
¿Qué hacer entonces ante tal realidad humana? Como es natural, miramos con simpatía grande esos sueños dorados de los jóvenes. Y sólo queremos que, colmadas sus ilusiones de un matrimonio feliz, se les convierta su unión en el camino que los lleve a Dios.
En la Iglesia naciente, y en una ciudad tan libertina como Corinto, se encontró San Pablo con el entusiasmo de los primeros cristianos por la virginidad, recomendada por el Señor Jesús. Pablo, tipo práctico, los alaba, pero les hace tocar con los pies en tierra:
– Sí, eso está muy bien. Pero, sabed que eso de la virginidad no es de todos, es excepción. Y lo que Dios quiere de la inmensa mayoría de vosotros es que os caséis, que cada uno tenga su mujer y que cada una tenga su marido. Debéis saber además que cada cual tiene su propio don recibido de Dios. Y, si es un regalo la virginidad, también es otro regalo el matrimonio (1Corintios 7,6-7)
El pensamiento del Apóstol San Pablo es muy claro y no deja dudas. Sobre todas las tendencias naturales, el matrimonio es el proyecto que Dios se ha trazado para la mayoría. Por lo mismo, hay que mirarlo a través del prisma de Dios y conformarlo con ese plan divino.
¿Por qué se desea el matrimonio? ¿Por qué todos los buscan? ¿Por qué se abraza?… No es nada difícil responder a estas cuestiones.
– El matrimonio se desea como la satisfacción de una tendencia natural, entrañada en nuestro ser. Por disposición de la Naturaleza ⎯y la Naturaleza ha sido creada y está dirigida por Dios⎯, el hombre busca a la mujer y la mujer al hombre para fusionares en un solo ser, tanto físico como moral y espiritual.
– Es comprensible, por lo mismo, que muchos vayan al matrimonio como por instinto, sin pensárselo demasiado. Aunque sea algo aventurero proceder así…
– El matrimonio se desea además como una solución de la vida. Cualquiera se puede preguntar: si no me caso, si nadie me ayuda, ni nadie responde de mí, ¿qué me espera?… Es natural también esta inquietud, y propia de personas prudentes. Este proceder ya es mucho más sabio que el anterior, aunque en nosotros se pueda y se deba pedir algo más.
– El matrimonio se desea y se busca, finalmente, como un ideal de la vida, como una meta que conseguir y una ilusión que realizar. Como la realización personal más completa. Como la vocación cristiana específica. Como el camino propio para ir a Dios.
Este es nuestro caso, que miramos el matrimonio en todos sus aspectos humanos y divinos. Felicidad de la vida; solución de la vida; camino en la vida, recorrido de dos en dos, hasta llegar a Dios en su Cielo.
El matrimonio tiene su preparación natural en el noviazgo, que se caracteriza por un amor juvenil, impregnado de frescura matinal, espontáneo, llamativo.
El amor de los esposos ⎯amor ya maduro⎯ será mucho más serio, reposado, profundo.
Por eso, nada habrá en la preparación para el matrimonio tan importante como el evitar las ilusiones del amor. Toda la preparación del matrimonio no tendrá que ser otra cosa que una decidida orientación hacia el amor conyugal. Porque el amor de los novios se parece a la llamarada espectacular producida por un fósforo sobre un montón de madera rociada de gasolina. El amor de los esposos, sin tanta aparatosidad, es mucho más intenso, que lentamente, sin llamarada tal vez, no deja sin consumir ni una molécula de la madera acumulada en el montón. Así lo cantó hermosamente un poeta, que le hablaba a su novia:
En el azul oscuro de la noche
veo estallar el fuego de bengalas.
¿Para qué, fuego, rompes tan hermoso,
si al instante nos privas de tus galas?
Querida, al ver contigo el fuego vano
que por solo un instante nos encanta,
no quiero nuestro amor, yo no lo quiero
así, cohete fatuo, sino brasa,
que, al consumir los corazones nuestros,
ya fuera del amor no deje nada.
(Copiado de una hoja que no citaba autor)
Así debe ser la preparación para el matrimonio: algo que disponga a amar de verdad. Profundamente. Con fuego de brasa, no de cohete. En una donación que ha de durar de por vida. Es la única manera de evitar desilusiones funestas. Es la única manera de alcanzar la felicidad en que tanto se ha soñado.
Con una gran prudencia, y con gran sentido de responsabilidad, los Pastores de la Iglesia piden ahora la preparación esmerada de los novios para el matrimonio, con orientaciones claras y precisas sobre la naturaleza del mismo, sobre su mística cristiana, sobre los peligros que le acechan modernamente, y también sobre los logros felices del matrimonio llevado según los planes divinos.
La palabra Caná dice mucho a las familias cristianas cuando llega un matrimonio al seno del hogar. Ilusión santificada por el mismo Jesús en aquella boda tan llena de encantos…