Los consagrados a María
17. febrero 2020 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: MariaEmpiezo este mensaje con el relato que un reportero hizo de la primera visita del Papa Juan Pablo II a Centroamérica. Tomo nada más un detalle de lo que ocurrió con los jóvenes. El Papa había consagrado el día anterior a Guatemala, y este día lo había dedicado a Honduras, en cuyo santuario de Suyapa se celebró la jornada mariana de aquel viaje. Por la noche, otra vez a pernoctar en la Nunciatura de Guatemala. La noche anterior, en un acto programado, había recibido a los alumnos de las cinco Universidades.
Pero los estudiantes no estaban satisfechos con aquel acto protocolario, y ahora irrumpían masivamente en la Nunciatura y sus alrededores. El Papa, rompiendo toda la defensa de la Guardia, se presentaba entre ellos, se colocaba en una repisa más alta, y empezaba en los jardines la charla informal con los muchachos, entre los cuales el Papa Wojtyla se encontraba en su elemento, como el pez en el agua.
– Pero, ¿qué quieren? ¡Si hoy no me toca aquí! En Guatemala ya estoy “ilegal”.
Risas. Aplausos. Gritos estentóreos:
– Totus tuus, Totus tuus, Totus tuus.
El Papa toma ese lema suyo como nombre propio, y contesta festivo:
– Sí, pero Totus Tuus quiere dormir…
El entusiasmo crece como la marea. Y aquellos dos ⎯muchacho y muchacha⎯ le piden:
– Santo Padre, ¿nos deja acercarnos para besarle la mano?
El Papa sonríe, como sonreiría Cristo, y les da un beso en la frente.
La alegría es indescriptible. Y acaba el diálogo:
– ¿Rezamos el Angelus?
– ¡Síii!…
– ¿En latín? (“en latino”, dijo simpáticamente)
– ¡Síii!…
Y con la oración más bella a la Virgen cerraba el Papa aquella noche su trabajo agotador; a nosotros nos dejaba el alma llena de paz y nos hacía adivinar lo que hubiera sido una escena del Evangelio si Jesucristo lo hubiese vivido y predicado en nuestra América del siglo veinte…
Dejo aquí lo del periodista para hacer la reflexión de este nuestro programa, que hoy dedicamos a la Virgen, a la cual nos hemos consagrado muchas veces todos nosotros, como hijos suyos que somos y a la que amamos tan tiernamente, tan apasionadamente.
Todo lo inspira ese Totus tuus, que se ha hecho mundialmente famoso, colocado en el escudo del Papa Wojtyla desde que era Obispo en su Polonia natal.
Sabemos lo que significan esas dos palabras: Todo enteramente tuyo. Como los jóvenes le han llamado así, el Papa, sin pensarlo ciertamente, nos ha dado una lección de lo que es la consagración a María.
El “Totus Tuus” lo toma como nombre propio suyo: “Totus Tuus quiere dormir”. El que es todo de la Virgen, no para escribir una encíclica o definir un dogma, sino para lo más ordinario de la vida como es el dormir. Es decir, que no hay acción a lo largo de la jornada que no esté entregada radicalmente a María.
Cuando así se vive la consagración o entrega a la Virgen, Ella se encarga de formar en nosotros la imagen de Jesucristo.
La veneramos, y Ella nos devuelve sonrisas por los piropos que le dirigimos.
La amamos, y Ella a cambio vuelca en nosotros su Corazón.
La invocamos, y Ella está toda para atendernos y despachar favorablemente nuestros asuntos.
La imitamos, y Ella se siente orgullosa de sus hijos e hijas que se le perecen tanto…
Este tan querido Papa decía allí mismo el día anterior, con voz enérgica y el rostro encendido, como buen experimentado de lo que es María para los que se le entregan: “¡Amad a María! ¡Confiad siempre en María!”.
El gran fruto que sacaremos de este amor a María será ciertamente el aumento del amor a Jesucristo en nuestros corazones. Porque Dios ha unido estrechamente a María en la obra salvadora de Jesús. El Papa Pablo VI lo dijo con su profundidad y claridad características: “Si queremos ser cristianos debemos ser marianos, es decir: debemos reconocer la relación esencial que une la Señora a Jesús y que nos abre el camino que nos conduce a Él”. Y añadía el Papa santo y sabio: “El culto de María es culto introductorio: vamos a María para llegar a Jesús”.
Uno de aquellos grandes convertidos de la Iglesia Anglicana a la Iglesia Católica, lo experimentó en sí mismo y lo escribía después con verdadera autoridad: “No supe qué era amar a Jesús hasta que no puse mi corazón a los pies de María” (Padre Faber)
Por eso también, no extrañarán las dos frases famosas de dos Santos.
El primero, San Alfonso María de Ligorio, Doctor tan señalado, escribe: “Una tierna devoción a la Virgen es una de las gracias que Dios suele conceder a aquellos que Él quiere colmar de sus favores”.
El segundo, San Juan de Avila, misionero de fuego, escribe también: “¿No tenéis devoción a María? Harto mal tenéis, harto bien os falta. Más quisiera estar yo sin pellejo que sin devoción a la Virgen”.
A estas conclusiones nos ha llevado hoy aquel “Totus tuus” de los muchachos dirigido al Papa querido. ¡Y qué bien si nosotros aprendemos a ser enteramente de María! Habremos acertado con el camino más recto y seguro para llegar sin tropiezos a Jesús…