La Virgen del Cuarto Misterio
24. febrero 2020 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: MariaNos llamaba la atención aquel Padre, Consiliario de nuestro Movimiento Apostólico, al que veíamos siempre con el Rosario en la mano. Bromeando un día con él, le preguntamos el corro de los amigos:
– Y de los quince misterios, ¿cuál es el que más le gusta a usted?
El Padre, siempre bromista con nosotros, nos responde festivo, sin pensárselo un momento:
– ¡El cuarto de gloria! Tanto, que yo me digo cuando acaba: “Virgen del Cuarto Misterio, prepárame bien para meterme en el quinto”.
Porque el quinto, para el Padre, era el Cielo que le esperaba.
Con todo, no satisfechos con su salida ocurrente, le pedimos una explicación, y él nos la dio bien cumplida. Ojalá sepa yo reproducir ahora para ustedes aquella charla tan aleccionadora sobre la Virgen.
Sí ⎯nos dijo⎯, el cuarto misterio de gloria es de lo más expresivo del Rosario. En él se nos presenta la Virgen, mejor que en ningún otro, como la Imagen de la Iglesia peregrina en la fe.
Los cristianos hemos recibido el Espíritu Santo por el Bautismo y especialmente por la Confirmación, que ha sido nuestro Pentecostés. Igual que María y los Apóstoles. ¿Y cómo discurre la vida de María en aquellos felices albores de la Iglesia, una vez recibido el Espíritu?…
La Virgen, Madre y corazón de la Iglesia naciente, es la asistente más asidua a las reuniones familiares en torno a los Doce, que, como nos dice el libro de los Hechos, hacen que se congreguen en torno a ellos los creyentes, los cuales no tenían más que un corazón y una sola alma. (Hechos 4,32)
No hemos de pensar que los fieles se han vuelto unos haraganes. No. Eso no daba con la ley de Dios, ni tan siquiera con el espíritu judío, pues el pueblo judío, empezando por sus jefes y maestros, era un pueblo muy trabajador. Pero, contando con el trabajo de cada día, en los sábados sobre todo, en los demás días de fiesta y en los atardeceres de todos los días, los creyentes “eran asiduos y perseveraban en la enseñanza de los apóstoles y en la unión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hechos 2,42)
¿Se dan cuenta ustedes ⎯proseguía el Padre⎯ del programa de vida cristiana que encierran estas palabras, y lo que significaba María en aquellos acontecimientos?
Vida de trabajo: esto por supuesto;
vida de escucha de la Palabra, con fidelidad absoluta a los Apóstoles;
vida de oración;
vida de amor;
vida en torno a la mesa de la “Fracción del Pan”, porque la Eucaristía era ya entonces el centro, la fuerza, la fuente y la cima de toda la actividad de la Iglesia.
Así un día y otro día. Así, llenándose todos de la gracia de Dios.
Así, María velando por la Iglesia que Dios le confiara en Juan.
Así, como Juan, cuidando la Iglesia a María, porque Jesús se la había dado por Madre.
Así, formando todos el Nuevo Israel de Dios, y haciéndose santos, como nos dicen los Hechos, “compartiendo los alimentos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y ganándose el favor del pueblo” con su conducta y manera de ser (Hechos 3, 46-47)
Así, cada uno de aquellos primeros cristianos que rodeaban a la Virgen, hasta que Dios era servido. Como le ocurrió a María, que, colmada de paz, un día se durmió dichosamente en el Señor, para ser llevada en cuerpo y alma a la gloria del Cielo.
Díganme, amigos ⎯concluía nuestro Padre Consiliario⎯, díganme si tengo o no tengo razón para ser devoto de “La Virgen del Cuarto Misterio”…
Naturalmente, que ninguno de nuestro grupo le quitó nada de la razón que él tenía y sigue teniendo. Aunque añadió al final, como un apéndice delicioso:
– ¿Y saben otra cosa?… Que María no solamente era asidua en escuchar a los Doce que enseñaban. Porque María fue también la gran evangelizadora de Jesús. ¿No han caído en la cuenta de que debemos a María todo lo que sabemos de la infancia del Señor?
Si no hubiera sido por Ella en aquellos días primeros de Jerusalén, ignoraríamos del todo los hechos encantadores de los primeros años de Jesús. María es la única fuente de donde pudieron dimanar. Ella, con sencillez, lo narraba todo a los Apóstoles más íntimos, como Pedro, Santiago, y Juan sobre todo.
Los Apóstoles, con sentido de deber, esparcían discretamente estas noticias entre los creyentes, que cada vez admiraban y amaban más a la Madre del Señor Jesús. Hasta que Mateo, y Lucas en especial, nos lo transmitieron todo por escrito, en las páginas más encantadoras de todo el Evangelio… Créanme, sean muy devotos del Cuarto Misterio de Gloria.
Vamos a hacerle caso a aquel nuestro Consiliario, aprendiendo de él a no soltar el Rosario de nuestros dedos. El Papa Juan Pablo II dijo al terminar una célebre Beatificación de 233 Mártires: “Durante su prisión, encontraron constante sostén en el santo Rosario. ¡Qué eficaz resulta esta tradicional oración mariana en su simplicidad y en su profundidad! El Rosario constituye en todo tiempo una valiosa ayuda para innumerables creyentes”.
Nosotros, hacemos del contenido de ese Misterio Cuarto el programa de vida más cristiano: en medio del trabajo, escucha de la Palabra, oración constante, Comunión frecuente y hasta diaria, amor que se da a todos los hermanos… ¡con María en medio de nosotros y hasta que el Señor nos llame!… Con semejante programa, parece, parece… que el Quinto no nos va a fallar.