Si la Virgen llorase…
25. mayo 2020 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: Maria¿Podría llorar hoy la Virgen María?… La respuesta nos la daremos al final. Ahora, escuchamos la historia de una conversión famosa.
Todos sabemos ese himno de la Virgen de los Dolores: “La Madre piadosa estaba – junto a la Cruz y lloraba”. Este himno es considerado como una de las piezas más hermosas de la literatura universal. Sus estrofas destilan tanta ternura, tanta compasión, que realmente nos hacen estar con el corazón destrozado junto a la Virgen en el Calvario. Es cierto. Pero, ¿sabemos quién lo escribió y la historia que tiene? Quizá haya algo de leyenda, pero en el fondo se ve la acción de María, que puso sus ojos en aquel muchacho alocado, para hacer de él un santo a la vez que un poeta sublime.
Jacopone era de la ciudad de Todi, en el centro de Italia, donde Francisco de Asís había dejado un reguero de perfume celestial. Muchos jóvenes vestían el sayal franciscano para darse a una vida de santos, consagrados del todo a Dios. Jacopone, al revés, era el joven más alocado de la ciudad y de toda la región, pendenciero, soñador, revoltoso, disoluto… -¿Tan tontos son ésos que se dan a esa vida, como la de Francisco? ¡Con lo estupendo que es divertirse! A mí, que no me vengan con esos cuentos…
Estudiante, se gradúa con brillantez, y sabe escoger a la muchacha más bella y buena para casarse. Cegada por el amor, la chica no sabía dónde se metía. Ya casada, se percibe del ateísmo y desenfreno de su esposo; pero, en vez de dejarlo y verse liberada, se muestra valiente y generosa como una santa: -¡Yo no me separo de él! Yo lo tengo que conquistar para Dios…
Un día, Jacopone está feliz.
– ¡Vana, Vana! —así se llamaba la esposa querida—. Mis dos amigos se casan a la vez, y quieren que estemos en la fiesta de bodas. Para el baile, la gente de la más alta sociedad. ¡Esta fiesta no nos la perdemos!… Te voy a lucir como verdadero galán. Me van a tener envidia todos.
Comienza la fiesta. Música, alegría, trago… Hasta que falla el piso, se derrumba el local; muertos y heridos, y entre las víctimas, Vana, la esposa de Jacopone, el cual se enfurece contra el mismo Dios…
Pero, al ver amortajar a la joven esposa, se queda horrorizado. Todo el cuerpo de la preciosa mujer —y escondido por sus amplios ropajes de fiesta—, estaba rodeado con un cilicio espeluznante, de puntas metálicas clavadas en sus carnes delicadas.
-¡Dios mío! ¿Esto hacía mi esposa? ¿Semejante penitencia mientras bailaba, al parecer tan feliz? ¿Y esto por mí, para que me vuelva a Dios?…
Jacopone capta el aviso del Cielo. Aunque se le empieza a reír todo el mundo, él se da impertérrito a una vida cristiana perfecta, émula del antes ridiculizado Francisco de Asís. Hace verdaderas locuras. Tantas y tan raras, que los Frailes Menores del Padre San Francisco dudan en admitirlo en el convento. Pero al fin ceden, y Jacopone de Todi será un fraile ejemplar, aunque siempre incomprendido. Pasará el tiempo, y llegará a caer en la cárcel. Allí se explaya componiendo poesías bellas. Regresado al convento, y antes de morir, canta un día las estrofas que se harán inmortales:
La Madre piadosa estaba
junto a la Cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía;
cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía…
Oh dulce fuente de amor,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo…
Porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.
La Virgen había logrado una conversión de las más ruidosas en aquellos tiempos. A estas horas, y después de siete siglos, nosotros seguimos saboreando los versos de un enamorado de la celestial Señora, cuyos Dolores cantó Jacopone de Todi como nadie los ha podido cantar.
Esta conversión del poeta cantor de la Dolorosa nos hace pensar en la espada profetizada por Simeón a la jovencita Madre de Jesús. La vida de María en Belén se desarrollaba en medio de encantos indecibles, hasta que vino la profecía cruel: Y a ti, María, por causa de este tu Hijo, una espada te atravesará el alma (Lucas 2,35) Desde este momento, la vida de María, feliz en Nazaret, será alegría y dolor, encerrado todo en un misterio para nosotros difícil de entender. Dios quería a la Madre de Jesús asociada en todo a la pasión y muerte dolorosas de Jesús.
¿Y hoy? ¿Qué decimos de esas apariciones como Lourdes y Fátima, en que la Virgen se nos muestra preocupada? ¿Y por qué será?… En 1954 se dio el clamoroso fenómeno de la imagen del Corazón de María en Siracusa, que durante nueve días destilaba lágrimas continuas. Comprobado por miles de personas, se sometieron las lágrimas a exámenes de laboratorio: y eran lágrimas verdaderas, lágrimas humanas. El Papa Pío XII, ante un hecho tan evidente, tuvo que dar su parecer, y lo expresó de esta manera:
– Sabemos bien que la Virgen en el Cielo es feliz y no puede sufrir. Pero no es insensible. Y nos trae un mensaje de lágrimas. ¿Lo comprenderán los hombres? ¿Son lágrimas de una Madre que llora las ofensas que hacemos a su Hijo? ¿Lágrimas de una Madre, que llora la desgracia de los hijos extraviados que han perdido la vida de la gracia?… (Pío XII, 17 Octubre 1954)
El cuadro de la Virgen Dolorosa en el Calvario, tan cantado por la piedad cristiana, es un mensaje viviente. No arranca solamente lágrimas sentimentales, que se secan tan fácilmente en las mejillas, sino lágrimas del corazón, que le dicen: Virgen María, si Tú lloras, lloras por mí, y lloras con razón. ¡A ver cuándo aprenderemos tus hijos a tenerte siempre contenta!…