Un diálogo con María

15. junio 2020 | Por | Categoria: Maria

San Agustín, con su agudeza de siempre, tuvo una vez la ocurrencia feliz de entablar un diálogo con la Virgen (Sermón 291). Y empieza por preguntarle:
– Pero, ¿quién eres tú, María, que vas a ser madre? ¿Cómo has merecido esto? ¿De quién lo has recibido?… Se va a formar en tu seno Aquel que te ha creado. ¿Cómo puede ocurrir semejante privilegio? Eres virgen, cierto. Sé que eres muy digna, lo sé muy bien. Pero, ¡es mucho lo que ahora recibes: ser madre de Aquel de quien has recibido la existencia! Nada menos que del Hijo de Dios…
Agustín calla, admirado. La Virgen sonríe. Y al fin, le contesta:
– Prefiero ser discreta, si he de hacerte conocer mi secreto. ¡Es un bien tan grande!… Por eso, prefiero que escuches al Ángel. Pregúntale a él.
Y Agustín, ni tardo ni perezoso:
– Dime, Gabriel, ¿de dónde y de qué le viene esto a María?
Y Gabriel contesta feliz, y con precisión:
– Ya lo dije todo en aquel saludo: ¡Salve, la llena de gracia!…

Agradecemos a Agustín el que nos enseñe a hablar así con María, y lo bien que entendió ese “llena de gracia”, que lo dice todo. Si María está llena, no le falta nada. Una gracia de Dios que le faltara, dejaría de tener la plenitud. TODO significa todo, y no casi todo, o todo menos un poquitín…
Al contemplar a María tal como en este diálogo la ve Agustín, el Papa Juan Pablo II explicaba a su vez, cuando la proponía como la ESTRELLA del Tercer Milenio: -María es ahora Estrella, como fue en el principio de la era cristiana la AURORA que precedió a Cristo en el horizonte de la historia. En efecto, María nació cronológicamente antes que Cristo, al que engendró y metió en nuestras realidades humanas (22 Marzo 2001)
El Papa, entusiasmado, arranca cantando a María las alabanzas de esa maravillosa letanía de los Orientales, llena de lirismo y de imágenes brillantes:

Salve, sarmiento de vid incorruptible. ―- Salve, huerto de frutos de inmortalidad.―- Salve, jardinera del Cultivador de la gracia. ―- Salve, Madre del Sembrador de nuestra vida. ―- Salve, tierra fértil en bondades. – Salve, altar lleno de ofrendas. ― Salve, Tú que haces florecer un prado de delicias. -― Salve, Tú que preparas un puerto para las almas. ―- Salve, incienso agradable de oración. ― Salve, propiciación para el mundo entero. ―- Salve, beneplácito de Dios para todo el mundo. ― Salve, palabra ardiente de los mortales ante Dios. ― Salve, Madre del Cordero y del Pastor, Esposa-Virgen.

Hacía muy bien el Papa del “Totus tuus” en llevarnos de nuevo a la Virgen María, con una devoción así de tierna y entusiasta, porque esto es lo que necesita el mundo de hoy: volver a Jesús por el mismo camino por el que Jesús nos vino, su Madre Santísima.
El mundo se hiela de frío, desde el momento que el mundo se empeña en fundar su vida en nuevos pero falsos amores. El amor verdadero, fuerte y tierno a la vez, se fundamenta sólo en Dios, “que es amor”. Y porque es amor, “de tal manera amó al mundo, que nos dio su Hijo único”. Después Jesucristo, el Dios hecho hombre, nos amó hasta entregarse por nosotros a la muerte, ¡y una muerte de cruz!

Dios se ha complacido en hacer llegar su amor a nosotros por medio de María, en la que puso sus ojos para hacerse hombre. María, entonces, se encargó como Madre de formar el corazón de su Hijo en el amor, en un amor humano, como el nuestro. Por eso, María nos da un Jesús que es único en el arte de amar, un Jesús que nos ama como Dios y nos ama como hermano nuestro.
Y María, al haber sido la que más y mejor ha amado a Cristo Jesús, y la más amada por Él, ha venido a ser la mejor maestra del mundo para enseñarnos a amar. María, con aire y cariño de mujer, envuelve a las almas en amor, y las almas se sienten felices al respirar con María y por María amores del todo celestiales.

Un famoso convertido declaraba de manera casi patética lo que fue para él este amor hermoso de María. No encontraba manera de romper con su vida escandalosa de placer prohibido. Se arrodilla una vez en la iglesia de Nuestra Señor de las Victorias de París, fábrica verdadera de conversiones ruidosas. Y le grita a la Virgen: – ¡Madre, me falta valor para romper con mi vida pecadora! Si Tú, oh Virgen me ayudaras… Si Tú me ayudaras a vaciar mi corazón de tanta inmundicia…
En medio de su angustia y su debilidad, oye el canto de la Salve: ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!…
Y exclama resuelto: ¡Sí, Madre, al fin, Tú vas a ser la triunfadora!… Después, confesará gozoso: Es María la que ha hecho todo esto en mí. ¡Y de qué manera tan dulce y tan suave que lo ha sabido hacer!… (Huysmans)

Si Agustín dialogaba con María, nosotros hacemos lo mismo ahora, y le preguntamos a la Virgen: -¿Por qué tienes que ser la “llena de gracia”, como te dijo el Ángel? Y oímos que nos responde:
¿Eso me preguntas?… Eso ya no es ahora ningún secreto íntimo que me quiera guardar. Dios me dio toda gracia para poder cumplir mi única misión: daros Jesús a vosotros, y llevaros a vosotros hasta Jesús. Un hijo mío que militaba en una iglesia de la Reforma, convertido a la Iglesia Católica, decía a todo el mundo: “María ha sido mi estrella; María me ha conducido a Roma. ¡Oh, si conociéramos a María, cómo amaríamos a Jesús!” (Padre William. Faber). ¿Qué os parece este testimonio?… Le contestamos convencidos a la Virgen:
– Nosotros, siempre decimos lo mismo: “A Jesús por María”. Porque pensamos que camino más fácil, camino más seguro, camino más placentero que Tú, no lo vamos a encontrar. Y la Virgen, contenta:
– Decís muy bien. Por eso, ¡venga, a emprender todos la marcha!…

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