Nos has hecho reino…
3. agosto 2021 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: Nuestra Fe¿Cuál fue el grito, como un santo y seña, de los mártires del siglo veinte, sobre todo en las persecuciones religiosas de México y España? El glorioso y valiente ¡Viva Cristo Rey!… Derramando su sangre con esta aclamación ante los fusiles, repetían con más vigor que nunca la petición que había salido de sus labios miles de veces: “Venga a nosotros tu reino”. Así, los mártires de Cristo.
Y Jesús, afirmando ante Pilato: Sí, yo soy rey, confesaba de Sí mismo la mayor verdad de su misión. Había venido a establecer un reino, el Reino de Dios, que no tendría más límites que el mundo entero, y que después duraría para siempre, porque era un Reino que no tendría fin.
La palabra “Reino” es la más importante del Padrenuestro, y en ella se cifra toda la oración enseñada por Jesús. El Catecismo de la Iglesia Católica, en un párrafo muy denso, nos describe las etapas del Reino de Dios (2816)
– Ante todo, el Reino de Dios está ante nosotros.
– Se aproxima a nosotros al hacerse hombre el Hijo de Dios.
– Se anuncia el Reino a través de todo el Evangelio.
– Llega el Reino en la muerte y la Resurrección de Cristo.
– Pero antes, el Reino de Dios adviene en la Ultima Cena y por la Eucaristía está entre nosotros.
– El Reino de Dios llegará en la gloria cuando Jesucristo lo devuelva a su Padre.
Primero que todo, el Reino de Dios está ya establecido en el mundo. Sí, en este mundo que nos parece a veces tan malo, pero que es amado de Dios y al que Dios se ha empeñado en salvar.
El Reino, está metido dentro de cada uno de nosotros, porque el Reino de Dios es gracia, es paz, es gozo del alma. Cada cristiano, en el que vive la Gracia, es un ciudadano viviente del Reino de Dios. San Agustín afirma con toda razón: -Llevando al Dios del Cielo dentro, somos Cielo.
San Agustín ha expresado como nadie en sus Confesiones lo que es vivir alejado del Reino de Dios por la culpa y lo que es llevarlo dentro por la Gracia:
– ¡Tarde te conocí, oh Hermosura siempre antigua y siempre nueva! Tú estaban conmigo, y yo no estaba contigo. Las criaturas creadas por ti me arrancaron lejos de Ti. Después, rompiste el silencio de mi alma sorda, se encendió en mí tu luz brillante, y disipaste las tinieblas que había en mí. Tu fragancia se desbordó, la he respirado, y ahora ardo por Ti. Te he gustado, tengo hambre y sed de Ti. Tú me has tocado, y yo me he encendido en anhelo de tu paz.
Ese Cristo que llevamos dentro por la Gracia, está rigiendo el mundo de las almas desde el Sacramento de la Eucaristía. El Papa Pío XI lo proclamó una vez de manera inolvidable. Eran los primeros tiempos de la Radio, y hacer llegar la voz del Vicario de Cristo desde el Vaticano a los otros continentes, pasando los océanos, resultaba un acontecimiento extraordinario. Y así lo hizo el Papa, dirigiéndose al grandioso Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires: -¡Cristo, Rey eucarístico, vence! ¡Cristo, Rey eucarístico, reina! ¡Cristo, Rey eucarístico, impera! ¡Cristo, Rey eucarístico, triunfa!…
La multitud inmensa que llenaba el Parque de Palermo no podía con su emoción al escuchar esta gloria de la Eucaristía…
El Reino, hecho patente a todos los hombres en la Iglesia y por la Iglesia, actúa en el mundo, y se manifiesta a todos como un Reino bien diferente de los reinos establecidos por los hombres. Cuando la sociedad vive en cristiano, sabe que el Reino de Dios es Reino de amor, de justicia y de paz.
Reino que tiene como condición la libertad. ¿Quién más libre que el cristiano, que se siente hijo de Dios, sin ninguna ley esclavizante encima, y que oye decir a Pablo: Todas las cosas son tuyas? (1Cor. 3,21)
Reino que tiene como estado el amor: ¿Quién ama como el cristiano, y quién como el cristiano practica el heroísmo del amor?…
Reino que tiene como fin la salvación. ¿Quién sueña tan felizmente como el cristiano, que sabe lo que le espera de dicha al final de todo?…
Lo expresó así el gran astrónomo que descubrió de manera asombrosa el planeta Neptuno (Leverrier). Le llovían las felicitaciones de todo el mundo:
– Habéis subido más allá de las nubes, habéis llegado hasta los astros. Y él responde conmovido:
– No hay bastante. Quiero subir más arriba, quiero elevarme hasta el Cielo, quiero llegar hasta Dios.
¡Así el astrónomo creyente!.. Es cierto que el Reino está ya en el mundo. Es cierto que cada cristiano lo lleva dentro de sí por la Gracia. Pero la etapa grandiosa será la final. Cuando Jesucristo —resucitados todos los muertos, y barridos del mundo los malos que se habrán perdido para siempre—, entregue a Dios Padre el Reino por Él instituido y conquistado, a fin de que Dios sea todo en todos, en una felicidad sin fin, Pablo nos dice con palabras de Isaías, que ni ojo vio, ni oído escuchó, ni en mente humana cupo jamás el imaginar lo que Dios tiene preparado para los que le aman (1C.15,28; 2,9)
¡Venga a nosotros tu Reino!… Entre todos los creyentes que rezamos el Padrenuestro, se lo pedimos a Dios millones de veces cada día. Y no digamos que no conseguimos nada. Por nuestra oración, Dios actúa en el mundo, y el mundo no es tan malo como sería, y es mucho mejor de lo que nosotros pensamos.
Se lo pedimos a Dios, y Dios sujeta el poder de Satanás; Dios sostiene a su Iglesia frente a tanto enemigo; Dios inspira propósitos de paz a los gobernantes; Dios infunde su Gracia en muchos corazones; Dios salva a muchas almas, dándoles el Cielo. Dios, sobre todo, dispone y acelera el triunfo definitivo de Jesucristo. ¿Y nos parece todo esto poca cosa?…