En lucha el bien y el mal
14. septiembre 2021 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: Nuestra FeNos vamos de buenas a primeras a la literatura de la Grecia clásica, y nos encontramos con la figura legendaria de Hércules. Se encuentra el guerrero en el cruce de un camino, y le salen al encuentro dos mujeres sugestivas aconsejándole cada una por su cuenta.
Una de ellas: -Ven conmigo; yo te llevo por aquí, y tendrás éxito completo.
La otra: -¡No; no te vayas con ésa. Si vienes conmigo, no te vas a equivocar.
El escritor que lo cuenta, dice con pocas palabras:
-¿Aquellas dos mujeres?… La una era mala, mala, y se llamaba Culpa. La otra era buena, muy buena, y se llamaba Virtud.
Bien, cosas bonitas de los griegos, que eran tan buenos poetas como profundos filósofos.
Pero aquí tenemos descrita por la literatura pagana lo mismo que a nosotros nos dice la literatura divina. Efectivamente, la Sagrada Biblia, en su primera página, nos muestra a Dios creando las cosas lleno de ilusión, y colocando al hombre, recién salido de sus manos, en un jardín delicioso, pero señalándole el Bien y el Mal: -¡Cuidado con este árbol! No comas de él… Pero el Maligno, Satanás, le habla sugerente y astuto a la primera mujer: ¡Come, mujer, come! Cuando se os abran los ojos, veréis lo bien que os va…
No seguimos con una historia que nos sabemos de memoria desde niños. El demonio metió con el pecado el mal en el mundo, y desde entonces aquel jardín encantador se convirtió en un valle de lágrimas amargas, muy amargas, que hacen de nuestra vida muchas veces una tragedia.
Viene Jesucristo el Redentor, asume en Sí nuestro dolor para redimirnos de la culpa que lo originó, y con su pasión y su muerte, culminadas en una Resurrección gloriosa, nos proclama a todos: -El príncipe de este mundo ha sido vencido. Satanás no tiene ya nada que hacer. La muerte ha sido aniquilada. Y al fin mi triunfo en todos vosotros será total y definitivo.
Sí, al fin el triunfo de Jesucristo será absoluto. Pero, mientras tanto, Satanás —el Maligno, como lo llama Jesús— sigue actuando, promoviendo y causando todos los males, el peor de los cuales es la ruina definitiva de muchas almas. Por eso Jesús nos hace pedir en su oración, con un último grito angustiado y esperanzador: ¡Líbranos del mal!
El Catecismo de la Iglesia Católica resume esta última petición del Padrenuestro con estas palabras:
“En esta última petición, “Y líbranos del mal”, el cristiano pide a Dios, con la Iglesia, que manifieste la victoria, ya conquistada por Cristo, sobre el príncipe de este mundo, sobre Satanás, el ángel que se opone personalmente a Dios y a su plan de salvación” (2864)
¿Pedimos sólo la liberación de Satanás? No; sino vernos libres de todos los males que han sido consecuencia del pecado, metido por Satanás en el mundo. Y así, dice el mismo gran Catecismo: “Al pedir ser liberados del Maligno, oramos igualmente para ser liberados de todos los males, presentes, pasados y futuros, de los que él es autor e instigador. En esta última petición, la Iglesia presenta al Padre todas las desdichas del mundo” (2854)
¿Y cuáles son estas desdichas?… Tenemos hoy una voz muy autorizada que nos lo ha dicho.
Reunidos en Sínodo los Obispos con el Papa, lanzaron al mundo un mensaje, con acento patético, en el que se lamentaban del mal inmenso y acumulado que aflige a la Humanidad:
– la injusticia social, por la que más de mil doscientos millones de personas viven con menos de un dólar al día;
– la masa enorme de refugiados e inmigrantes, obligados a abandonar la patria por causa de las guerras, la persecución política o las lamentables situaciones económicas;
– los desastres causados por la enfermedad, lo mismo la malaria que el aumento preocupante del SIDA;
– el analfabetismo, la falta de futuro para niños y jóvenes de la calle, y el abuso y atropello de la mujer;
– la pornografía, la intolerancia y el aprovechar la religión con fines violentos;
– el ya consabido tráfico de la droga y la venta irresponsable de armas.
Enumeran todos estos males, y exclaman los Obispos con un lamento lacerante: ¡Y el catálogo no está completo!… (Mensaje final del Sínodo, 27-X-2001)
Esos males constituyen hoy EL MAL DEL MUNDO, el mal global metido, promovido, sostenido y acrecentado cada día por Satanás y sus agentes. Ese mal va contra el proyecto y el querer de Dios; es el causante de tanto dolor injustificado, y, en definitiva, el que lleva a su ruina final a muchas almas. Por algo Jesucristo nos hace clamar a Dios, angustiados: ¡Y LIBRANOS DEL MAL!…
San Pablo pide que en las Iglesias se hagan oraciones, súplicas, rogativas por los gobernantes, a fin de que promuevan la justicia y la paz. ¿Para qué?… “Para que podamos gozar de una vida tranquila y sosegada, plenamente religiosa y digna”. Y da como razón: “Esto es bueno y grato a los ojos de Dios” (1Tim. 1-3)
Entonces, si Dios quiere nuestro bien, nuestra paz, nuestra dicha ¿por qué ha de haber en el mundo fuerzas poderosas que promuevan el mal?… ¿Por qué el mundo le hace el juego al Maligno?
Al hacer esta súplica, ¡Líbranos del mal!, el pensamiento se va a otras dos expresiones triunfales de Jesús en víspera de su muerte: “El príncipe de este mundo ha sido arrojado fuera”, y “Al mundo lo tengo yo vencido”. Ante estos dichos del Señor, no perdemos la calma, pues sabemos quién va a tener la última palabra. Y como dice nuestro refrán, el que ríe el último es el que ríe de veras…