¿María?… No pasa de moda

21. septiembre 2020 | Por | Categoria: Maria

¿Hacemos bien cuando, modernamente, nos hemos empeñado en promover tanto el amor, el conocimiento, la devoción, la entrega a la Virgen Santísima?… Desde que el Papa Pablo VI con su exhortación apostólica sobre El Culto de María y el Papa Juan Pablo II con su Totus Tuus famoso lanzaron una campaña tan vasta en pro de la Virgen, ¿no nos habremos excedido algo en nuestros entusiasmos?…
Porque eran muchos los que clamaban por todo lo contrario: -¡Déjense de tanto María!… ¡Jesucristo, Jesucristo es lo que interesa, y no la Virgen! El Salvador es Él, y no su Madre… Éstas eran las voces que  se oían, pero, ¿estaban acertadas?

Se enfrentaban dos posiciones. Unos que vociferaban: -¡Jesucristo solo! Y otros que gritaban: -¡Y con Jesucristo, su Madre! Porque María nos lleva siempre a Jesús…  ¿Quiénes tenían razón?…
No se hablaba así. Pero se actuaba así. Hubo momentos en que la devoción a la Virgen pareció perder terreno en la Iglesia. Y ahora se ve cómo no solamente no pierde, sino que avanza cada vez más.

Me viene ahora lo que leí en un libro. Se trataba de restaurar una ermita en una pequeña ciudad cerca de Barcelona y se presentaron las dificultades a montones, empezando por las económicas. Fueron tantos los estorbos, que la Religiosa se presenta rendida al Obispo (el santo Cardenal Casañas):
– No puedo más, Monseñor. ¿Qué quiere que haga? Me está fallando todo…
El Obispo le anima: -¡Adelante, y cumpla la voluntad de la Virgen, que quiere la ermita!
A la respuesta de la Religiosa, cada vez más desanimada: -Señor Obispo, piense en otra persona…, el santo Prelado le da esta respuesta formidable:
–  Jamás el diablo ha promovido la devoción a la Santísima Virgen.

Esta podría ser la respuesta a lo que antes decíamos. El demonio temía después del Concilio —que habló de la Virgen como nunca antes había hablado el Magisterio—, que se iba a enfrentar con María, proclamada Madre de la Iglesia, y preveía derrotas muy serias. Era cuestión para él de adelantarse, ganando la batalla. Y se hizo con algunos puntos, es cierto.
Pero pronto empezó el demonio a perderlo todo, porque vino la reacción más enérgica. Hoy, María está en la mente y en el corazón de todos. Y lo está de una manera mucho más consciente que antes. Más seria. Más ilustrada. Más profunda. Y, consiguientemente, más eficaz dentro de la vida cristiana.

Es cierto que se le ama a la Virgen como se le ha amado siempre, y ese amor se sigue demostrando con rezos, con cantos, con velas y flores ante su imagen, con visitas a sus capillas o peregrinaciones a sus santuarios, con medallas y con estampas piadosas… Muy cierto. Y eso es muy bello y está muy bien.
Pero también es cierto que la devoción a la Virgen se traduce hoy en algo más profundo.
Las almas amantes de la Virgen se demuestran dependientes de María, y le dicen: -¿Qué tengo que hacer para ser mejor, para seguir más fielmente a Jesucristo, para parecerme más a Ti?…
Esas almas se le confían a la Virgen de manera incondicional, y le protestan:
– Madre, por Ti seguiré siempre adelante, sin rendirme en el camino de la santidad a que Dios me llama, porque Tú me ayudas.
Son almas selectas las que así le hablan a la Virgen y así se ponen en sus manos. El amor del corazón, siendo muy sincero, es también muy efectivo, porque se traduce en frutos serios de vida muy cristiana.

La Virgen, llevada en el corazón, se convierte en el motor que impulsa al cristiano al cumplimiento de todos sus deberes bautismales, porque con María y por María, la Madre querida, se llega hasta a los mayores heroísmos.
Y por cierto, cuando acabamos de hablar de un Obispo de Barcelona que se reía del demonio por su miedo a la Virgen, me viene a la mente otro Obispo que le sucedió años después en la misma sede catalana. Se encuentra el Prelado con un amigo, el cual se queda mirando con curiosidad el pectoral que el Obispo llevaba sobre su sotana. -¿Qué, le gusta esta mi cruz pectoral?… Pues, llevo otro pectoral mucho mejor, y que usted no ve. Sin más, el Obispo se desabrocha la sotana, le muestra el escapulario de la Virgen que lleva escondido, y le dice entre bromista y serio: -Éste, sí; éste es mi mejor pectoral.

Con la Virgen que le gobernaba el corazón, aquel Obispo era amantísimo del Corazón de Jesús. Llega la persecución religiosa, y ante el tribunal popular comunista que le juzga, responde valiente: -No he dejado un solo día de celebrar la Santa Misa, y si me dejan, también lo haré aquí, porque el mundo se sostiene por el Sacrificio de la Misa. Cuando le quitan el rosario de sus manos, profesa su fe mariana: -Sí, lo rezo, porque sin el Rosario no puedo vivir. Así era y actuaba, hasta delante de los fusiles, aquel Obispo santo y mártir (Mons. Manuel Irurita)

El demonio jamás ha promovido la devoción a María…, dijo con humor aquel Obispo y Cardenal. Muy al revés, ¡hay que ver cómo la combate!… En un caso de posesión diabólica muy grave, y cuando la autoridad de la Iglesia se decidió a intervenir, el demonio, mal de su grado, hubo de declarar: -Nada podemos contra los que aman a Aquélla a quien tanto odiamos…

El amor a la Virgen, como un verdadero regalo del Cielo y una gracia especial del Espíritu Santo, lo lleva el cristiano muy adentrado en el corazón. Las modas que a veces han tratado de combatirlo son eso: modas que pasan… La verdad y el don de la gracia siguen incólumes siempre.
Los amantes verdaderos, constantes en el amor, le cantan a su querida Virgen como lo hacía el de aquella melodía tan sentida: Alabarte es mi consuelo. Si he de vivir, te he de amar. Premia Tú mi ardiente anhelo llevándome, Madre, al Cielo, a cantarte sin cesar…

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