Formación
24. octubre 2023 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: FamiliaTodos sabemos lo que significa la palabra “formación”: dar a una cosa la forma o figura que ha de tener. Las cosas que se han de formar son como la arcilla en manos del alfarero: se convertirá la arcilla en una vasija grande o pequeña, rechoncha o delgadita, según la “forma” que se le dé.
A esa masa modificable la llamamos hoy “materia prima”: una materia primera que tendrá después la “forma” definitiva que nosotros le habremos dado.
Una noción tan sencilla de la palabra “formación” nos lleva a la realidad del niño, del adolescente, del joven. ¿Cómo va a ser el día de mañana? Según: habrá dependido de la forma que se le haya dado, o como decimos, de la formación que haya recibido.
Según esto, ¿tiene importancia la formación que se le da al hijo en el hogar?… La formación del niño o la niña es la tarea primarísima de los padres después que al hijo le han dado la vida. La formación que le pueden dar ellos mismos, o bien los educadores escogidos para que les ayuden en tarea tan importante.
¿Y cuáles son los aspectos o direcciones que debe tomar la formación? Podrían insinuarse varios. Pero vamos a fijarnos en estos tres: la religiosa, la social, la patriótica.
Para los creyentes está fuera de discusión que la formación primera, la más importante, la indispensable, es la formación religiosa, aunque hoy la pongan en tela de juicio, la menosprecien y hasta la combatan algunos sectores de la sociedad secularizada. Todo depende del concepto que se tenga del hombre, de la persona, de la vida. Si todo se ha de centrar en este mundo, no vale la pena preocuparse lo más mínimo por el más allá. Pero si la persona humana tiene un destino eterno, la cosa cambia por completo. O consigue su fin, o se pierde lastimosamente… Se pone en juego, por lo mismo, lo más importante de la vida.
Entonces, la formación cristiana del niño es la preocupación primera de unos papás responsables, que no descuidan por nada la enseñanza del Catecismo y la recepción oportuna de los Sacramentos por parte de los hijos.
El Obispo y Cardenal de Hungría, el célebre prisionero de los comunistas, nos da un testimonio magnífico de la formación religiosa que recibió en el hogar, y que después dio un héroe semejante a la Iglesia y a la Patria. Le escuchamos a él mismo:
“¡Con qué alegría me acuerdo de los días de mi niñez! Los tres hermanos rezábamos con nuestra madre el Padrenuestro, el Avemaría, el Credo, los Diez Mandamientos y los cinco Preceptos de la Iglesia. Al principio los considerábamos como oraciones, y no se nos ocurría que nuestra madre había empezado así nuestra instrucción religiosa. Aún antes de ir a la escuela, ayunábamos el Miércoles de Ceniza, el Viernes Santo, en las vigilias de Navidad y Pentecostés. Nuestra madre fue así nuestra primera catequista. Sin notarlo siquiera, íbamos haciendo acopio de un gran tesoro de conocimientos religiosos”.
Precioso testimonio.. El hogar le había dado la forma al futuro Cardenal, al héroe, al mártir…
Igual que se la dio a Gema Galgani, la jovencita Santa que ha robado tantos corazones. Nos lo cuenta ella misma, con su candor de siempre. La mamá que la iba formando, un día se pone enferma y presiente el final. Llama a la chiquilla, y le pregunta: -¿Quieres venir conmigo, a donde me llama Jesús? -¡Ay, mamá! ¿Y a dónde te llama? -Al Paraíso, para estar con Jesús y los Ángeles.
La mamá había depositado la semilla en el tierno corazón. Gema se puso loca de felicidad. Como la mamá se fue al Cielo, la niña ya no tuvo otro ideal que preparase para ir también ella a donde la mamá le esperaba. De manera tan sencilla alcanzó en tan pocos años una gran santidad. Y dirá ella misma: -Fue mamá la que me hizo pensar en el Paraíso y suspirar siempre por él.
Junto con esa formación religiosa, está la formación social. El niño y la niña están llamados a insertarse de manera activa en la familia, en la sociedad, y han de llegar a ser un hombre y una mujer cabales en todo sentido. Su misma conciencia cristiana les exigirá el vivir en el mundo como miembros provechosos para la sociedad, y entonces la formación humana se convierte en un verdadero imperativo. La educación, las formas cultas, las ciencias en la escuela, y las artes igual que el deporte, les han de llevar a ocupar después un puesto digno de trabajo, con el cual servirán dignamente a la sociedad que se lo reclama.
El Papa Juan Pablo I, recordaba en una de sus catequesis el caso del héroe militar inglés que acabó con las guerras de Napoleón. Regresa vencedor a Inglaterra, visita la Academia Militar donde se había formado el soldado, y dice a los aspirantes a oficial: -¿Ven? Aquí se ganó la batalla de Waterloo”. Sin la formación en la Academia, no hubiera sido posible aquella brillante victoria…
¿Hay que pensar también en la Patria? Naturalmente que sí. La formación patriótica impone unos deberes que sólo se cumplen cuando se posee una buena formación religiosa y humana o social. Porque impone obligaciones que son de conciencia. La fidelidad a la Constitución y a las leyes patrias; la honestidad en el desempeño de los cargos que pueden venir encima; la repugnancia a todo lo que signifique corrupción…, todo eso no lo hace sino quien ha adquirido una formación patriótica adecuada.
Aquel Canciller alemán, que se propone como norma: “Me deshago sirviendo a mi Patria” (Bismark). Y el otro príncipe alemán, al estallar la guerra y ponerse a disposición de los heridos: “Serviré, como sirvió Cristo”(Heinrich von Pless, 1870)
Eso es tener formación patriótica exquisita…
¿Qué serán el niño o la niña el día de mañana?… La masa, la materia prima, se tiene en la mano. ¿Qué forma se le quiere dar?… Al cristiano y al ciudadano se le exige mucho en la Iglesia, en la Patria, en el mundo… Se le exige mucho, pero se le ha de dar mucho también…