Los Sacramentos, insustituibles
14. febrero 2024 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: GraciaYa que son tantos hoy los que buscan nuevas formas de unión con Dios, y nos las enseñan como grandes descubrimientos espirituales modernos, nosotros, cristianos católicos, nos convencemos cada vez más de que no tenemos que aprender nada nuevo. Porque contamos con la Palabra y los medios de santificación que Jesucristo nos dejó en su Iglesia, y que son lo definitivo de Dios. Para comparar, veamos lo que dijo un auténtico descentrado acerca de lo mejor que tiene nuestra Religión, como son los Sacramentos.
Entre los movimientos que surgieron en el mundo durante la famosa década de 1960 a 1970, aparte de los Beatles y la revolución estudiantil de París, está el caso de los hippies.
Uno de los mayores responsables del mismo, un norteamericano de origen irlandés, católico pero que dejó el cristianismo para pasarse al hinduismo, prueba las primeras drogas, y dice:
– He tenido la experiencia religiosa más profunda de mi vida.
Funda la Liga del Descubrimiento Espiritual —el LSD— que se apoya en la droga, para conseguir lo que las religiones orientales obtienen con el esfuerzo del espíritu. Hay que sumergirse en la contemplación, liberándose de las ataduras que impiden el conocimiento y la experiencia directa de Dios.
Y, entre tanto disparate, decía el más grande de todos, refiriéndose a la droga: -Llegará un día en que los sacramentos bioquímicos serán utilizados en las ceremonias religiosas, igual que hoy se utiliza la música de órgano y el incienso…
Ha pronunciado imprudentemente la palabra que a nosotros nos interesa más: sacramentos. Con ello asegura que la droga, el sacramento que él instituye, es más fuerte para unir el hombre a Dios que el yoga, por ejemplo. Pero no se detiene en el yoga, pues se atreve a decir que los Sacramentos de la Iglesia, los instituidos por Jesucristo, valen menos que lo que él, un apóstata de su fe, viene a inventar como si fuese el último grito de la ciencia… (Timothy Leary, fundador en 1966 de League of Spiritual Discovery)
Dejemos a semejante loco —y además de loco, blasfemo—, pero agarremos su palabra.
¿Es cierto que los Sacramentos, legados por Jesucristo a su Iglesia, no son lo más poderoso que existe para unirnos con Dios?
¿Es cierto que van a ser superados y sustituidos por la droga o cosas semejantes?
¿Es cierto que los hongos de Méjico, la droga que él probó, le engolfaron en lo más profundo del Cielo?…
Mirando ahora a los Sacramentos, que son la realidad cristiana con que aquel atrevido comparó sus drogas, vemos que Jesucristo tendió con ellos entre Dios y nosotros el canal que nos comunica la vida del mismo Dios, y en una abundancia que sobrepasa toda medida. Jamás el hombre imaginará algo semejante y más grandioso que lo realizado por Jesucristo.
El Bautismo nos mete de lleno en el seno de Dios, que es nuestro Padre. Nos hace una sola cosa con Cristo, miembros vivientes de su Cuerpo. Nos atrae el Espíritu Santo, que toma posesión de nosotros y nos invade por completo. Nos mete ya en la vida eterna con esperanza cierta, hacia la cual tendemos de manera irresistible… Y todo esto no son sueños irreales, producidos por una droga que alucina: son la realidad más grande en que se ha transformado todo nuestro ser.
La Confirmación robustece, vigoriza y fortalece esta vida de Dios en nosotros, a la vez que nos hace valientes para testimoniarla y para perseverar en ella. Confirmados, y viviendo este Sacramento, no hay peligro de que sintamos la debilidad que se ha apoderado de muchos…
La Comunión mete de tal modo a Cristo en nosotros y nos mete a nosotros en Cristo, que de las dos vidas no hace más que una sola. Jesucristo lo dice expresamente: Quien come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Ante esto, ¿qué droga arrancada del suelo de la tierra o compuesta por el hombre, puede compararse con la Comunión para unirnos con Dios?…
La Confesión humilde de las caídas nos reconcilia con Dios, y la Unción llena de fuerzas al que ve que se le escapa la vida. Estos dos Sacramentos, destructores del pecado, comunican un vigor que no lo da ninguna medicina ni tratamiento sicológico al que queramos sujetar al pecador o al moribundo.
La Ordenación sagrada proporciona a la Iglesia Pastores y Jefes de calidad única. No hay institución humana que proporciones jefes espirituales como los elegidos por Dios como ministros de su Iglesia, a los que invade por completo la Gracia de Dios. No hay droga que valga para crear un sacerdote católico.
El Matrimonio, igualmente, santificando el amor y la fuente misma de la vida, está llamado de por sí a dar a la Iglesia los hijos más vigorosos. Y a pesar de tanto ataque y tanto mal con los que se enfrenta hoy el hogar, el matrimonio cristiano se mantiene a pesar de todos los pesares.
Teniendo nosotros los Sacramentos, que no nos vengan ahora con nuevas invenciones. Jesucristo,
– con unos medios tan humildes como el agua, aceite, pan…,
– con unos gestos tan simples: manos que se imponen, manos que se estrechan…,
– con unas palabras tan inteligibles: yo te bautizo…, esto es mi cuerpo… yo te absuelvo…,
con todo eso, Cristo, dentro de su Iglesia y por su Iglesia, realiza en nosotros verdaderas maravillas.
Dios sabe hacer las cosas bien, y con los Sacramentos se ha lucido. ¡Y qué bien que lucen los cristianos, cuando aprovechan al máximo esos Sacramentos divinos que Cristo pone en sus manos!…