Dios: desvíos y orientaciones
20. abril 2012 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: ReflexionesEstamos todos convencidos de que Dios ha de volver al mundo para ocupar el lugar que le corresponde. El primero, el principal, y no el último rincón, porque Dios ha de llenar todo en todas las cosas. El que la sociedad rechace a Dios no quiere decir que Dios pierda ninguno de sus derechos. Al contrario, hace que Dios los reclame cada vez con más fuerza. Dios nos ama, y no puede tolerar que el enemigo lo desplace y le arrebate esas almas que Él creó para la salvación y no para que se pierdan.
Nosotros, los creyentes, estamos empeñados en dar Dios al mundo, porque es un encargo que nos da el mismo Dios. Pero, ¿cómo hemos de hacer para que el mundo nos crea y nos acepte? ¿Qué Dios le debemos presentar?
Es un hecho innegable que una de las raíces del ateísmo ha sido la falsa idea que se ha tenido de Dios. A los obreros, sobre todo, se les presentó un Dios alejado de las realidades humanas: era un Dios desinteresado de nuestros problemas, y ese Dios, está claro, no le importaba a nadie. ¿Cómo haremos para presentar y ofrecer al Dios que pueda ser aceptado por las personas de buena voluntad y que lo buscan con sincero corazón?
Empezamos por tener de Dios una idea clara, y para ello rechazamos todo lo que se ha llamado caricaturas de Dios, falsificaciones de Dios. Porque Dios puede ser también falsificado como una moneda.
Hay muchos que están empeñados en falsificar a Dios y hasta en aprovecharlo como un gran negocio. No es ningún secreto para nadie que hay algunas sectas religiosas, inventadas muy recientemente, que han hecho con Dios fortunas fabulosas. Ha ocurrido lo que en Europa con el euro recién aprobado. En el año preparatorio a la salida en el mercado, la Unión Europea se alarmó, cuando explotó la noticia:
– En el Sur de Italia, en Palermo, el reducto de la mafia, se ha encontrado en los sótanos de una floristería la fábrica de billetes y monedas del euro falsificados. Millones y millones preparados para salir al mercado… Varias personas han sido ya detenidas y están en la cárcel, mientras otras son interrogadas…
Esto es lo que aireaban los periódicos de aquel día (Avvenire, 27 Febrero 1999)
Y esto puede ocurrir a los que trafican con un Dios que se inventan a su manera. Un Dios que les ayude en todas sus trampas.
Pero el mundo no se deja engañar tan fácilmente. Entre tanta gente mala, hay muchos y muchos que buscan a Dios con un alma muy bien dispuesta, y están al tanto del Dios que les interesa de verdad para su paz y para su salvación.
No le interesa al mundo un Dios lejano, al que hemos colocado en las alturas de los cielos, y que no se acerca a nosotros, un Dios al que nada más se le canta y se le adora… Queremos un Dios cercano.
No le interesa al mundo un Dios que vale sólo para adormecer a los que la pasan bien y que no exige nada, un Dios que admite el desorden y la injusticia… Queremos un Dios que nos mande para saber a qué atenernos y estar seguros de nuestra moral.
No le interesa al mundo un Dios que es para algunos privilegiados nada más: los inocentes como angelitos que nunca pecaron o los satisfechos que ya lo tienen a su disposición porque no les falta nada… Queremos un Dios para nosotros, los pecadores que necesitamos misericordia, o para los pobres a los que les falta todo.
Afortunadamente, nosotros sabemos quién es Dios, cómo lo necesitamos, cómo lo queremos, cómo lo buscamos, y cómo lo enseñamos y lo damos.
Nuestro Dios es un Dios amor, tan cercano, que lo tenemos metido en todo lo nuestro y al que hallamos —es la expresión más bella de la gran Teresa de Avila— hasta por entre los pucheros de la cocina…
– Nuestro Dios nos quiere tanto que ha establecido con nosotros una unión íntima, pues, como nos dice Jesús, viene y hace dentro de nosotros su propia morada
– Nuestro Dios nos manda, porque quiere nuestro bien, y nosotros le obedecemos, y le decimos como María, el modelo insuperable de nuestra fe: ¡Que se cumpla en mí su voluntad!
– Nuestro Dios nos apasiona, tenemos celo por Él y buscamos su gloria. No queremos sino que Dios sea conocido, bendecido, alabado y amado de todas las criaturas, en el Cielo como en la tierra.
– Nuestro Dios es un Dios que nos da nostalgia. Estamos quizá muy bien en el mundo disfrutando de sus bienes, o tal vez llevamos clavada dentro la espina del dolor; pero, de una manera o de otra, nosotros suspiramos sólo por hallarnos metidos de una vez en su felicidad, la que nos tiene prometida y nos va a dar.
Si tenemos esta idea de Dios, si así lo sentimos y así lo presentamos al mundo, ¿a que el mundo empieza a hacernos caso?…
Y ahora, ¿queremos una receta para convencer a los demás cuando hablamos de Dios? Nos la daba un Obispo muy ejemplar, cuando decía: Si hablas de Dios, ¿por qué no hablas antes con Dios? Y si hablas con Dios, ¿por qué no hablas después de Dios?… (Mons. Alberto Iniesta).
Es una fórmula mágica para tener un éxito redondo cuando tratamos de dar Dios a los demás, lo mismo el cura en la Iglesia, que la madre a los hijos en el hogar, que cualquiera de nosotros en nuestro apostolado. La oración nos llena de Dios para poderlo dar y convence a cualquiera al vernos en comunicación Él. La oración además, al apasionarnos por Dios, mueve nuestra lengua hasta no cansarse nunca al hablar de Dios.
El mundo malo no quiere a Dios. Pero el mundo bueno busca a Dios, lo ama cuando lo conoce, y lo conoce y lo ama cuando nosotros manifestamos su verdadero rostro.