El Jesucristo del Tercer Milenio

19. agosto 2024 | Por | Categoria: Jesucristo

Hubo un momento patético en la vida de Jesús, tal como nos lo cuenta el Evangelio de Juan. Al prometer Jesús el Pan de Vida, que es Él, todos se marcharon de su alrededor y le dejaron solo, con apenas los doce apóstoles, y aun se quedaban éstos muy pensativos.
Es entonces cuando Pedro hace su gran confesión de fe:
– Señor, ¿a quién vamos a ir, si eres tú el único que tiene palabras de vida eterna…

Esta profesión de fe no se nos cae tampoco a nosotros de los labios, y, para comenzar el Tercer Milenio del Cristianismo, el Papa Juan Pablo II nos proponía a toda la Iglesia considerar estas palabras, que son todo un programa:
– Jesucristo, único Salvador del mundo, ayer, hoy y siempre.  

¿Qué quiere decir esto? Que no debemos pensar jamás en cambios de nuestra fe. Dios dijo su última palabra en Jesucristo, y fuera de Jesucristo no hay quien nos pueda salvar.
Aunque el problema nuestro no es precisamente la Persona de Jesucristo en sí, que la aceptamos plenamente.
El problema está en la fidelidad que Jesucristo nos exige a su Persona y a la totalidad de su doctrina.     
Porque son muchos los que están acordes con Jesucristo mientras les dé libertad para aceptar unas palabras suyas sí y otras no.
Mientras que la fidelidad plena no distingue, porque se dice: o todo o nada.
Y nosotros nos quedamos con el todo. Lo contrario lo consideramos una traición al Señor.

Jesucristo —nosotros lo sabemos muy bien—, será siempre el signo de contradicción, la bandera discutida, el que tendrá al mundo dividido en dos: los que lo aceptan y los que lo rechazan. Unos abrazarán la Cruz, el signo salvador, otros la perseguirán a muerte.

A nivel mundial se desarrolla cada día la misma escena que ocurrió en aquel hotel, cuando el Gobierno quiso implantar el laicismo en toda Francia y mandó retirar el Crucifijo de todos los establecimientos públicos.
Entra el viajero y le señalan la habitación de cuya pared colgaba todavía el signo redentor. No lo tolera, y pide con enojo: -Eso ya está mandado retirar. Hagan el favor de quitarlo o de cambiarme de cuarto.
El dueño del hotel no se inmuta, y responde severo y con fe valiente:
– ¿Que tendré que retirar el Crucifijo o cambiarle a usted? Quien tiene que retirarse de aquí para siempre y cambiar de hotel es usted, porque Jesucristo no se mueve de este mi establecimiento.

Dios se ha manifestado en Jesucristo, y Jesucristo, una vez subido al Cielo, se hace presente en el misterio de su Iglesia, a la que deja en el mundo como sacramento, signo y medio de la salvación en la Historia.
Hasta los paganos, que con recta conciencia creen en Dios, se salvan por la gracia de Jesucristo, que murió por ellos como por todos nosotros. Porque Jesucristo es el Mediador único de la salvación para la Humanidad entera.

Nosotros nos hemos hecho muchas ilusiones con el Tercer Milenio, y estamos seguros de que no vamos a quedar defraudados. La Humanidad busca cada día con más ansia un salvador, y pronto o tarde —pronto, mejor dicho— se va a dar cuenta de que el único Salvador es Jesucristo y parará, felizmente, a los pies de Jesucristo el Salvador de todos.  
Jesucristo se presenta como el liberador del hombre en todas sus dimensiones. Y así que nos decimos muy seguros:

¿Que un día llega el hombre a morir? Tranquilo…, pues un día resucitará en Jesucristo.
¿Que el hombre se siente oprimido por la angustia, por la duda, por la conciencia culpable? Calma…, que en Jesucristo tiene el perdón y la paz.
¿Que el hombre se ve marginado en la sociedad? Bueno…, sabe que en Jesucristo todos somos uno, donde el más grande es el más pequeño, y el más pequeño será al fin más ensalzado que nadie.
¿Que el hombre se ve envuelto en la atmósfera de pecado, que inunda el mundo? No se asfixiará… Que respire a pleno pulmón la pureza que Jesucristo esparce por doquier.
¿Que el hombre ve cómo nada de la vida le llena, porque se siente superior a todo, y no encuentra nada que colme las aspiraciones de su alma?  Tiene adónde acudir… Jesucristo le brinda su Espíritu Santo, que lo hace un ser celestial.
¿Que el universo entero, la tierra, el cosmos, llevan en sí la semilla de la destrucción? No hay que temer… Jesucristo renovará todas las cosas, les quitará el germen de la corrupción, hará cielos nuevos y tierra nueva, morada eterna y digna de los hijos de Dios.

Es decir: que Jesucristo es todo en todo. El Salvador de todo. El que centra todo en Sí. El que colmará de la vida de Dios todas las cosas en la inmortalidad del mismo Dios.
Es necesario que en la vida personal, igual que en la vida del mundo, sea Jesucristo quien dirija nuestros pasos, nuestra actividad, y quien centre todas nuestras aspiraciones.
El Tercer Milenio que nosotros inauguramos traerá sorpresas al mundo ahora imprevistas. Una cosa tenemos como cierta: que el Tercer Milenio será una gran bendición para la Humanidad si es Jesucristo, el de ayer, el de hoy y el se siempre, el ideal al cual quieran conformarse los hombres.

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