Siempre es Pentecostés
14. octubre 2021 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: Iglesia¿Nos hemos dado cuenta de cómo todos los interesados se ponen nerviosos cuando llega una inauguración? Por ejemplo, de la casa. ¡Qué preparativos! ¡qué fiesta! ¡qué alegría!… ¡Por fin llegó el día soñado!…
¿Puede ocurrirle a Dios lo mismo, cuando ha determinado hacer alguna cosa? Ciertamente que no, porque Dios es eterno, y para Dios no hay ni antes ni después, sino un “ahora” que ni espera ni pasa…
Pero vamos a imaginarnos que sí, que Dios procede igual que nosotros, y que espera el día en que pueda ver finalizado un proyecto que ha determinado realizar. ¿Cómo se sentiría Dios?…
Esto nos lo preguntamos por la Iglesia, pues la Iglesia ha sido el gran sueño de Dios. Nos dice el Concilio que el Padre estableció convocar a los que creen en Cristo en la santa Iglesia, manifestada por la efusión del Espíritu… El Hijo, consumada la obra que el Padre le encomendó realizar sobre la tierra, envió el Espíritu Santo el día de Pentecostés para que santificara indefinidamente a la Iglesia (LG 2 y 4)
Ya tenemos a las Tres Divinas Personas en su gran día de Pentecostés: -¡Al fin tenemos la Iglesia en marcha!…, se dicen complacidas.
El Padre sonríe: -¡Cuántos hijos e hijas que me van llegando!…
Jesucristo no puede con tanta felicidad: -¡La Iglesia! ¡Mi Iglesia! La que nació de mi costado rasgado en la cruz. ¡Ha valido la pena mi sacrificio!…
El Espíritu Santo lo anima todo: -¡Adelante, Iglesia peregrina de Dios!… Yo te haré llegar hasta el fin.
El gozo de Dios —hablamos siempre a nuestra manera— no tiene límites.
Y la Iglesia, por su parte, se alegra lo indecible. No sabe cuánto durará su caminar, porque Jesús se reservó el secreto, sin confiarlo a la que elegía por Esposa. Pero la Iglesia, sin detenerse en su marcha, celebra con renovadas energías su día natalicio en Pentecostés, conforme a lo del Concilio (LG 4):
– Ya tengo muchos años, desde aquel Pentecostés primero. Voy para los dos mil y no sé cuántos milenios más me esperan… Yo sigo adelante, cada día más joven, porque el Espíritu Santo se encarga de embellecerme cada vez más con sus frutos, rejuveneciéndome con la fuerza del Evangelio y renovándome sin cesar, hasta que me encuentre definitivamente con mi Esposo Jesús en la Gloria.
¿Qué es para el cristiano recordar Pentecostés?… Es un pensamiento de cada día del año, pues Pentecostés se renueva en su alma con cada efusión del Espíritu Santo, que mora en él desde el día del Bautismo, y lo está empujando hacia Jesucristo y hacia las alturas de la santidad con la Gracia que derrama de manera incesante sobre el bautizado…
¿Qué es Pentecostés para el cristiano? Se lo preguntamos a uno de los santos más queridos que ha tenido Roma, Felipe Neri, que no hacía más gastar buen humor con todas las gracias que le regalaba tantas veces Dios: -Vamos, Felipe, ¿qué te pasó aquel día, cuando te escapaste a las catacumbas?… No se nos niega Felipe, y nos lo cuenta todo:
– ¿Qué quieren que les diga? Una broma que me gastó mi buen Dios, que por poco me mata… Bueno, Él se las arregló para que no muriera, porque había motivo para ello. Aquel día necesitaba yo un buen cirujano del corazón…
Voy, efectivamente, a las catacumbas y, puesto en oración, vi al Espíritu como en el Cenáculo, escuché el bramido del viento impetuoso y vi la bajada de las lenguas de fuego. Me invadió una dulce alegría, pero de repente vino sobre mí un globo de fuego que me entró por la boca para asentarse en el corazón.
Quedé todo encendido, y mi corazón, no pudiendo con más amor, empezó a ensancharse, a dilatarse, y al tropezar con las costillas me levantó dos o tres de ellas que quedaron arqueadas sobre el pecho… Bueno, como digo, no morí. Al contrario, la dulzura que me dejó es inenarrable…
Esto es Pentecostés para el cristiano. Como para Felipe Neri. Aunque no se sientan esos fenómenos místicos, no es menor la realidad: enciende el corazón, transforma, lo deja todo endiosado…
¿Y qué es Pentecostés para la Iglesia en general?… Pentecostés no pasa. cada día se renuevan sus prodigios. Hay milagros. Hay conversiones. Hay entusiasmo. Porque se sigue cumpliendo la palabra del profeta confirmada por Pedro:
– Derramaré yo mi Espíritu sobre toda clase de hombres; y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos tendrán sueños, y tendrán visiones vuestros jóvenes. Derramaré mi Espíritu sobre mis siervos y siervas, y profetizarán (Hechos 2,17-18)
La Iglesia seguirá hablando en lenguas para todo el mundo, aunque hoy lo haga con el milagro de la técnica. Por ejemplo, la inauguración de Radio Vaticana, instalada por el mismo inventor Marconi, fue calificada como un Pentecostés. En su alocución, el Papa Pío XI se dirigía a todo el mundo, usando oportunas palabras de la Biblia: -Oigan los cielos lo que voy a proferir; escuche la tierra las palabras de mi boca; escuchen las islas, y atiendan los pueblos distantes… (Deuteronomio 32,1; Isaías 49,1).
El mensaje de la paz cantado por los ángeles de Belén llegaba a todos los rincones de la tierra, mientras el Pontífice, en nombre de Jesucristo, mandaba a todo el mundo su bendición apostólica (12 Febrero 1931)
Y el Espíritu sigue su obra. En todos y cada uno de los cristianos que viven gozosos la Gracia de Dios, está el Espíritu Santo, luz que ilumina la mente y purifica el corazón; viento impetuoso que impulsa siempre al bien; agua viva que salta hasta la vida eterna; fuego abrasador que inflama en el amor divino…
Así mira la Iglesia al Espíritu Santo, al que le grita de continuo: ¡Ven, Espíritu Santo! Le dice ¡Ven!, aunque está muy convencida de que el Espíritu no se aleja nunca, sino que va siempre con ella…