Anunciar a Jesucristo
14. octubre 2024 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: JesucristoMuchas veces han contemplado nuestros ojos manifestaciones por las calles en son de protesta, en reclamo de derechos ciudadanos, en propagandas electorales, en promoción de productos, en alegría de triunfos deportivos, y de tantos y tantos más motivos ciudadanos.
¿Se consigue siempre lo que se quiere? ¿Están justificadas esas demostraciones de democracia?… ¿Son efectivas especialmente las organizadas en ambiente revolucionario? Y entre tanta manifestación, ¿no faltará una muy especial, sobre la causa más importante y que más bien nos traería?…
Se celebraba en cierta ocasión una manifestación de protesta y acudió mucha gente a la cita con los sindicatos. Los reporteros se hacían presentes con las cámaras, con las grabadoras portátiles, con las libretas y plumas a punto…, y uno de ellos, poniendo la grabadora ante los labios de un joven valiente, le pregunta:
– ¿Qué cree usted que hay que hacer para dar gusto a todo este gentío y que cesen tantas reclamaciones?
Y el joven católico, sin más rodeos, responde al periodista:
– Hagan el favor ustedes los periodistas de proclamar a Jesucristo, y digan a todos que sólo Jesucristo puede solucionar nuestros problemas.
– ¿Nada más?
– ¿Y aún le parece a usted poco?…
El joven obrero tenía toda la razón del mundo. Pasan los siglos, pero nos encontramos hoy como en los tiempos en que Pablo escribía a los Romanos su carta más densa: Jesucristo es la gran Noticia de Dios, es su Evangelio. Los judíos creen que se pueden salvar por sí mismos, y están equivocados. Los paganos han caído en las mayores aberraciones morales, y no puede salir de ellas. Todos, judíos como gentiles, estamos encerrados en el pecado y no podemos librarnos por nosotros mismos. Solo Dios, por Jesucristo, nos ofrece la salvación. ¿La aceptamos, sí o no?
Así argumentaba Pablo hace veinte siglos, y su mensaje no ha perdido nada de actualidad.
Hoy el mundo de la técnica nos seduce, y ya no interesa el más allá prometido por Dios.
Los charlatanes que ofrecen otros evangelios nos aturden con sus prédicas vacías.
Los medios de comunicación dictan las metas de felicidad y señalan unas rutas que nunca nos llevan a nuestros objetivos.
Vemos cómo el mundo vive sin paz; la inmoralidad se desborda; la injusticia con el trabajador se parece bastante a la esclavitud del Imperio. Las sombras avanzan, y el mundo no ve…
Entonces, si la salvación la da Dios por Jesucristo, ¿por qué los hombres no proclaman ante todo a Jesucristo? ¿Por qué en los medios de comunicación no hay más lugar para Jesucristo? ¿Por qué se anuncia siempre el mal y no se da a conocer el remedio de Dios? ¿Por qué si Jesucristo es la gran Noticia de Dios para el mundo, es Jesucristo la única noticia que se excluye del periódico, del noticiero y del telediario?…
Estas lamentaciones y estas quejas están del todo justificadas. Pero, en vez de aplanarnos, a nosotros nos estimulan a anunciar, a comunicar, a dar Jesucristo al mundo.
Nosotros hacemos nuestro el mensaje que el Papa Juan Pablo II lanzó como preparación anticipada al Tercer Milenio de la Redención, mensaje cifrado en estas palabras:
– Comunicar a Jesús como el Camino, la Verdad y la Vida.
Otros pueden hacer otras cosas. Nosotros nos atenemos al plan de Dios: la salvación del mundo la tiene en su mano Jesucristo.
Nadie más que Jesucristo nos lleva a Dios.
Nadie más que Jesucristo nos libra del error y nos dicta la verdad.
Nadie más que Jesucristo nos salva de la muerte y nos da la vida eterna.
Cuando nos apasionamos por Jesucristo, entendemos una actitud como la de Pablo, preso en la cárcel.
Sus queridos discípulos de Filipos le mandan recuerdos y ayuda. Pablo se desborda en agradecimiento, al mismo tiempo que les abre el corazón. Se ha enterado que algunos van diciendo por ahí:
– ¡Pablo entre cadenas! ¡Estupendo! ¡Magnífico! Así se dará cuenta de que no es solo él quien sabe predicar el Evangelio, sino que también nosotros somos capaces de hacer lo mismo…
¡Qué poco conocen el corazón inmenso de Pablo los que así piensan y actúan! El Apóstol escribe ahora su carta con ironía a la querida Iglesia de Filipos:
– Hay quienes anuncian por ahí a Jesucristo sin nada de sinceridad, pensando que de esta manera aumentan el dolor de mis cadenas. ¿Y a mí qué me importa?… Si lo hacen por envidia, ¡allá ellos! A mí lo que me interesa, y lo que me llena de enorme gozo, es que Jesucristo sea anunciado, lo mismo si lo hacen por hipocresía que con sinceridad.
Esta palabra de Pablo es todo un proyecto: ¡anunciar a Jesucristo de todas maneras! Y como en nosotros no cabe esa hipocresía, y sabemos hacerlo con inmenso amor, escuchamos a todo el que nos hable rectamente de Jesucristo —con tal que sea el Jesucristo legítimo propuesto por la Iglesia y el que llevamos en el corazón—, y lo comunicamos también nosotros a todo el que nos quiera escuchar.
Aquel obrero respondió al periodista que con Jesucristo se resolvían todos los problemas laborales. Los laborales y otros más, decimos nosotros. Con Jesucristo no existe problema alguno…