La única novedad, Jesucristo
11. diciembre 2024 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: GraciaEl apóstol San Pablo, al principio de su carta a los fieles de Colosas, nos traza un programa de vida espiritual que, bien observado, haría de todos los bautizados una raza verdaderamente selecta, excepcional.
A Pablo le han llegado dos clases de noticias.
Por una parte, está bien enterado de la fe robusta que reina en aquella Iglesia: los colosenses son unos cristianos magníficos.
Por otra parte, se ha enterado de que el enemigo está al acecho y se les han echado encima predicadores charlatanes que les hablan de espíritus, de ángeles, de potencias extraordinarias…, con lo que ponen en peligro la supremacía de Jesucristo.
Pablo se percata del peligro y escribe una carta de gran contenido doctrinal y espiritual. Habla de doctrina, sí; pero, sobre todo, se esfuerza en dar normas excelentes, observadas las cuales saldrán cristianos bien formados, que no harán ningún caso al enemigo y resistirán a todas las seducciones del mal. ¿A qué se reducen fundamentalmente los avisos del Apóstol?… Les pide con todo vigor:
¡Conozcan bien cuál es la voluntad de Dios, y traten de complacer al Señor en todo!
¡Llénense de toda sabiduría e inteligencia espiritual, creciendo en el conocimiento de Dios!
¡Pórtense dignamente, como se merece el Señor, dando frutos de toda obra buena!
¡Esfuércense con toda energía y con la fuerza de la gracia por ser valientes en todo!
¡Den gracias con gozo al Padre, porque les ha hecho participar de la suerte de los santos!… (Colosenses 1,9-11)
Es toda una arenga lo que Pablo les dirige. Y les hace mirar después a Jesucristo, eje, centro, motor y fin último de todas las criaturas. Al fin, sólo quedará Jesucristo. Por lo mismo, miren sólo a Jesucristo, sean dignos de El —que les quiere santos, inmaculados e intachables en su presencia— y no hagan caso de ningún charlatán que les venga con doctrinas extrañas y peregrinas…
Hay para entusiasmarse con el programa de vida que Pablo nos traza a los cristianos con esta proclama. Es un vivir la Gracia a presión. Es un entusiasmarse por Jesucristo hasta sentir verdadera pasión por El, sabiendo que Jesucristo no nos dejará defraudados, porque servirle a El no es servir a un señor de la tierra que puede fallar estrepitosamente.
Aquel Cardenal y Canciller que sirvió tan tristemente al rey Enrique VIII en su divorcio y en la separación de la Iglesia de Inglaterra cuando se pasó al protestantismo, se lamentaba poco antes de morir: Si hubiera servido a Dios con tanto celo como al rey, Dios no me hubiera abandonado. Ahora recibo el premio de mi proceder insensato. Trabajaba por el rey y no por Dios. ¿Qué fue de su alma? Sólo Dios lo sabe. El otro Canciller se portó muy diferente. ¡Mi rey, yo no dejo la Iglesia Católica! ¡Yo no traiciono a Jesucristo!
El Canciller fue decapitado por orden del rey apóstata. Pero Jesucristo se ha dignado glorificarlo en la Iglesia: es Santo Tomás Moro. El mundo paga con moneda muy falsa. Jesucristo paga muy bien a quien le sirve con generosidad…
La voluntad de Dios es que venga su Reino, y por eso nos esforzamos en hacer que la vida del Reino —es decir, la Fe, la Gracia, la Esperanza de la vida futura, y el Amor que debe impregnar toda la existencia del cristiano— llenen nuestra vida entera. Y así, no aceptamos nada que se oponga al Reino de Dios.
Los fieles de Colosas se veían en peligro por aquellas doctrinas que tanto halagaban los oídos, por aquellas novedades que anunciaban predicadores charlatanes e interesados. Pablo viene entonces, y pide con audacia: ¿Doctrina profunda? No la busquen sino en Dios. Crezcan cada día en el conocimiento de Jesucristo y quedará saciada la sed de verdad que todos tienen.
Para nosotros, conocer a Jesucristo es una ilusión cada vez más grande. Quien lee el Evangelio y escucha a la Iglesia, ¡qué poco caso que hace de novedades que no tienen fundamento alguno! La capacidad para estudiar y para entender podrá ser a lo mejor muy limitada. Pero el Espíritu Santo se encarga de hacer entender las verdades de la fe a las personas más humildes, cuando buscan la verdad con sencillez de corazón, como dice Jesús: ¡Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios! Ven a Dios ahora por la fe con más claridad que muchos sabios.
Vendrá después, como una consecuencia muy natural, la fortaleza para confesar a Jesucristo con la propia vida: ¡Energía y fuerza y decisión en todo!… No hay nadie más valiente que el cristiano cuando se propone ser fiel a Jesucristo.
El Canciller de Hierro, así llamado en toda Alemania, había llegado a la ancianidad. Y manifestó su último deseo: Tengo todavía una ambición, y es que sobre mi tumba se ponga este epitafio: Otto von Bismark, fiel servidor de Emperador Guillermo I. No está mal. Pero, más que de haber servido a un hombre, por muy emperador que sea, el cristiano se gloría de servir sólo a Jesucristo.
En nuestros días, como en los de Pablo, se siguen predicando muchas novedades: Las ilusiones apocalípticas que predicen catástrofes, el tan anunciado fin del mundo que nunca llega, los horóscopos y la falsa astrología… Todo eso debilita la fe en Jesucristo, único Salvador y Soberano de toda la creación.
La única verdad que permanece es la de Jesucristo. Las almas rectas saben buscar, hallan, y se quedan con lo único que vale. Como nos pasa con la radio, en la que hay centenares de emisiones, pero nosotros sabemos sintonizar acertadamente. La Iglesia nos señala dónde está la onda que buscamos, y, hallada, seguimos sintonizando con ella como por instinto. Entonces la verdad de Cristo nos llena de un placer que no es de la tierra, porque tiene puro sabor de Cielo.