Con esperanza, ¡adelante!
8. enero 2025 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: GraciaLa carta magnífica a los Hebreos —que viene a ser una ardiente perorata— anima a los que dudaban de la Iglesia naciente: ¡A perseverar en la fe! ¡A no abandonar la Iglesia en la cual habéis sido bautizados! ¡Mirad que dejar la Iglesia es exponer muy gravemente la salvación!…
Así, que les pide: -Démonos prisa por entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en desobediencia (Hebreos 4,11)
Y no hay mayor desobediente a Dios que quien rechaza la fe de su Bautismo… Todos los que dejan su fe —según esta Carta a los Hebreos— son como los israelitas que, por rebeldes, quedaron tendidos en el desierto sin poder entrar en la tierra prometida…
Este tema —hoy de mucha actualidad, ante la inquietud que han metido algunas sectas— hace referencia a la gran gracia de Dios como es la salvación. Nosotros preferimos estar curados de espantos cuando nos atenemos a la Palabra de Dios, que nos dice por el apóstol San Pablo: -Dios quiere que todos se salven y, para ello, que lleguen el conocimiento de la verdad.
Si dice quiere, significa que Dios pone todo su empeño divino en salvarnos.
Si dice todos, significa que ninguno queda excluido del plan de Dios.
Por lo mismo, si Dios quiere la salvación de todos, es cuestión de que nos movamos nosotros, pues de nada nos serviría el que Dios quiera si nosotros no queremos.
Ciertamente, hoy son muchos los que viven descuidados acerca de este asunto, y es porque han perdido la fe o no la ejercitan con la reflexión y la oración. Están demasiado bien en el mundo para tener que preocuparse de cosas para ellos tan pequeñas… Vale más que un día no se lleven una sorpresa grande e irremediable.
El sabio inglés y mayor astrónomo, decía, con una buena carga de humor, algo que ya contamos en otra ocasión:
– Cuando lleguemos al cielo habrá tres cosas que nos llenarán de admiración: primera, que encontraremos a muchos que creíamos no estarían allí; segunda, que faltarán muchos que esperábamos estaban allí; y tercera sorpresa, que nosotros ya estamos allí (Newton)
Esta tercera sorpresa es la que queremos para nosotros; pero lo malo será que muchos no se la podrán llevar, porque se han empeñado en vivir apartados de Dios, descuidados de su último fin, y la sorpresa que se llevarán será, por desgracia, muy diferente…, cuando se encuentren con que existe lo que ellos negaban o no les importaba…
Uno de los mayores teólogos y santos de la Edad Media se encuentra con un campesino y empiezan a hablar de cosas de Dios. El agricultor, al cabo de poco, le suelta al Padre, tan santo y sabio:
– Mire, Padre, no se moleste en hablarme de Dios para que yo cambie de vida. Si Dios ve que me voy a salvar, me salvaré, tanto si soy bueno como si soy malo ahora; y si ve que me he de condenar, nada ni nadie del mundo me librará de mi perdición.
El Padre franciscano conserva la calma, y trata de conquistar a esa pobre alma, tan equivocada:
– Mire usted ahora: Dios ha visto ya a estas horas que en este campo va a haber dentro de nueve meses una gran cosecha de trigo, tanto si usted siembra como si no siembra, tanto si usted cuida el campo como si no lo cuida. Por lo mismo, no siembre usted y no se canse inútilmente, pues seguro que tendrá buena cosecha. Pero, a lo mejor, Dios ha visto lo contrario: que no va a haber cosecha, aunque usted siembre y cuide después el campo. Si no va a haber cosecha, porque Dios ya lo ha visto, ¿para qué siembra usted?…
Dicen que el campesino calló, se retractó, y fue después un buen cristiano. El Padre, santo y sabio, había ganado un alma más para Dios (Beato Duns Scott)
Si hay algunos que nos quieren meter miedo con este problema, nosotros lo miramos con una serenidad grande, porque sabemos que Dios nos quiere junto a Sí en su misma gloria. Tomamos el asunto con seriedad, pero no con miedo.
Porque Dios, en su bondad inmensa, nos ha infundido junto con la fe la esperanza, mediante la cual suspiramos por la vida eterna y nos encaminamos gozosos hacia ella, mientras que, por parte nuestra, hacemos todo lo que Dios nos dicta y manda para cumplir su voluntad y perseverar en la gracia.
Por otra parte, en la Iglesia hemos sostenido siempre que hay signos inequívocos de la salvación, puestos los cuales desaparece todo temor.
¿Se puede perder una persona que reza? No.
¿Se puede perder una persona que vive honestamente según su conciencia? No.
¿Se puede perder una persona que recibe normalmente la Eucaristía? No.
¿Se puede perder una persona que vive pendiente de María, Madre nuestra y Refugio del pecador? No.
¿Se puede perder una persona que es fiel a sus deberes religiosos, máxime a la Misa dominical? No.
¿Se puede perder una persona que se abraza con la cruz de cada día, que cumple honestamente su deber, que vive unida a Jesucristo con un gran amor, que hace el bien a todos porque a todos ama? No.
¡Perseveremos en la fe, y démonos prisa por entrar en aquel descanso de la vida eterna!, nos ha dicho la Palabra de Dios en esa carta preciosa a los Hebreos. ¿Palabras como ésas nos pueden dar miedo? No; por el contrario, nos estimulan fuertemente. Si nosotros no nos queremos soltar, estamos muy seguros en la mano de Dios.