Nada de neutrales…
22. marzo 2013 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: Reflexiones¿Creen ustedes, amigos, que se pueda dar dentro de la Iglesia un partido neutral: ni con Cristo ni contra Cristo? Me dirán a la primera que no, pues de lo contrario negaríamos la palabra del Señor, que dice: “El que no está conmigo está contra mí” (Lucas 11,23)
Antes que nada, les invito a escuchar estas palabras del apóstol San Pablo a los de Corinto: “No os empeñéis en llevar el mismo yugo que los infieles. ¿Pues qué parte puede tener la santidad con la maldad? ¿O qué pueden compartir la luz y las tinieblas? ¿Qué pacto puede existir entre Cristo y Satanás? ¿O qué relación entre el creyente con el infiel? ¿O qué tiene que ver el templo de Dios con los ídolos?” (2Corintios 6,14-16)
Cualquiera diría que en estas palabras se esconde la existencia de un partido neutral en la Iglesia de Corinto, ese que nosotros decimos que no puede darse en la Iglesia, porque se está con Cristo o se está contra Cristo. Era ciertamente la de Corinto una Iglesia formidable, que dio al Apóstol muchas alegrías. Pero le trajo también muchos quebraderos de cabeza. Los afiliados a lo que hemos dado en llamar partido neutral, querían las dos cosas.
Por una parte, aceptaban lo sustancial del Evangelio.
Por otra, se tomaban la vida un poco a la ligera. Llevaban esos tales una vida cristiana a medias, como se evidencia en esas preguntas incisivas de Pablo, que no habla a los paganos, sino a los cristianos.
Eran cristianos que se empeñaban en uncirse bajo el mismo yugo que los gentiles, lo cual le trae a Pablo el texto de la Biblia: “No metas en un mismo yugo para labrar la yunta de un buey con un asno” (Deuteronomio 22,10), porque no podrán arar el campo.
Analizando las preguntas de Pablo, vemos que aquellos corintios tan liberales,
– deseaban unir la santidad cristiana con las obras malas de los paganos;
– querían caminar a la luz del día, y divertirse en las tinieblas de la noche;
– creían que podían seguir a Cristo, y condescender con las obras que inspiraba Beliar, Satanás;
– querían matrimonios mixtos, de creyente con pareja pagana, con gran peligro para la fe;
– seguían obstinados en tributar a Dios el nuevo culto cristiano en el templo de Dios que es la Iglesia, y a la vez continuar con los sacrificios a los ídolos y gozar en los banquetes idolátricos.
Jamás podrá Jesucristo aceptar una postura semejante. En la vida civil nuestra hay partidos de todas clases. ¿Serían capaces ustedes de enumerar sólo los que hay en nuestra América, desde Estados Unidos con demócratas y republicanos, hasta los que cuentan Argentina y Chile, nuestras Repúblicas más sureñas?… En política y en sociología admitamos y formemos tantos partidos cuantos queramos.
Pero en la Iglesia no hay, no puede haber, más que un partido, global del todo, que abarca toda la mundialización que se pueda dar: Cristo, sólo Cristo. El partido de Cristo con su doctrina inmutable; su moral, íntegra y para todos los tiempos y lugares; su seguimiento, siempre fiel; su amor, indivisible con ningún otro dios que el hombre se pueda fabricar a su gusto….
En Septiembre de 1997 se celebró en Bolonia el Festival músico juvenil del Congreso Nacional de Italia. El grande del Rock’n Rol lanzó su canción, y un actor leyó después su texto en italiano, que decía: -¿Cuántos caminos ha de recorrer un hombre para reconocerse un hombre?
Y el Papa Juan Pablo II, allí presente, comentó espontáneamente y como bromeando: -¿Cuántos caminos? Un solo camino, el de Cristo, el camino de la verdad y de la vida.
Y con este su comentario desató más aplausos que el héroe del Rock…
El Papa siguió con su clásico buen humor:
– Os quiero hacer una confidencia —pasmémonos, una “confidencia” ante 250.000 jóvenes y ante las cámaras de Mundovisión, como para guardar secretos…—: os quiero hacer una confidencia. En mis cincuenta años de sacerdocio, la Misa ha sido mi mayor ilusión de cada día. De ella saco la fuerza para cumplir todos mis deberes (Cantó Bob Dylan su Blowing in the wind = Soplando en el viento)
La anécdota tiene un significado muy profundo. En el caminar cristiano de cada día no puede haber otro compañero de viaje que el de Emaús, el cual acaba siempre dándose a nosotros partiendo el Pan.
Con ese Jesús de compañero, no cabe debilitarse en la fe, quebrarse en la moral, o renunciar a los deberes más sagrados que nos impone nuestra condición de cristianos y de hombres o de mujeres.
Con ese Jesús como ideal y como sustento, no cabe el padecer la anemia espiritual que tanto preocupaba a otro gran Papa de nuestro tiempo, el clarividente Pío XII, el cual declaraba a todo el mundo en un radiomensaje dirigido a todo el mundo (24-XII-1941):
-“Una anemia religiosa, como contagio que se propaga, ha atacado así a muchos pueblos, produciendo en las almas tal vacío moral, que ninguna ideología religiosa o mitología nacional e internacional es capaz de llenarlo”.
Nosotros, por convencimiento propio y con la ayuda de Dios, no queremos ser unos cristianos que, como aquella facción de Corinto, se quieran dividir entre Cristo y el adversario.
No queremos ser neutrales.
No repartimos a medias ni la fe, ni la conducta, ni el corazón.
Somos miembros del partido único de la Iglesia. Somos los aferrados al dicho: “O todo o nada”; y como no puede ser el “nada”, optamos por el “todo”…