Dependientes de Dios
8. julio 2020 | Por Padre Pedro Garcia | Categoria: DiosEs un hecho notorio que nuestros pueblos son creyentes, que Dios tiene todavía su puesto en la vida de nuestras gentes, y que la fe está arraigada en sus corazones. Un bien tan inmenso lo hemos de conservar con todo nuestro celo cristiano.
Una muestra de ello —aunque parezca insignificante, pero es muy expresiva— son esos dichos que están siempre en los labios de muchas personas: Dios primero. – Hay un Dios allá arriba. – Bien sabe Dios…, y otros muchos semejantes que nuestras gentes repiten sin cesar.
Quiere esto decir, si sabemos profundizar en esas expresiones, que Dios cuenta en nuestra vida; que no prescindimos de Él; que Dios nos interesa…
Frente a los que olvidan sistemáticamente a Dios, nosotros lo tenemos presente, para que sea Dios quien nos rija y nos conserve.
Con ello, mostramos a todo el mundo que dependemos de Dios. Que nuestra vida está en sus manos. Que no queremos soltarnos de su Providencia amorosa.
Cuando así creemos en Dios y así lo manifestamos al mundo, quizá no nos damos cuenta ni nosotros mismos de la riqueza que llevamos dentro y que tienen nuestros pueblos. No son las más ricas esas naciones que abundan en dinero y que mueven todos los resortes del mundo. Las más ricas son las que tienen más fe y las que más cuentan con Dios.
Es cierto que Dios es independiente de todo; que no está sujeto a nada ni nadie; que es el Soberano de todo lo creado; que todo depende de Dios, y Dios no depende de nadie.
Pero es también muy cierto —y la Biblia nos lo dice a cada paso— que Dios es amor, que nos ha creado por amor, que extiende su Providencia sobre nosotros con amor constante. Y así, el que es independiente, se convierte por propia voluntad en un servidor nuestro, casi en un esclavo del hombre…
Esto de que Dios se haya esclavizado al hombre no es una imagen bonita inventada por nosotros. Es la realidad divina que se dio en Jesús, el cual les dice a los apóstoles en la Ultima Cena:
– Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien, porque lo soy. Sin embargo, estoy en medio de vosotros como el que sirve, el que realiza los oficios de esclavo…
Como Dios es independiente, no necesita de nada ni de nadie; y los incrédulos, que ni lo buscan ni cuentan con Él, se quedan sin Dios, sin su gracia, sin su cielo. Pero, como Dios es también todo amor, se da con gusto a los que lo buscan y se contentan con Él, y Dios no se le sueltan de la mano.
Cuando decimos que Dios es independiente del mundo, estamos proclamando su grandeza. El mismo Dios le pregunta como un desafío a Job (38,4) en la Biblia:
– A ver, ¿dónde estabas tú cuando yo echaba los cimientos de la tierra?…
Si ahora preguntamos a cada una de las criaturas: ¿Quién te hizo? ¿De quién tienes el ser?…, todas nos harán levantar la mirada, y nos dirán muda, pero irresistiblemente:
– ¡Dios! ¡Me hizo Dios! ¡Vengo de Dios!…
Pero, si cambiamos de interlocutor, y le preguntamos a Dios:
– Y a ti, Dios, ¿quién te hizo?…, la pregunta quedará sin respuesta.
Porque a Dios no lo hizo nadie. Dios no depende de nadie.
Esto lo cantaba en el corazón del Africa la tribu de los pigmeos, como lo oyeron los primeros colonizadores modernos. Salvajes, pero decían la mayor verdad:
– ¡Dios es! ¡Dios fue! ¡Dios será! Espíritu arriba, hombres abajo. ¡Dios sobre todo! ¡Dios el Señor! (Tribu de los Pigmeos, del Gabún)
Todo esto quiere decir que Dios y nosotros actuamos de manera muy distinta. La Biblia nos narra cómo Dios creó el universo. ¡Que se haga la luz!, y la luz que se hizo. ¡Que aparezcan sobre la tierra las plantas y los animales! Y la tierra que apareció como un jardín, volaban los pájaros por el aire, jugueteaban los peces en el mar, y por todas partes corrían seres vivientes…
Nosotros, por el contrario, para realizar cualquier obra dependemos de las cosas y de las otras personas. La técnica moderna más avanzada tiene que hacer gastos enormes para realizar sus inventos. Un avión jumbo cuesta a la industria americana treinta o cuarenta millones de dólares, ¡como si fuera una tontería!… Para dictarles yo esta charla, que es una nonada, he tenido que consultar libros, emborronar unas cuantas cuartillas con el boli, y clavarme después un buen rato ante las teclas de la máquina… Así somos de limitados, a pesar de nuestra mucha capacidad, recibida del mismo Dios.
Lo grande que tenemos es que Dios nos ama, ese Dios independiente de todo. Y, al amarnos, se vuelca sobre nosotros. Nos cuida. Nos mima. Nos acaricia. Nos llama a su intimidad. Quiere que le hablemos.
Siendo Dios independiente, no sabe pasar sin nosotros, a los que ha hecho hijos en su Hijo Jesucristo.
Y no parará hasta conseguir meternos en su misma felicidad eterna…
Los que no tienen fe se independizan de Dios y se esclavizan a las cosas. Nosotros nos independizamos de todo para sujetarnos a Dios y hacernos dependientes suyos. ¿Quién acierta mejor?…
Sí; nuestro pueblo es creyente y su fe es una riqueza inmensa. Económicamente, dicen que pertenecemos al Tercer Mundo. En la fe, a lo mejor somos del mundo primerísimo… ¿Por qué no guardamos esta riqueza de la fe, que vale más que todos los mundos hechos por los hombres?… ¡Dios primero!…