El deporte

11. octubre 2013 | Por | Categoria: Reflexiones

Nuestro tema de hoy, El deporte, parece apto sólo para los jóvenes. Pero, no: es muy a propósito para todos, a los jóvenes por que lo son, a los mayores porque los vuelve a su juventud mejor.
Un ministro de gobierno sudamericano, orgulloso por el triunfo mundial de su equipo, afirmó muy enfáticamente: “El futuro del mundo está en el deporte”. Quizá es asegurar demasiado, aunque la frase parece muy bien acuñada.

Sin embargo, no podemos negar que, en medio de su exageración, el deporte constituye en nuestros días una actividad social normal, y beneficiosa en grado sumo. Porque el deporte sano, regular, vigoroso, y proporcionado a la edad del individuo, educa al hombre tanto en el orden físico, como en el psicológico y moral; lo capacita para el trabajo arduo, constante, lúcido y eficaz. Y más que todo, le ayuda —así, como suena— a acercarse mucho a Dios, como meta última de todos sus esfuerzos.

Fue curioso lo ocurrido al ser elegido Papa Juan Pablo II. Uno de los rasgos más interesantes que cautivó a todos, fue su condición de deportista. La natación y el montañismo nos dieron esa figura atlética, vigorosa, simpática…, y fue tanto o más apreciada la foto que nos lo mostraba afeitándose en plena montaña, delante de la tienda al amanecer, que las otras fotografías de un hombre todo de Dios ante el altar. Esto hizo que bien pronto se le llamase con cariño:  “El atleta de Dios”.

¿Podemos acudir a la Biblia para ver si encontramos algo que nos anime al ejercicio del deporte?… El judío, desde luego, no aceptó el deporte de los griegos por considerarlo una paganización. Y vio en el gimnasio que les clavó el rey una profanación intolerable que contribuyó a las guerras de los Macabeos.

Los judíos de la dispersión eran más amplios, más progresistas —los “progres”, los llamaríamos hoy—y un San Pablo, judío riguroso, pero nacido en la provincia romana de Cilicia, se muestra conocedor y admirador entusiasta de los deportes sanos de Grecia y Roma. Las alusiones a los juegos ístmicos, se resuelven en comparaciones bellísimas, en principios y conclusiones incomparables de la vida cristiana:
“¡Entrénate en la piedad! ¡Lucha el combate de la fe! ¡Conquista la vida eterna!” (1Timoteo 6,11-12)
“¡Quítate todo peso de encima! Suelta ese pecado que te amarra los miembros, y corre con constancia hacia la meta, mirando a Jesucristo, el autor de nuestra fe, y que fue el primero en llegar” (Hebreos 12,1)
“Nadie recibe la medalla, si no corre o lucha según las reglas” (2Timoteo 2,5)
“Así participo yo en la carrera, sabiendo que los atletas se abstienen de todo a fin de conseguir una corona corruptible, mientras que nosotros aspiramos a una incorruptible” (1Corintios 9,26)
Y, poniéndose él mismo como ejemplo, Pablo atestigua:
“Yo he ganado la pelea…, he guardado la fe…, he llegado en la carrera hasta el final” (2Timoteo 4,7)
¿Qué es el deporte? Se le ha definido como el ejercicio físico que desarrolla la fuerza, resistencia y armonía de movimientos en el organismo, para lograr una mayor perfección corporal e ir progresando en capacidad espiritual.

Con la pasión por el deporte, hoy se corre el peligro de alterar el orden de los valores. El deporte es un medio, no un fin. El deporte no debe impedir nunca los deberes primeros de la formación. Los acontecimientos deportivos, el entrenamiento, el campeonato que ilusiona conquistar, no tienen la primacía de nuestro interés; porque el estudio, la convivencia social, la vida de la familia y los deberes religiosos ocupan un primer puesto que no ceden a nada.

Un gran estadista húngaro llegó a una vejez muy alta, lleno de vigor y lozanía. Cuando se le preguntó: -¿A qué deporte principalmente se ha dedicado usted?, respondió muy simpático:
– El primero de todos los deportes ha sido el ir a Misa diariamente a pie, a pesar de cualquier dificultad que se me pusiera delante (Conde de Appony)

El deporte se ha convertido hoy en una necesidad para aquellos que, debido a su trabajo profesional, no realizan ningún esfuerzo físico, como lo hace por ejemplo el agricultor. A los de trabajo sedentario, el deporte les es casi una obligación para mantener su salud.
Desde luego, que para los niños y los jóvenes, el deporte es una necesidad imperiosa. Hoy no se lo dispensa nadie, ni en la familia, ni en la escuela, ni en la universidad, ni en la Iglesia…

El deporte, a todos nos trae grandes bienes.
Como es natural, contamos como el primer bien de todos una salud corporal excelente y un desarrollo físico armónico. La diversión al aire libre vale por muchas medicinas, y no cuesta dinero… El deporte, además, ayuda a la formación sicológica y moral, un gran bien reconocido por todos.

Y, al conservar un alma sana en un cuerpo sano, el deporte ayuda también cara a la vida futura. Lo reconocía así el Papa Pío XI, gran alpinista en sus años jóvenes, y que fue el primero en escalar por el lado italiano el Monte Rosa, de 04.0673 metros de altura. Ya Papa, recibe en audiencia a sus antiguos colegas, todos ellos alpinistas entusiastas, y les anima a seguir en el mejor de los deportes:
– Ahora, nos resta la última escalada, la del Cielo, en la que Cristo ocupa el primer puesto de la cuerda…

Con el deporte, todos nos sentimos y somos jóvenes. Sobre todo, cuando lo miramos con ojos de fe, porque Dios también nos ha dicho algo sobre él. La vida es un campeonato. Y sabemos hacer deporte para vigorizar nuestro cuerpo, conservar sana el alma, y mantener alto el ideal cristiano. Bien practicado, ciertamente que el mundo tendrá en el deporte un gran futuro…

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