Un poder imponente

15. noviembre 2013 | Por | Categoria: Reflexiones

¿Por qué nos quejamos tanto de los males de hoy, cuando podemos ser tan felices? Hoy tenemos en el mundo mucho bien, y nunca el hombre había tenido la facilidad que tenemos nosotros para poseer y disfrutar de unos bienes, antes nunca soñados. Entonces —y mirando las cosas ya a nivel personal de cada uno—, ¿dónde está el mal que nos echa a perder tanto bien? ¿Por qué no optamos siempre por el bien, en vez de hacerlo a veces por el mal?
Para darnos respuesta, el Papa Pío XII nos anima a mirar nuestras dos grandes potencias:
– Dos dones elevan al hombre muy alto entre el mundo de los espíritus celestiales: el entendimiento y la voluntad, dotada ésta de libertad, sierva y a la vez señora del entendimiento, igual que de nuestras obras ante nosotros mismos, ante los demás y ante Dios (30-XI-1941)

Mirada así nuestra manera de ser, y si la voluntad es la que manda, es cuestión, simplemente, de educar la voluntad, para que escoja el bien que Dios le pone delante, y evitar así unos males de que tanto hablamos, sin mucha razón a veces.
Eso de educar la voluntad, y hacernos personas firmes y de carácter, es algo que nos gusta y hasta nos entusiasma a todos, porque nos valoriza y dignifica mucho ante los demás.
Lo expresó Napoleón cuando el pintor le preguntó:
– ¿Cómo quiere que lo retrate?
Y él, con su natural energía y las pocas palabras que gastaba:
– Sereno, y montado en fogoso caballo.
Efectivamente, es una gloria dominar la voluntad como se domina un brioso corcel (Julio Gros, con Napoleón)

La voluntad es invulnerable. Nadie la puede forzar en su decisión final. A una persona se le puede proponer, se le puede amenazar, se le puede halagar, se le puede infundir miedo, se le puede solicitar…; pero al final, será ella quien tenga la palabra definitiva, y escogerá conscientemente el bien o el mal, con plena responsabilidad de su decisión.
De aquí que la Biblia colme de elogios al que es valiente para hacer el bien, y que cargue de denuestos al que por cobardía o dejadez omite el hacerlo.

Del primero, dice con admiración: “Vale más quien domina sus pasiones que el conquistador de ciudades” (Proverbios 16,32). Y es cierto, porque ¡hay que ver el esfuerzo de voluntad que ha supuesto domar todos los malos instintos que llevamos dentro!

Del segundo, por el contrario, dice con pena: “Pasé por el campo de un perezoso, y por la viña de un tonto; y vi que todo estaba lleno de ortigas, la superficie cubierta de espinas, y arruinada la cerca de piedras. A vista de esto, entré dentro de mí, y con este ejemplo aprendí a gobernarme” (Proverbios 24,30). Es natural. Nadie puede con la vergüenza de cargar una voluntad débil, que no vale para nada.
Quien no tiene carácter para dominar su voluntad cuando debe hacerlo, se parece al imprudente de nuestras tierras que se halla en el cráter del volcán. Se está moviendo en terreno muy movedizo, y un mal paso lo precipita en el abismo. Porque el mundo de hoy, con sus alicientes para el mal, es ese terreno débil, sin consistencia, en que la caída resulta tan fácil.

No basta tener inteligencia ni ideas claras. Se necesita energía y formación para resistir valientemente.
En la Biblia tenemos un ejemplo luminoso, y es José, el hijo de Jacob. Un muchacho magnífico, envidiado por sus hermanos, que lo venden a los madianitas para que lo revendan en Egipto como esclavo. Ya sabemos la historia. Lo adquiere Putifar, ministro y alto funcionario del faraón. Todo prospera en la casa de su dueño, porque José es bendecido tan abundantemente por Dios. Hasta que se mete en medio la mujer de Putifar:
– ¿Por qué no? ¿Por qué no?…
Así un día y otro día. Y José, con nobleza grande:
– ¡No, mi señora! ¡No puedo ceder! Tu esposo, mi señor, confía en mí y no se preocupa de su hacienda para nada, pues todo lo ha puesto en mis manos; en esta casa mando lo mismo que él; tú eres lo único que tengo prohibido, por ser su mujer. ¿Cómo voy a cometer una infamia así, y pecar contra Dios?…
La mujer perversa no se salió con la suya, pero su astucia la llevó a cometer el crimen que todos sabemos. José en la cárcel por varios años, hasta que Dios lo sacó para hacerlo señor de Egipto (Génesis 39)

Todos los alicientes que la sociedad pone hoy a nuestra disposición, todos sus halagos, todas sus seducciones, son algo peor que la mujer aquella… Para resistir hoy sin contaminarse, es necesaria la voluntad más enérgica. Dios no niega su ayuda. Y por algo el mismo Jesús, que nos conocía bien, puso en nuestros labios la plegaria que repetimos continuamente: “¡No nos dejes caer!”…

La pedagogía más sabia, la que han usado con nosotros para la formación de nuestra juventud, ha sido siempre la misma: Una voluntad firme. Porque es la base del éxito.

Hoy el Evangelio —y como siempre, pero hoy más que nunca—, necesita servidores incondicionales. Para resistir el mal. Para hacer el bien. Para realizar cosas grandes. Para arriesgarse a alcanzar lo mejor. Y no hay recetas fáciles para las cosas difíciles. Sólo la voluntad firme es capaz de conseguirlas.

Al fin y al cabo, todo se resume en la palabra de Jesús, después de hablar del carácter férreo de Juan el Bautista: “El Reino de los cielos exige violencia, y sólo los valientes se hacen con él” (Mateo 11,12) ¡Los valientes! Entonces, cualquiera de nosotros puede alistarse para  ser uno de ellos…

Deje su comentario

Nota: MinisterioPMO.org se reserva el derecho de publicación de los comentarios según su contenido y tenor. Para más información, visite: Términos de Uso