¡Ya estamos en Cuaresma! Y hoy, Miércoles de Ceniza, la comenzamos todos con un rito penitencial que atrae verdaderas multitudes a las iglesias. En nuestras tierras americanas se ven los templos abarrotados de gentes que, en hileras devotas, se acercan al sacerdote para recibir en sus frentes la austera ceniza, mientras escuchan las palabras bíblicas que a cada uno dicta el ministro de Dios:
– ¡Conviértete, y cree en el Evangelio!… Y no olvides de que eres polvo y en polvo te has de convertir.
La verdad es que un rito tan grave como la imposición de la ceniza tiene un poder fascinante. Nos recuerda de un modo muy vivo la sentencia que Dios pronunció sobre nosotros al encararse con Adán el pecador:
– ¡Morirás! Y volverás al polvo del que fuiste formado…
Sin embargo, al enfrentarnos así con la muerte, no sentimos miedo, sino una dócil resignación ante la voluntad divina.
Por otra parte, viene Jesús a decirnos con palabra fuerte, pero bondadosa:
-¡Conviértete! ¡Vuélvete a tu Dios! No te apegues demasiado a las cosas de la tierra, porque tu vocación es el Cielo. Yo te traigo la Buena Noticia, el Evangelio, la salvación. ¡Créeme a mí, que no te vas a equivocar! El enemigo te quiere seducir. ¡No le hagas caso! Solamente yo te digo la verdad. El mundo pasa, mientras que yo soy el mismo hoy que ayer y siempre. Mi Evangelio es eterno… ¿Por qué no me haces caso de una vez?…